destinados a estar juntos.

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No importaba cuánto Kim Shin deseaba que el tiempo se ralentizara, pronto la luz del día se convirtió en la oscuridad y pudo ver a su amante cada vez más inquieto.

Habían pasado toda la tarde haciendo el amor, hablando, y acariciando cada momento que pasaron juntos. Pero, durante la última hora, Kim Shin vio a su amante parecer ser tranquilo y solemne, como si una fatalidad inminente se cerniera sobre sus cabezas.

Y así fue.

Kim Shin se mordió el labio inferior cuando su amante poco a poco se desprendió de sus brazos para colocarse al lado de la cama. Una mirada perdida, triste se apoderó de su rostro 

«¡Oh Dios, el realmente me va a dejar!» 

—Por favor, no hagas esto—su voz sonaba herida y salvaje.

 Las lágrimas se deslizaron libremente de sus ojos y comenzó a llorar abiertamente, cuando de repente Wang Yeo, una vez más envuelto en una capa negra, que lo hacía lucir pálido y más duro que el amante de Kim Shin lo acaba de acoger en sus brazos. 

 —Lo siento, mi amor. No podemos esperar más... tienes que venir conmigo —la voz de Wang Yeo era más profunda de lo habitual, sus ojos negros y oscuros eran ilegibles. Kim Shin negó con la cabeza

— ¡No, yo no quiero ir allí, quiero estar contigo! —incluso a sus propios oídos, su voz sonaba desesperada.

Una breve mirada de dolor cruzó el rostro de Wang Yeo, atravesando la emocional mascara que se había formado otra vez sobre él

— Dame tu mano, Kim Shin —la voz de Wang Yeo sonó tranquila y relajante.

—No, por favor... ¿no puedes ver que nos pertenecemos el uno al otro? —le rogó. Wang Yeo cerró los ojos y respiró hondo. Cuando los abrió, sus ojos ardían de un rojo tan intenso que infundió miedo en el corazón de Kim Shin 

— No. ¡Tu perteneces a tus seres queridos, y no a una maldita Parca por toda la jodida eternidad! ¡Ahora, dame tu mano ¡maldita sea! —la voz de Wang Yeo sonó alta y enfadada haciendo temblar las paredes a su alrededor. 

 Como Kim Shin todavía se negaba a dar la mano a Wang Yeo, este se acercó y cogió la mano de Kim Shin y suavemente lo sacó de la cama

— Es el momento, Kim Shin . No lo puedes retrasar más con tus pequeños trucos —su voz y su rostro eran fríos, pero sus ojos al contener las lagrimas brillaban de un intenso color rojo.

 «Él está tratando de asustarme»

Antes de que Kim Shin pudiera parpadear, el dormitorio de la casa de la playa desapareció y ambos estaban  sentados en una sala y tenia al frente una taza de te, rodeados por una hermosa luz brillante. Él  meneó la cabeza de forma negativa .

— bébelo  Kim Shin 

—no quiero hacer eso 

—tienes que hacerlo tienes que tomarlo , así olvidaras todo lo que paso entre nosotros y podrás vivir tranquilo en el otro mundo.

—por favor yo no te quiero olvidar  

 Su corazón y su alma clamaban por estar con el oscuro y triste guardián junto a él en su lugar. ¿De que manera podría a convencer a su amante que pertenecían el uno al otro? .

 La voz de yoo deok-hwa demandó en voz baja dentro de su mente. Frenéticamente, Kim Shin rápidamente comenzó a repensar todas las cosas que habían dicho el uno al otro . Recordó a Wang Yeo de pie a su lado mirándolo con sus insondables ojos oscuros. 

De acuerdo, voy a acceder a tu deseo, pero, presta atención a mi advertencia; Mientras que tu alma este conmigo, tu cuerpo va a entrar en coma y no vas a ser capaz de sobrevivir más de dos días. Al final de los dos días, tú deberás pasar al otro lado. ¿Trato? 

 Wang Yeo le había dicho. Kim Shin recordó que le faltaba aire y estaba encantado de pasar tiempo con su amante ideal. De repente se le ocurrió exactamente cómo había accedido al acuerdo con Wang Yeo. Había hecho un ligero juego palabras y su amante no lo había cogido. ¡S-sí! Lo ha-haré si me lle-llevas con contigo y me uno a t-ti en la otra vi-vida cuando mi vida mortal se acabe. 

 Él había dicho. Él sólo había accedido a unirse a su guardián en el más allá. 

 apartó la taza  y miró en la profundidad de los ojos de su dulce amante. Ahora eran oscuros como la noche y brillaban al retener las lágrimas. 

 —Yo no estoy de acuerdo con esto —dijo Kim Shin con calma, sin dejar de mirar a su amante. 

—¿De qué estás hablando? —la voz de Wang Yeo estaba ronca por la emoción. 

 —En mi lecho de muerte, tu me dijiste que después de que pasaran cuarenta y ocho horas de estar juntos, tendría que volver a la otra vida —dijo Kim Shin con cuidado mientras su corazón latía con fuerza contra su pecho— Te dije que haría todo lo posible para ir y estar contigo en el más allá... y estuviste de acuerdo conmigo. Ese fue nuestro acuerdo, mi amor. Tú y yo por toda la eternidad. 

 Wang Yeo se lo quedó mirando durante un buen rato. Él parpadeó conteniendo las lágrimas y miró a Kim Shin con una expresión nerviosa en su hermoso rostro

— Piensa en esto  —le intentó convencer, dándole a la mano de Kim Shin un ligero apretón— La vida conmigo no va a ser como lo que tu has soñado. No es como si fuéramos a tener una casa en los suburbios con un perro y un garaje para dos coches. Mi existencia es a menudo confusa y triste, te mereces algo mejor que eso. 

 —¿Sabes lo que me merezco? Me merezco una vida contigo. Me lo prometiste, Wang Yeo. Mi corazón y mi alma te pertenecen Todo lo que tenga que hacer para estar contigo valdrá la pena. Te amo. Tú me perteneces 

 Kim Shin le miró en silencio y luego un rayo de esperanza cruzó por su preciosa cara

— ¿Estás seguro, Kim Shin ? —preguntó en voz baja.

 —Sí. Nunca he estado más seguro de nada,  Ahora, ¿vas a cumplir tu promesa, o qué?

 —Te amo, Kim Shin . Ven conmigo y vamos a experimentar una larga y feliz eternidad juntos —dijo Wang Yeo. Su sonrisa era tan hermosa y feliz que hizo que al corazón de Kim Shin le entraran ganas de cantar. 

Kim Shin gritó, se paro de esa incomoda silla  , y  besó toda la cara de su amante, diciéndole a su Wang Yeo cuanto lo amaba.

 El gran hombre se aferró a Kim Shin con fuerza y se echó a reír.

 ellos se cogieron de las manos entrelazándolas y caminaron fuera de la sala . 

Mientras caminaban juntos hacia su destino, Kim Shin estaba una vez más lleno de amor y luz, pero esta vez provenía de su guardián y su alma gemela. Ellos estaban destinados a estar juntos. 

 

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