La casa abandonada

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Desde pequeña me había llamado mucho la atención la casa abandonada que estaba delante de nuestro pequeño bar. Sí, teníamos un bar. No era muy grande ni muy conocido, solo era nuestro pequeño bar. Siempre había sido así. Al menos hasta que llegaron ellos.  La cuestión es que me gustaba aquella casita "en ruinas". Tenía un color verdoso,  pero era por el musgo. Yo siempre me había imaginado que su verdadero color era el negro. Me gustaba ese color, y me gustaba imaginarme aquella casa  a mi manera. No es que me gustara el lugar en sí, es que en la puerta de aquel edificio abandonado había un cartel que decía:
PROHIBIDO
Y a mí me llamaba la atención.

Aquel día llovía, llovía a mares. Las gotitas hacían un sonido que me relajaba muchísimo. Toc, toc,toc. Adoraba aquel sonido. Me hacía sentir genial. Pero aquel día la lluvia parecía avisar de que no iba a ser un buen día. Mi familia y yo teníamos un bar, sí, y ese bar nos daba la poca comida que podíamos llegar a consumir. En efecto, éramos pobres, y casi no teníamos dinero para pagar el alquiler. Yo estaba frente a la ventana, escuchando la lluvia, cuando llegaron ellos. Ellos tuvieron la culpa. Ellos. Ellos. Ellos.

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