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Mairon estaba entretenido en la cocina cuando alguien tocó la puerta. Melkor se quejó desde el sofá.

-Abre la puerta, ¿quieres?

El maia bufó y se apartó el cabello de la cara. Hacía calor. Cuando abrió no pudo evitar sorprenderse por la presencia de su elfo favorito.

-¿Que haces aquí a esta hora?

-No pienso regresar a esa maldita casa. ¿Tu novio me deja quedarme?

Mairon le echó un vistazo al vala, que seguía inmerso en la televisión. Les hizo un gesto que ambos interpretaron como un si y Maedhros entró con toda libertad, teniendo cuidado de agacharse para no topar el marco de la puerta. No entendía como Melkor podía vivir así, siendo más alto que él.

El vala tenía el largo cabello negro y ojos oscuros, pero era tan apuesto como sus hermanos. No solía cambiar mucho de forma, y tampoco era tan cerrado como Manwë. Su vocabulario era obseno y vulgar, le gustaba tomar bastante y llamaba de todas las formas ofensivas que podía a su novio, pero era su extraña forma de decir que lo quería. Y Mairon se desvivía por él. A pesar de tener sirvientes, se encargaba de cocinar y hacer todo personalmente para complacerlo. Maedhros no podía decir que eran su pareja ideal.

-¿Tu padre otra vez?-preguntó su amigo mientras volvía a la cocina.

-No quiero hablar de eso.

Robó una cerveza de la nevera y se dejó caer junto a Melkor en el sofá, dándose la libertad de cambiar la película, que rayaba lo pornográfico, por algo más. No pudo evitar notar que el vala llevaba los tres silmarils en una cadena que colgaba de su cuello.

-Estaba en la mejor parte...

-Sólo estaban teniendo sexo.

-Exactamente. Por si no te has dado cuenta, mi puta no está aquí ahora. De algún modo me tengo que divertir.

Empezaron a pelearse por el control remoto, cambiando de canal cada vez que uno lo conseguía por unos segundos, hasta que Mairon los detuvo.

-Ustedes dos parecen niños. La cena ya está lista.

Maedhros corrió hacia la cocina antes de que Melkor se follara a su amigo ahí mismo en su presencia. No era el mejor lugar para quedarse, pero al mismo tiempo dolía saber que se sentía más cómodo ahí que en su casa.



Cuando la casa estuvo sumida en un silencio sepulcral, Fingolfin se permitió subir a la habitación de su medio hermano para hablar con él. Fëanor estaba trabajando, como siempre, esta vez en un collar de diamantes. Parecía que no le importaba lo sucedido horas atrás.

-¿No te importa lo que sucedió con los chicos?-preguntó en voz baja y sin saludar.

-Ya no son niños. No voy a aguantar sus berrinches.

Fingolfin puso una mano entre la mesa y su rostro, interrumpiéndolo.

-Son tus hijos. Si no te vas a hacer cargo de ellos, pudiste habérselos dejado a su madre.

El mayor lo miró furioso, sus ojos ardiendo intensamente, y lo apartó brusco.

-No eres nadie para venir a decirme cómo criar a mis hijos. Largo.

-Tú no los criaste-replicó sin miedo- Maedhros lo hizo. No sabes ni siquiera cuando cumplen años, y no compartes una sola comida a su lado. Te importa más tu trabajo de lo que te importarán ellos jamás.

Fëanor se puso de pie, lleno de ira, y lo hizo retroceder.

-Tú no tienes idea de todo lo que pasé. Si no te largas en este mismo momento, no respondo.

Sin merecer un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora