Bienvenido amor

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El alba había alcanzado el cielo de Los Ángeles, y unos audacez rayos de sol se abrían camino entre las cortinas del cuarto de Kit, como una suerte de recordatorio de la cada vez más prematura llegada del día, pues el verano avanzaba a pasos de gigante sobre la gran ciudad.
El casi imperceptible resplandor se posaba alegremente sobre la mejilla de Kit, y sus ojos se abrieron, como respondiendo a la llamada de la aurora.
Desde el regreso al Instituto de LA, el tiempo se había movido de una manera inusitadamente lenta, cada día igual al anterior. Se habían visto obligados a resisdir en lugares extaños y hostiles, y al cabo de más de un año, pudieron regresar a casa.
Pero incluso habiendo conquistado el regreso al hogar, teniendo el Instituto en sus manos nuevamente, la convivencia era lúgubre, la ausencia de Livvy pesaba en el alma y corazón de la familia. Aún así la vida había seguido su curso, las patrullas se habían vuelto nuevamente habituales en sus vidas y Kit había comenzando con su entrenamiento.
Y estaba, sino feliz, al menos complacido de que sus rutinas de ejercitación y estudio lo arrancaran de sus cavilaciones. En donde un beso tras el océano, en el refugio brindado por rocas, lo habían hecho sentirse protegido luego de tanto tiempo de sentirse desamparado.
Se removió incómodo en la cama, se le dificultaba a sus ojos acostumbrarse a  la luz que se filtraba por la ventana. Hecho un ovillo entre sus sábanas, comenzó a desenmarañarse de la mata de tela que envolvía su cuerpo, y fue arrastrándose hasta el borde del colchón.
Había tenido, como en tantas otras noches, un sueño intranquilo. A veces a su mente venía el recuerdo amargo de los momentos compartidos con Livvy, pero no de la manera en que el podría esperar, sino que lo inundaba una sensación de culpabilidad al rearmar ese beso en su mente. Es este tiempo transcurrido sensaciones extrañas habían comenzado a abordarlo, en donde tan sólo un nombre habitaba en su mente, tan sólo uno, el mismo, siempre el mismo. Al ir a dormir o al despertar. Al entrenar o al estudiar. Las mismas seis letras, las mismas tres silabas. Ese nombre lo delataba, cuando por las mañanas, al salir de su habitación lo veía allí sentado, junto al marco de su puerta, Ty, siempre Ty. Y estaba feliz de que fuera él, su luz entre tanta oscuridad.
Se había habituado a su compañía, a sus silencios, a Bach y a esos ojos grises, que como dos lunas constelaban su vida por completo. Allí donde habían estado las manos de Livvy, sobre los oídos o manos de Ty, tranquilizándolo, ahora estaban las de él.
Hizo su camino hasta el cuarto de baño, y luego de una despabilante ducha salió al pasillo. A su derecha, abrazando sus rodillas, Ty miraba sus manos con los auriculares cubriendo sos oídos. Parecía no percatarse de la presencia de Kit. La luz que se infiltraba por el ventanal del lado norte del pasillo, le daba un aura fascinante y misteriosa a Ty, sus rasgos afilados, se veían aún más refinados con la luz de la mañana.
Kit flexionó suavemente sus rodillas, para que su mano alzanzara el hombro de Ty. Cuando se produjo el contacto, sintió el cuerpo del chico tensarse bajo su mano, pero fueron milésimas de segundos. Cuando sus ojos se encontraron, el fantasma de una sonrisa abordó el gracil rostro de Ty.
-¿Vamos a la cocina a desayunar? De seguro Julian ya está allí, preparándolo todo.- Kit le sonrió de la manera más gentil posible, mientras esperaba alguna respuesta por parte de Ty.
Pero no la hubo, Ty únicamente se levantó, y comenzó a dar suaves pasos hacia la escalera. Kit fue tras él. Al llegar a la cocina, el olor a panqueques y café abrió el apetito de Kit.
Ty estaba extrañamente callado esta mañana, algo que inquietaba a Kit, quien lo miró desayunar, sus movimientos tan suaves y meticulosos como siempre. Luego de eso, el día transcurrió como tantos otros, el entrenamiento, alguna que otra patrulla, nuevamente entrenamiento, para después internarse en la biblioteca a estudiar. Había hecho grandes avances en su dominio del Chthonic, aunque el Español y el Purgatic aún representaban todo un desafío para él.
Ya era pasada la medianoche, cuando Kit, agotado, se dirigía hacia su habitación. Su mente vagaba lejos de él, recuerdos de su padre, de Livvy, de Londres, de Idris. Aún sonaba inverosímil en su cabeza todo lo que le había tocado transitar junto a los Blackthorn en estos últimos meses.
Mientras deambulaba por los pasillos, un frío extraño corría por sus venas. Casi no había visto ni hablado con Ty en todo el día, su comportamiento había sido inusitadamente huraño. Como si su cuerpo lo supiese, supiese que faltaba algo. La necesidad de Tiberius en su vida había ido en ascenso en las últimas semanas, haciéndolo sentirse extraño, cuando por alguna razón que escapaba a su entendimiento, se hallaba a sí mismo mirándolo, observando su cuerpo cuando entrenaba, el trabajo de sus músculos bajo su piel blanca y tensa, había algo en ello que lo confundía. En algunas ocasiones, al entrenar juntos, su cuerpos se chocaban, sus pieles se rozaban, e incluso si la ropa estaba de por medio, una descarga eléctrica corría por el cuerpo de Kit al mínimo contacto.
Los pasillos del Instituto estaban tenuemente iluminados, por farolas de luz mágica que pendían de las paredes. A Kit aún se le dificultaba acostumbrarse a la escasez de tecnología que regía la vida de los nefilim. Siempre tenía su celular con él, aunque era difícil encontrar un tomacorriente para abastecerlo de batería. Por lo que disfrutaba sobremanera, los pocos momentos que compartía con Ty frente a ordenador, buscando incluso cosas tan banales como hacer el surtido semanal, el cual Julian iría más tarde a recoger en la camioneta.
Al llegar a la puerta de su habitación, se adentro en ella. El sentimiento de soledad que la habitaba, contraía su estomago, llenándolo de una repentina tristeza. Al contrario de cuando había abandonado sus aposentos en la mañana, donde la luz matinal le daba un aire acogedor a la habitación, ahora ésta lucía inhóspita. Su cama a medio tender en una esquina, su armario contrapuesto a su cama, con las puertas abiertas, y las prendas apiladas de una manera poco ordenada. Y a la derecha de su cama, su mesita de luz, donde yacía un libro, y en su portada se leía en letra cursiva, Arthur Conan Doyle. Automáticamente su mente viajó hasta Ty, la sola idea de figurarlo tendido sobre el cobertor, con los ojos a medio cerrar, dos lunas menguantes, colmaba su cuerpo de un calor agradable.
Se dirigió a su cama y se sentó suavemente sobre el cobertor, su mirada fija en el libro sobre su mesita de noche. En un arrebato impetuoso e impulsivo, tomó el volumen, y salió al pasillo. Caminó en dirección norte, hacia las habitaciones de los hermanos Blackthorn, algo extraño corría por sus venas, algo como adrenalina, algo violento y fervoroso.
Desde la prematura muerte de Livvy, Ty se había vuelto extrañarme temerario. Tomaba riesgos innecesarios en los entrenamientos, e incluso tenía una suerte de búsqueda constante por reyertas con demonios. Algo que había traído a Kit, enormes dolores de cabeza, cada vez que se les asginaba una misión o patrulla, velando constante y acérrimamente por la seguridad de Ty.
Tres suaves golpes sobre la puerta, y en él un fuego danzando arriba y abajo dentro de sus venas. Habían transcurrido unos pocos segundos, que Kit sentía como horas sobre todo su cuerpo exhausto. El pestillo giró y tras la puerta, Ty en pantalones deportivos y si camisa lo miraba un tanto desconcertado. El libro temblaba entre sus manos, humedecidas por el sudor. De su boca se habían esfumado las palabras, y empleaba el mayor de sus esfuerzos por mantener fijos los ojos  en los de Ty.
El chico lo recorrió con la mirada, como intentando descifrar el motivo que lo llevaba a sus habitaciones, pasada la medianoche. Sus escrutadores ojos grises se detuvieron sobre el libro.
-Mi libro.- la voz de Ty sonó áspera, como si no hubiese hablado por horas.-No sabía que también habías comenzado a leer Sherlock Holmes.- su mirada era interrogativa.
-No, bueno, realmente aún no.- su voz sonaba rauda, su respiración agitada no lo dejaba pensar con claridad.-Estaba en mi mesa de noche, pensé en devolvértelo.-
Tendió el libro hacia Ty, quien en lugar de cogerlo se hizo a un lado, dejando el camino libre a Kit. Lo miró pertinazmente, aguardando a que Kit hiciese su primer movimiento. Aunque era consciente de que Ty estaba invitándolo a pasar, su cuerpo petrificado, permanecía bajo el umbral. Lentamente, como saliendo de una ensoñación, se fue adentrando en la estancia. Cuando llegó al corazón del cuarto se detuvo, y giró sobre sus pies, dándole la cara a Tiberius.
Todo en la habitación parecía estar meticulosamente ordenado, todo agrupado cuidadosamente por colores. La luz que provenía del candelabro que colgaba sobre Kit, daba una iluminación tenue a la estancia, que repleta de libros, daba más la impresión de un estudio, que de un dormitorio.
Ty permaneció con la mirada fija en la de Kit, examinándolo. Kit ya se había aclimatado a esos silencios, e incluso había comenzado a apreciarlos. Le gustaba  ver la expresión de Ty cuando éste lo observaba, sus cejas se fruncían suavemente, pero sus ojos brillaban con una luz inusual. Pero ahora fuego líquido corría por sus venas, un aire atípico y extraño flotaba entre ellos, llevando ondas de calor al cuerpo de Kit.
Ambos sostenían la mirada fija en la del otro. Había sudor perlando la frente de Kit, pero no era una noche calurosa. Ty se movió sigilosamente hacia su cama y se arellanó sobre su cobertor, había una invitación en sus ojos. Sin poder soportarlo más, Kit desvió la mirada, y permaneció inmóvil sobre la alfombra. Ahora miraba por la ventana, la ciudad de Los Ángeles era hermosa, con su bastedad de playa, kilómetros y kilómetros de arena y agua. Recordó amargamente, cuando vivía con su padre, sus salidas eran severamente limitadas. El peligro yacía en todas partes, esperándolo, eso le decía su padre. Ahora se sentía extrañamente libre, sabía que podría irse, lejos, tan lejos como le fuese posible. Pero no quería, algo en su interior se rompería, se quebraría en mil partes, si se alejase de Ty. Se había vuelto una necesidad, una dolorosa y urgente necesidad.
-¿Pasa algo malo?- la voz de Ty rompiendo el silencio. Kit volvió su mirada sobre él. Era hermoso, demasiado hermoso. Sus rasgos afilados, el pronunciado arco de cupido en su labio superior, le daba un apariencia apetecible a su boca. Su cabello azabache, salvajemente desordenado, sus desmesurados ojos grises. Su expresión ahora curiosa, le daba un aspecto aniñado, que llenaba de ternura el corazón de Kit.
-El parecido físico con el resto de tus hermanos es desconcertantemente dispar.- las palabras salieron disparadas de su boca, sin siquiera quererlo.
Las cejas de Ty se alzaron, el desconcierto llenó sus ojos.
-No... yo no quería decir... me refiero a que... no es que sea eso malo... quiero decir, eres hermoso, aún más, mucho más que el resto de tus hermanos... yo sólo...- las palabras se trancaban en su boca, su corazón galopando en su pecho. Pero antes de que pudiera dar una explicación sensata, Ty lo cortó.
-¿Crees que soy hermoso?- sus ojos parecían brillar, dos astros gigantescos, y en ellos se reflejaba toda la dulzura de un chico de 16 años, al que parecía que le habían dado la noticia más emotiva y esperanzadora de toda su vida.
Algo en Kit se encendió. Un dejo de esperanza, de certidumbre. Dio unos pasos en dirección a Ty. Algo nuevo habitaba en él, una suerte de osadía, un valor y un ímpetu extraordinarios.
-Sí, muy hermoso.- sus ojos se clavaron en los de Ty, aguardando de forma desesperada una respuesta.
-¿Te gustan los chicos? ¿te gusto? Creí que te gustaban las chicas.- había una cierta ingenuidad en la voz de Ty, y un sincero interés.
Kit se congeló, toda la seguridad que hace unos segundos lo había abordado, se había quebrantado en mil pedazos. Abrió los ojos con incredulidad. Por un momento todo a su alrededor perdió nitidez, Ty le había hecho una pregunta, una sencilla, a la que no sabía responder. El desconcierto se apoderó de él y como arrastrado por una fuerza mayor, se dirigió hacia la puerta. Había algo en la habitación que no le permitía respirar correctamente, sus plumones compactándose, privándolo de aire. Cuando alcanzó el pestillo, su mano comenzó a girarlo. Súbitamente sintió unos dedos largos y cálidos envolver su brazo. Una corriente eléctrica corrió por todo su cuerpo, e involuntariamente mordió con fuerza su labio inferior. Cuando volteó, el cuerpo de Ty estaba a sólo unos centímetros del suyo, había confusión en sus ojos.
-Kit, yo sólo quería...- la voz de Ty rozaba el murmullo, y en su mirada se adivinaba una disculpa.
Pero Kit no lo dejó terminar, redujo a nada la minúscula distancia que los separaba, y de forma brusca, su boca se estrelló con la de Ty. El calor de sus labios le quitó el equilibro, y se aferró a sus hombros.
Ty permaneció inmóvil, con los puños cerrados a los costados de su cuerpo. El pánico se adueñó de Kit, quitó de manera violenta las manos de los hombros de Ty y se hizo hacia atrás.
Ty no se había movido, miró a Kit, había conmoción en sus ojos. Pero no dijo nada. Kit, dominado por el pavor, quiso voltear, pero la voz de Ty lo detuvo.
-Kit, no te vayas.- su tono era casi un sollozo. Kit se apoyó en la puerta, la sensación de algo de lo que sostenerse, le daba una pizca de seguridad, entre tanto desasosiego.
-¿No? - la pregunta le sonaba torpe en su labios. Por unos segundos se miraron fijamente a los ojos, como queriendo decirse mil cosas, pero el silencio lo reinaba todo.
Repentinamente, en un movimiento que Kit jamás hubiese previsto, Ty alzó su mano y la colocó en la mejilla de Kit.
-Tus labios saben dulces.- la voz de Ty sonaba fascinante y seductora en sus oídos. Y en un arrebato enardecido, se abalanzó sobre Ty, como un planeta saliéndose de su órbita, dirigiéndose a toda velocidad hacia el astro rey, para ser engullido por él, por su candente abrazo, quemándolo todo, calando fibra por fibra el cuerpo de Kit, hasta llegar a lo más profundo y encendiéndolo.
Esta vez no hubo dudas, Ty levantó sus manos y se afianzó al cabello de Kit. Mientas Kit lo tomaba por la espalda y presionaba contra su cuerpo. Había leído poemas de Huerta, mientras estudiaba español, poemas que hablaban de besos, aún lo recordaba, "los besos, los miles y millones de besos se parecen al fuego y se parecen a la derrota y al triunfo", pero ahora lo sabía, sabía de que hablaba Efraín Huerta, y sabía también a que se refería Miguel Hernández cuando decía "un fuego correr dientes abajo buscando el centro". Y sí que se sentía así, un fuego crepitando por todo su cuerpo, irrigando torrentes de sangre hacia su ingle, desestabilozándolo, volviéndolo loco.
Entre besos, gemidos y manos impúdicas que recorrían centímetros y centímetros de piel, sin culpa ni disculpa. Disfrutando de lo que tocaban. Fueron desplazándose hasta el borde de la cama. Ty cayó de espaldas y arrastró a Kit consigo, en un abrazo candente, donde las pieles ardían de deseo y pasión desenfrenada. La ropa caía al suelo, mientras las manos de Ty se aprehedían de los hombros de Kit, y éste repartía besos de fuego y gloria por la mandíbula y cuello de Ty. Las respiraciones agitadas se habían convertido en gemidos, cuando las libertinas manos, comenzaron a recorrer los cuerpos. Y cuando el brazo de Ty comenzó a descender, y su mano se envolvió alrededor de Kit, el chico emitió un grito ahogado. Kit no sabía lo que estaba haciendo, no tenía idea de que debía hacer, pero su cuerpo actuaba por sí sólo, obedeciendo únicamente a sus instintos. Tomó la mano con la que Ty lo apresaba en el más exquisito de los tormentos, y junto con la otra las llevó sobre la cabeza de Tiberius, comenzando así a moverse de forma frenética, de arriba hacia abajo. La fricción lo estaba llevando al borde de la locura. Su razón se había nublado, sólo podía oír los gemidos de Ty, el calor de su cuerpo, la fricción que ejercía sobré él, envolviéndolos en el más abrasador de los fuegos.
Las manos de Tiberius se soltaron, y tomaron con violencia la espalda de Kit, moviéndose al ritmo su cuerpo, incrementando así el roce de sus sexos. Kit se aferraba de manera feroz a la cintura de Ty, hasta que su cuerpo no pudo sopsotarlo más, cayendo así en el más ardiente y desproporcionado éxtasis. Mordió su labio con fuerza y ahogó un grito, mientras sus ojos se cerraban y todo tras sus párpados explotaba, todo a su alrededor derrumbándose. Únicamente era consciente del cuerpo de Ty, hasta que sintió el cuerpo de Tiberius tensionarse bajo el suyo, y lo escuchó gritar su nombre, mientras sus manos se aferraba con ferocidad a la espalda de Kit.
La luz de la luna se filtraba por las cortinas a medio correr, e iluminaban el perfil de Ty, enalteciendo su belleza. El cuerpo exhausto de Kit se desplomó sobre el de Ty, ebrio de tanto placer, mientras oía su agitada respiración, sus corazones latiendo desmesuradamente. Una sensación de paz se apoderó de él.
A lo lejos se oía a las cigarras cantar, las olas romper sobre la costa, e incluso, Kit hubiese podido jurar oír el viento acariciando la hierba. Probablemente hubiese mundanos caminando por la playa, trazando surcos en la arena, quizá algún corazón infortunado buscando consuelo, quizá algún alma dichosa riendo la vida, pero Kit no lo sabía. El aroma del cuerpo de Ty llenaba todos sus sentidos y los constantes latidos de su corazón daban paz a su existencia, y como saliendo de un sueño se irguió, y vio el rostro de Ty, sus facciones suavizadas por el reciente éxtasis. Sus ojos estaban cerrados, las pestañas largas y gruesas, sombreando suavemente sus pómulos.
Pensó, sombríamente en lo que había estado creyendo todo este tiempo, que el haber perdido a su padre, las mentiras, el miedo, había creído que su corazón se había cerrado a todo. Pensó que amar ya no era una posibilidad para él. Pero ahora estaba aquí, con Ty. Miles de emociones afloraban dentro de él. Había estado perdido, sin rumbo, desahuciado, pero había encontrado tierra firme, su siempre tierra, su siempre hogar, su Ty.
Apoyó suavemente la cabeza en el pecho de Ty, lo sentía subir y bajar al ritmo de su ya sosegada respiración. Era consciente de que por la mañana la vida seguiría su rumbo, que el miedo y la oscuridad volverían a él, a formar parte de sus vidas. Pero no esta noche. Cerró los ojos y sonrió, y luego de tanto tiempo se permitió soñar, y sobre el pecho de Ty, dejó que el más dulce de los sueños se lo llevara.

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2017 ⏰

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Kitty (Kit & Ty) ➡ The Dark Artifices - Cassandra Clare / One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora