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Hay pocas cosas peores que crecer sin una madre, o con un padre negligente.

Maedhros tenía ambos problemas.

Cuando su padre decidió dejar su tierra natal, abandonó a su madre y los llevó consigo innecesariamente. Se preocupaba más por la línea de joyerías que eran su propiedad, que por sus siete hijos.

Maedhros, siendo el mayor, se hizo cargo de todos sus hermanos. Aprendió a cocinar, a curar heridas, a hacer las compras y a contar historias para hacerlos dormir.

Lo dio todo por ellos, incluso su mano derecha, que perdió salvando a sus pequeños hermanos de un incendio.

No conocía a mucha gente de su edad. Había madurado demasiado rápido. Su único amigo era un despreocupado Mairon, que se sentaba a su lado en la universidad. Ni siquiera le gustaba la carrera, pero era lo que necesitaba para cuidar bien de su familia.

Tampoco sabía si tenía parientes. Su padre nunca habló de ello, o de nada en realidad. Fëanor vivía encerrado en su oficina, y cuando salía era para decirles lo decepcionado que estaba de sus acciones, sin darse cuenta de las cosas buenas que sus hijos tenían.

Podía ser que, al final, necesitaban a alguien que enmendara sus vidas.


Mairon llegó como siempre; elegantemente tarde. Arrojó sus cosas en el puesto y ocupó su lugar junto a su mejor amigo.

Su cabello era naranja, largo y sedoso, siempre suelto. Sus ojos eran color oro, y su cuerpo era delgado y esbelto, a pesar de que comía por montones. Ese día llevaba un saco blanco que se le ajustaba a la perfección y una camiseta negra que rezaba: "I prefer men for breakfast".

-¿Me perdí algo importante?

Maedhros negó con la cabeza y se frotó distraídamente la muñeca. La prótesis se estaba clavando en su piel. Tendría que ir más tarde a que la ajustaran. Su amigo se inclinó hacia él para copiar los apuntes.

-Iré a vivir con Mel.

-Si te oye decirle así, te va a dar una paliza-murmuró, escribiendo a toda velocidad.

-"Felicidades, amigo, me alegro mucho por ti"-replicó Mairon con voz sosa en una imitación burlona.

-Ajá...

Se quedaron en silencio un buen rato. Solo se oía la voz aburrida del profesor.

-Algo te pasa- dijo finalmente.

Maedhros no le respondió. Él si quería pasar la materia (y tampoco quería hablar de eso con alguien como Mairon).

-Caranthir se metió en problemas-intentó adivinar.

El menor suspiró y decidió dejar los apuntes o su amigo no lo dejaría en paz.

-Mi padre no apareció el sábado.

Mairon alzó las cejas, en una expresión incrédula.

-¿En el cumpleaños? ¡Incluso Melkor fue conmigo! ¿Qué pasó con Amrod y Amras?

Melkor era su novio, el mafioso más peligroso de Arda, e inesperadamente agradable si se lo proponía.

-Estuvieron llorando. Se sentían tan mal que los dejé faltar a la escuela hoy.

-Te acompañaré después de clase.

Bien, Mairon podía ser bastante insoportable, pero por pequeños gestos así era que se llevaban bien. El maia era un ser caprichoso y difícil de entender, así que a su mejor amigo no le resultaba sencillo adivinar cómo actuaría.

-Gracias, supongo.

Las clases siguieron como siempre, aburridas. Ninguno de los dos estaba ahí por decisión propia. Había sido la primera carrera en la lista de la universidad, y puesto que no sabían qué hacer con sus vidas, les pareció bien tomarla.

Al salir se detuvieron un rato a dejar la prótesis de Maedhros para que le hicieran el ajuste y luego emprendieron la ruta de todas las tardes en busca de sus hermanos. Maglor ya debía estar en casa, así que pasaron por Celegorm (que por alguna razón era rubio), Caranthir y Curufin. La última parada fue su casa, enorme y fría, todo menos un hogar.

Estaba en silencio, y en cuanto cruzaron la puerta, todos se marcharon a sus habitaciones dejando solos a los dos amigos.

Se sentaron a la mesa, cada uno con un triste sándwich como almuerzo. Mairon pudo ver las dos cabecitas pelirrojas en una esquina y les sonrió.

-¿A quienes tenemos aquí?

Los gemelos corrieron a abrazarlo, y después de recibir un dulce corrieron escaleras arriba. El maia miró inquisitivo a su amigo.

-Me da la sensación de qué pasa algo más.

Maedhros asintió lentamente.

-Él medio hermano de mi padre vendrá con sus hijos un tiempo.

Mairon abrió los ojos en sorpresa.

-No sabía que tenía hermanos.

-Yo tampoco si viene al caso.

El silencio volvió durante unos minutos.

-Si yo fuera tu, agarraría a mis hermanos y me largaría de aquí. Estoy seguro de que Manwë te dejaría regresar a Valinor si te disculpas por las atrocidades de tu padre, o quizá si vas con el Thingol y Melian.

-Sabes bien que Thingol odia a nuestra estirpe. -murmuró amargamente.

-Pero es sabio y compasivo, o eso he oído.

El pelirrojo negó con la cabeza.

-Estoy aquí atrapado. Pero ten por seguro, si pudiera irme, lo haría incluso sin decir adiós.

Sin merecer un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora