Minihistorias

Ella

Me quede mirándola, podía sentir su respiración sobre mi pecho. Aun no entendía como una chica tan genial como ella podía estar con un chico como yo, una chica diez con notas de diez con un chico nada fuera de lo común que se alegraba con un cinco. "Los opuestos se atraen, eso me enseñaron los imanes" me decía.
Fuera como fuese, yo era feliz. Me encantaba poder mirarla y me enamoraba saber que ella sentía lo mismo que yo. Desde que la conocí todo era mejor, ella me hizo ver el mundo de forma distinta, hizo que un chaval despreocupado y mentecato se convirtiera en alguien de más o menos provecho.

Ella alzó la vista y con solo una mirada pudo sacarme una de mis más profundas sonrisas. La susurre al oído un "te quiero" proveniente de mis más profundos sentimientos. Ella sonrió y volvió a agachar la cabeza apretándola un poco más sobre mi pecho.
No sé si ella lo sabia pero me encantaba, ¿Qué que me encantaba? Pues todo:
Ella, su sonrisa, la forma en la que me trataba, los momentos tan perfectos que me hacia vivir, su olor que me engatusaba con tan solo acercarme... Me encantaba todo.
Nunca se lo dije pero creo que lo pudo ver en mis ojos, al igual que yo podía verlo a través de sus preciosos ojos color café.

Llevábamos tumbados varias horas, casi sin decir una palabra, simplemente juntos, como si ese momento fuese el último de nuestras vidas.
El sol empezó a caer y un ambiente rojizo empezó a inundar la habitación. Me quede mirando como su pelo brillaba por los rayos anaranjados. Miré hacia la ventana y vi como el sol caía por detrás de las montañas y para cuando me quise dar cuenta, ella estaba cerca de mi oído susurrándome "y yo te amo".
Esta última frase me dejo paralizado, estas cosas me volvían loco y ella lo sabía. Se me erizaron todos los pelos y con la piel de gallina y sabiendo que era el chico más afortunado del mundo por tenerla la bese.

Estar con ella era lo mejor del mundo, al menos para mí, aunque fuera durante poco tiempo. Con ella los instantes eran inolvidables, los momentos eran mágicos y los ratos... deberían durar eternamente.

Aparto los labios y se sentó pero antes de que tomara una postura fija la abrace. La abrace fuerte, no quería que se fuese, no quería que se apartase de mi lado, no quería perderla. Se lo dije y me volvió a susurrar en el oído esta vez diciendo "no tenía pensado irme"
Sus palabras provocaron que una amplia sonrisa fuera apareciendo en mi rostro con ligera rapidez. Se me nublo la vista debido a unas inesperadas lágrimas. Ya había llorado antes, como todo el mundo, pero nunca había llorado así, nunca había llorado por esa razón, por felicidad, por amor, por sentirme el chico más afortunado del mundo por tenerla y por saber que mi amor verdadero, ese con el que quieres compartir tu vida estaba ahí, en esa habitación, a mi lado.
Ella también me rodeo con sus brazos y me apretó para que no me fuese.

Cuando el abrazo ceso nos miramos y de pronto me empezó a dar besitos en el cuello, cosa que ella sabía que me gustaba demasiado. Apenas me daba cuenta de sus movimientos debido a que seguía atontado por el abrazo pero me encantaba.
Intente repetir su jugada pero no me dejó.

Me puse a mirar una de las paredes con cara de extrañado para engañarla y que mirase pero no funciono, ya se conocía mis trucos.
Lo intente de todas formas y de repente se quedo quieta, parecía como que me dejaba a pesar de que nunca lo hacía. Empecé a besar su perfumado cuello pero poco después me pidió que parase. No la hice caso ya que sabía que la gustaba pero acabé parando y cambiar la dirección de mis besos hacia sus labios.

Tras un rato entre sonrisas y besos, miradas sinceras y algunas caricias inolvidables, se reclinó y se tumbó de nuevo sobre mi pecho.
Incliné la cabeza y la susurré al oído "siempre estaré contigo"
Me miró y tras mostrarme una gran sonrisa soltó un "subnormal", uno de sus tan cariñosos insultos.
Se apretó fuerte con sus brazos y se pegó aun más a mí, tanto que sabía que podía escuchar mis latidos bastante acelerados debido a su presencia.

Un par de horas más tarde de momentos y miradas inolvidables y perfectas, llegó el momento que no quería que pasara, la despedida. Todo se acaba hasta lo más bueno, y aunque al día siguiente fuéramos a volver a quedar, verla irse de mis brazos, ver como se aleja de mi lado y ver como se subía al coche para volver a casa, me dejaba un horrible vacio en mi interior.

Todo esto no lo sentí ese día, quedábamos por la tardes y aunque cada día hacíamos algo distinto, lo que yo sentía no lo era, siempre era lo mismo con la diferencia de que cada vez sentía más cosas y me enamoraba mas de ella.
Lo malo fue al empezar julio, ella se tuvo que ir de vacaciones a Irlanda y yo me quede esperándola, extrañándola.

El primer día estaba bien, con los amigos entre bromas y risas no notaba tanto su ausencia aunque siempre sentía la falta de algo. El segundo igual y el tercero la extrañaba un poco más pero seguía bien.

Lo malo es que ese vacío que me provocaba durante tanto tiempo no poder verla, hablarla, abrazarla y un montón de cosas más que extrañaba, fueron creciendo y eso provoco que los días se me empezaran a hacer eternos. Al menos poder hablar con ella aunque fuera a través de mensajes en la pantalla del teléfono me alegraba.

Al final llego el día en el que volvía y obviamente lo primero que hice fue ir a recibirla. Por retrasos del avión y otras cosas llegaba tarde asique como no sabía lo que hacer busque por mi mochila. Lo primero que encontré fue un bolígrafo y un cuadernito asique empecé a escribir. Quería escribir una historia, una historia entre los dos. Contando cómo me hacía sentir cada vez que la veía, cada vez que se acercaba o cada vez que me abrazaba y besaba.
Y aquí estoy, poniendo punto final a esta historia ya que ya la estoy viendo venir hacia aquí.

¿Y cómo puedo acabar esta historia? Pues tiraré de básicas y simplemente te diré la frase más utilizada y más sincera. Te quiero, siempre te querré y siempre estaré ahí, pase lo que pase. Te amo y... Eres genial.