LA CONDESA DE MALIBRAN

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En Veracruz, había una envidiable tranquilidad y sosiego y dentro de esa inmensa quietud, comenzaron los corrillos entre la gente unas y otras se contaban cosas extrañas que pasaban en la casa de una mujer que había llegado al pueblo acompañada de mucha pompa y lujos, fueron los años que dieron principio al siglo veinte. Cosas muy extrañas se murmuraban en torno de los habitantes de la población, se hablaba de una bruja que practicaba la magia negra y que habitaba en una humilde choza rodeada de pantanos y arenales, al frente de aquella choza tenía un horno en la tierra y encima una olla de barro que por el calor que recibía, emanaban olores nauseabundos, uno de ellos muy penetrante que al respirarlo causaba náuseas y vomito. En la puerta de aquella choza, una puerta construida con pedazos de tablas y cartones, una cabeza de una enorme águila disecada con ojos brillantes como si tuviera vida. De la misma puerta de aquella choza a la ventana, enormes tarántulas que parecían juguetear entre sus propias telarañas. Ahí mismo, se podía ver la cara de un ídolo de tipo negroide con un solo ojo y en la boca, una argolla de oro que le adornaba parte de la barba, esa barba se constituía en una enorme maraña como si fuera una madeja de estambre negra y espesa, junto a ese gran ídolo, una repugnante calavera todavía con residuos de carne podrida y con una peste muy desagradable. Aquella bruja siempre que daban las doce de la noche salía a la puerta de su casa y con los brazos abiertos extendidos hacia el cielo y en la oscuridad más espantosa, con una voz cortada pedía a las fuerzas del mal para que la protegieran y le cumplieran sus peticiones; al mismo Satánas llamaba con gritos estridentes que iban perdiéndose en la espesura de los árboles y de los pinos de la pequeña aldea que era Veracruz.

En aquellos arenales en donde vivía la bruja ya conocida por oído de una hermosa hembra vestida de negro, algunas veces y otras de blanco, ahí acudía porque quería que la bruja le quitara una maldición que en tiempos pasados le había dado a conocer otra de las brujas dedicadas a ese misterioso oficio, aquella rara y elegante mujer sufría hasta lo increíble porque aun casada con tiempo suficiente seguía sin poder tener hijos.

Esa rara mujer nunca se supo de donde llego a Veracruz, sabia la gente que el esposo era un conde de la corona española y que el lugar en donde Vivian era una inmensa mansión con tintes de palacio real, en esa vieja construcción, aparte de las lúgubres habitaciones que tenía, existía un gigantesco pozo que albergaba en el fondo grandes lagartos que eran alimentados con perros y gatos vivos y carne de res y puerco, así como aves de corral. Aquella elegante y hermosa mujer que visitaba a la bruja era nada menos que la condesa de Malibran, así era conocida porque su matrimonio con el conde le daba ese rango, lo de Malibran, porque en aquellos viejos años, lo que ahora es la fragua y Malibran existía un pequeño rancho que llevaba ese nombre y este estaba cerca de un panteón que existía en aquella época y que recibía el nombre de Malibran, ahí en ese pantanoso lugar rodeado de médanos y nopaleras, tenía su palacio la condesa de Malibran, ésta, repito era una mujer bella y sumamente hermosa, su nacarada tez hacia contraste con su negra cabellera, sus ojos del color del azabache despedían miradas desafiantes algunas veces y otras tiernas y dulces que parecían pedir amor dándole un toque muy distinguido a su recia personalidad.

El esposo por motivos de trabajo abandonaba el hogar por dos o tres meses, mismos que la condesa aprovechaba para coquetear con los hombres de su agrado.

Como en todo el tiempo han llegado a Veracruz embarcaciones de todas partes del mundo, en aquella época en una de esas embarcaciones siempre había alguien que le agradaba a la condesa y le invitaba a su palacio, mismo que adornaba con toda elegancia y rodeada de sus esclavos organizaba fiestas rimbombantes, aquellas fastuosas fiestas rebasaban las horas de la noche hasta el amanecer, al término de la fiesta todos marchaban contentos por la gran diversión que habían gozado y todo volvía al silencia, las puertas del palacio se cerraban quedando solo el invitado por la condesa para hacerle compañía a esta. Después de algunos días, la desaparición del joven marino se hacía notar, primero en la embarcación a la que pertenecía; y comenzaba la búsqueda, por todas partes se preguntaba por él y la misma gente que había estado en la fiesta, sorprendida se preguntaba que le había sucedido a aquel joven apuesto y de grata personalidad que había llamado tanto la atención en ellos, porque en todo momento de la fiesta siempre estuvo cerca de la condesa. La desaparición de aquel joven nunca se supo ni que fue de él, así fue pasando el tiempo y la condesa de Malibran todas las tardes acostumbraba pasearse por el pueblo en una lujosa diligencia jalada por magníficos corceles y un elegante cochero; cada vez que veía a algún joven de su agrado con atributos de simpatía, lo invitaba a su palacio para divertirse con el amorosamente, peo el joven invitado también desaparecía misteriosamente, no quedaba rastro alguno para encontrarlo.

Ella siempre orgullosa y a la vez humilde, seguía frecuentando a la bruja para rogarle que le quitara el maleficio de no poder tener hijos; y la bruja con ademanes implorantes seguía pudiendo a las fuerzas del mal que la condesa pudiera concebir hijos, después de tanta suplica maligna, la condesa se hizo en estado naciendo al poco tiempo un monstruo que con el solo hecho de verlo, aterrorizaba, su cabeza era sumamente grande y con un solo ojo, en cada mano tenía siete dedos y además defectuosos, largos y en lugar de uñas, tenía garras como las aves de rapiña, la condesa al darse cuenta de lo que había procreado sufría constantemente espasmos que la solían poner con cierta gravedad, pero a pesar de tan cruel e infame castigo, seguía invitando a los jóvenes que le simpatizaban a las noches amorosas que pasaba con ellos.

Tiempo después, una noche fría y húmeda con presagios de desventura, el esposo de la condesa llegaba a su hogar, el iba contento pensando en el encuentro con su esposa, se veía ya entre sus brazos disfrutando de sus tiernas caricias y halagando su hermosura y belleza, cuando el criado abrió la puerta del palacio, su sorpresa fue enorme, en los brazos del criado sostenía un bulto, era el hijo de la condesa, era el pequeño monstruo que sólo lanzaba espantosos gruñidos como queriendo hablar, como si quisiera decir algo, el conde al darse cuenta de aquella monstruosidad corrió al lecho de su esposa para preguntarle sobre el pequeño monstruo y otra sorpresa más desagradable recibía al encontrar en el lecho de la esposa a un joven entregado a las caricias de ella, lleno de cólera, el conde arremetió contra ellos, al verse atacada la mujer, su cara se tornó áspera un rictus de amargura se apreciaba en ella, pues iba tomando las facciones de la bruja que visitaba, su aspecto era horripilante, sus ojos parecían dos carbones encendidos, su cara estaba surcada por grandes arrugas, sus colmillos resaltaban horrorosos después de haber pertenecido a una dentadura fina, sus cabellos revueltos y erizados parecían espinas prestas al ataque.

El conde al ver la transformación que tomaba su mujer quiso gritar y un nudo sintió en su garganta con un miedo espantoso frente a ese espectro, desenvainó su espada para enterrársela en el corazón a su amada, haciendo lo mismo con el joven que la acompañaba en sus amoríos, una vez cometido el doble asesinato fue al encuentro del criado y al encontrarlo le preguntó enfurecido a quien pertenecía ese monstruo que llevaba en los brazos, el criado sumido en una gran tristeza relata al conde que aquella horrible criatura era hijo de la condesa, sin poder controlarse, el conde tomó aquel fenómeno por los brazos y lo arrojó con fuerza junto a los cadáveres de quienes minutos antes había asesinado, el esclavo negro aterrorizado no sabía que hacer temblaba con fuertes convulsiones y en ese estado, cuando el conde le ordenara que diera sepultura a los cuerpos sin vida que estaban junto a ellos, el esclavo con el terror reflejado en su rostro señalaba hacia aquel pozo siniestro, diciéndole al mismo tiempo, que en ese mismo pozo infectado de lagartos, la condesa había arrojado al fondo a varios jóvenes que invitaba a sus orgías y que junto con ella, primero los mataba a golpes para arrojarlos con toda vileza a que fueran bocado para aquellos animales feroces y hambrientos.

El escuchar el conde todos los horrores que cometía su mujer la condesa de Malibran, junto con el esclavo negro, arrojó al fondo de aquel pozo los fríos cuerpos de quienes un día gozaron de los placeres del mundo y que acababan en forma por demás grotesca. Cuando los cuerpos cayeron al fondo del pozo, una horrible risotada acompañada de largos lamentos que dejaban escucharse en el lúgubre y tétrico palacio, extendiéndose la carcajada y los lamentos por toda la campiña de Veracruz. Cuenta la leyenda que el conde se volvió loco y que se le veía seguido, por las calles del pueblo gritando fuertemente, justicia, justicia, y que muera la condesa de Malibran, esos terribles gritos del conde se escuchaban terroríficos llenos de espanto y de venganza, sonaban como fuertes alarido de animales salvajes al acecho de la presa.

La misma leyenda sigue contando que en esos lugares inhóspitos en ese entonces siguieron pasando casos misteriosos, esos mismos casos se repiten en las obscuras noches de verano, cuando la quietud deja sentirse y el profundo silencio se impone par hacer ver en esas mismas calles, hoy la fragua, la de Mario B. Remes hasta la calle de Malibran, donde de repente aparece el siniestro pozo junto a él la lujosa diligencia llevando en si interior a la condesa que lleva cargando al pequeño monstruo que en vida el propio destino le diera como hijo, ahí se le ve arrastrando la vieja maldición que siglos atrás aquélla hechicera le dejara en su profecía, junto a ellos, el conde que va en lúgubre carroza con un cochero elegantemente vestido y con un látigo en la mano, más adelante una sombra misteriosa que ríe a carcajadas lazando unos lagartos con las fauces abiertas y la condesa en un grito ahogado dice: perdón, perdón, perdón.

Así acabo aquella hermosa mujer, la condesa de Malibran que a través de los años sigue cobrando vida entre las personas.

Del estado de Veracruz.

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