XVIII - Cuento

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Epístola de un violinista

Había llevado una semana sin recibir correspondencia. Lo que parecía un buzón vacío; se dejó llenar rápidamente por una carta, por una epístola sellada. Esa mañana, antes de preparar cualquier mundano deber, optó por ojear con extrañeza la carta en mano. Desconocido desdobló en el buzón, en cara contra la puerta que no controlaba la súbita dicha de sorpresa, empezó a leer palabra por palabra admirando la fluidez de prosa maravillosa. Su sazón era deguste de corazón y alma; el ritmo  musical aparecía seguida de inmediatez. Gustó de un auge casi romántico por repetir la carta, acompañándole del más puro café que profundice el devenir de cada verso desde el remitente. Recostado el ser sobre la cama; cerrando ambos óculos con temporalidad; las palabras bailan unísonas excitando subconscientemente la oscuridad cuya mente imagina; se abren nuevamente los ojos con vislumbres volteando en dirección hacia él tragaluz, donde no hay más que un cuadro de hojas siendo  bañadas de luz magnificente, y ahí, apareció ese mismo ritmo; danzando entre puntos luminosos que lo dotaban de forma: atractiva en todo sentido. Lo veía: las sombras eran su traje, redondeado rostro, con una serie de movimientos de agudeza flamenca. Intrigante sentimiento afloró desde esta carta y de este lector. Y ahora toda mañana ha de esperar carta de su violinista poeta.

Monólogos, diálogos, frases y uno que otro cachivacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora