1. That summer.

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Era el chico más guapo de Cambridge.

Y el chico más atractivo para mí.

Porque atractivo y apuesto no son lo mismo, porque a mí, él me atraía de manera inevitable, como un digno polo opuesto del magnetismo.

Sus intensos ojos tambaleaban mis huesos, sentía mis piernas temblar como dos débiles espaguetis, y cuando sonreía, ¡santo Dios! Cuando sonreía... mi corazón se detenía, el sólo apreciar su apostura me arrebataba suspiros involuntariamente.

Elliot O'Connor tenía la fama de ser un conquistador innato, pero, lastimosamente, él no estaba ni un poco interesado en conquistar mi corazón. Ciertamente, no le interesaba cautivar corazones, le gustaba ser atrayente para las zorras que estuvieran dispuestas a acostarse con él sin condiciones y sin emociones.

Tenía todas las cualidades de un caballero, pero no le seducían las damas.

¿Quién se interesaría en buscar a una dama si se tenía a plena disposición a la guapísima Naomi Blake, sin términos y sin condiciones? Elliot hacía con Naomi lo que quería, y ella se lo permitía.

Mientras tanto, la desapercibida Astrid Hood recorría su camino al lado de Derek Wright, un príncipe sin título nobiliario en papel de universitario popular y adorable.

—Hoy vienes conmigo, señorita. —Me dijo Derek al tiempo en que devoraba su emparedado.

—¿Eh? —pregunté, dejando de contemplar a Elliot por cinco segundos.

—Hoy tengo una presentación importante porque un busca-talentos vendrá a vernos tocar, y juro por tus rizos ámbar que será increíble, ¡será inolvidable! Tienes que estar ahí, en primera fila.

Naomi había llegado a la cafetería justo para sentarse sobre las piernas de Elliot, quien encabezaba una ruidosa conversación sobre deportes con varios chicos de su clase.

—No lo sé, Wright... no creo que sea buena idea. Es que yo...

—Tienes que venir, necesito verte ahí, necesito sentir tu apoyo de cerca, no de lejos encerrada en tu habitación bebiendo el green tea de Twinings mientras miras White Collar hasta la madrugada.

—¿Tan predecible soy? —sonreí, había adivinado mis planes.

—Leo tu mente, mi vida. —me guiño un ojo— Paso por ti a las 8:00 p.m.

Ni siquiera me dio tiempo para protestar, Derek, el rubio platinado más dulce del college, era también el más demandante si se lo proponía.

Miré mi reloj de pulso para estar al tanto de cuántos minutos faltaban para la clase de latín, tenía estar en el aula antes de los siguientes ocho minutos, así que guardé mis cosas, tomé el ultimo sorbo de té chai y me levanté para besar la mejilla de Derek antes de irme.

—Tenemos una cita a las ocho en punto, Astrid. ¡No lo olvides! —Gritó, atrayendo la atención de la mayoría de los asistentes en la cafetería.

Atravesé el campus a prisa, mientras buscaba desesperadamente el análisis que había hecho sobre la relación de amor platónico que mantenían Sócrates y Platón para entregarlo en la clase de Filosofía. Estaba tan distraída que no advertí al chico rubio con el que choqué de frente, se trataba de Lucas Lampard, y sus ojos habían estado tan concentrado mirando la pantalla de su teléfono que no reparó en que iba a estrellarse contra mí.

—¡Lo siento tanto! —dijo antes de tirarse al suelo para recoger y juntar el puñado de hojas que componían mi ensayo. — fue mi culpa.

—No lo sientas, yo tampoco vi por donde iba.

A Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora