Extra 1

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Maedhros apretó la mano de su pequeño hermano y con el brazo derecho acomodó el gorro en la cabeza del otro. Hacía demasiado frío en Mordor, y no quería que los dos mocosos se le enfermaran por andar jugando.

Apenas llevaban una semana en su nueva casa, pero los gemelos habían insistido en ir a visitar a su prima.

El helado lugar no era una maravilla, pero la ciudad era pequeña, acogedora y segura para los niños, con escuelas y una buena universidad. Y como un plus, contaban con la protección del mismísimo señor oscuro en persona.

Agradecía que sus hermanos se habían adaptado fácilmente al cambio, aunque eso no significase que no extrañaban su antigua vida.

-¿Ya vamos a llegar?

-Solo un poco más. Amrod, ciérrate bien el abrigo. Si te enfermas, yo no voy a estar cuidándote. Y tú, Amras, no te alejes de mí. Sabes que solo tengo una mano.

Afortunadamente, logró controlarlos hasta llegar a la vivienda de su tío. La casa no era tan grande, pero si de buen gusto. Fingolfin los recibió con una sonrisa y dejó que los gemelos corriesen en busca de Aredhel.

-¿Como va todo?-preguntó con dulzura.

-Mejor de lo que pensé. Se están adaptando muy bien.

Fingolfin asintió.

-Es un buen lugar. Gracias por traernos.

-No iba a dejar que mi padre se saliera con la suya.

El mayor fingió no oír ni una palabra acerca de Fëanor.

-¿Los niños se comportan?

Maedhros suspiró.

-Todavía no nos hemos asentado. Solo necesitan tiempo...

~•~

Eso había dicho meses atrás, y estaba empezando a volverse loco. Maglor había sido muy considerado y agradecido. Ayudaba con sus hermanos y no se encerraba tanto en su habitación, pero su mayor problema y dolor de cabeza era Caranthir.

-¡Por Manwë, ¿Por que tienes que darme tantos problemas?! ¡Ni siquiera Celegorm y Curufin son tan terribles como tu!-exclamó en otra de sus discusiones.

-¡No me grites! ¡No he hecho nada malo!

-¿Nada malo? ¿Empujar a uno de tus compañeros al lago no es nada malo? ¡El agua está a dos grados bajo cero! ¡Pudo haberse muerto de hipotermia!

-¡Él me estaba molestando!

-¡Esa no es excusa para comportarte de esa forma! ¡Eres un hijo de Finwë, actúa como tal!

-¡Tu no eres mi papá para decirme que hacer! ¡Ojalá me hubiese quedado en Beleriand con él!

Los otros niños abrieron la boca, impactados, pero no se atrevieron a decir nada mientras Caranthir salía furioso de la habitación. El silencio que se había apoderado de la habitación era pesado y tenso.

El pequeño Amrod se atrevió a acercarse a su hermano mayor.

-¿Mae? ¿Estas bien?

Él respiró profundamente y fingió una sonrisa.

-Si, no pasa nada. Ya casi es hora de dormir, todos arriba.

Los menores obedecieron, y uno a uno subieron las escaleras hasta que solo Maglor se quedó con él en la habitación.

-No lo dice en serio-susurró, apoyando una mano en su hombro- Es un niño y no sabe lo que dice.

-Pero tiene razón, Kanafinwë. No soy su padre y nunca lo seré.

~•~

Mairon suspiró hastiado.

-Eres el ser más depresivo que he conocido en toda mi existencia. ¡Toda! ¡E imbécil además!

Maedhros difería en eso, pero prefirió no interrumpirlo.

-¿Que no te das cuenta? ¡Eres más padre de esos mocosos que Fëanor en persona! Desde que te conozco, hace lo que parece una eternidad, tu te has hecho cargo de ellos. Joder, que nunca he visto a tu padre pasar tiempo con ustedes. Le cambiaste los pañales a los gemelos, les enseñaste a hablar y caminar, ayudaste a los otros con sus tareas... ¡Incluso Maglor te ve como una figura paterna!

-Pero...

-¡Déjame hablar en paz! Le das demasiadas vueltas al asunto. Todo lo que necesitas es ser un poco más firme, dejarles en claro que les guste o no tu te haces cargo ahora. Y si por añadido al fin te dignas a ir tras Fingon, ya les habrás dado una madre.

El pelirrojo se abstuvo de decirle que de ninguna manera "iría tras Fingon". Pero en cierto modo tenía razón. Ya no había vuelta atrás, lo quisiesen o no. El resto de su vida sería en ese sitio, probablemente, y si no querían aprender por las buenas, tendría que ser un poco más duro.

-Estás un poco zafado de la cabeza, pero tienes razón. Gracias, zanahoria.

-Zanahoria tu abuela, hijo de perra-le soltó el maia, molesto.

~•~

Maglor de verdad quería estrangular a su hermano menor, pero conteniéndose decidió esperar a que el mayor regresase a casa y pusiera en su lugar al mocoso arrogante del demonio de una buena vez por todas. Y, gracias a los valar, sus plegarias para que el tiempo transcurriese más rápido fueron escuchadas. Maedhros llego una hora antes de lo acostumbrado.

A pesar de que los últimos meses no habían sido un paraíso, ya no se veía tan cansado como la semana anterior. Era en cierto modo increíble como se veía más imponente y fuerte cuando no estaba exhausto.

El pelinegro ni siquiera quiso decir buenas tardes antes de señalar acusadoramente a Caranthir.

-Llamaron de la escuela porque a alguien le pareció divertido colgar un orco desde el balcón del segundo piso.

Hubiese sido menos grave si hubiese sido un animal y no uno de sus compañeros de clase.

Los demás hijos de Fëanor empezaron a caminar hacia las escaleras, dispuestos a evadir la regañada que le darían a Caranthir, pero fueron detenidos.

-Nadie se mueve.

La voz firme de su hermano mayor los sobresaltó a todos.

-Tu no me dices que hacer-determinó Caranthir y decidió irse a su cuarto.

Maedhros lo sujetó por la camisa y lo obligó a volver sobre sus pasos, sentándolo con fuerza en el sillón.

-Ya tuve suficiente de tus niñerías. Cumplirás seiscientos trece años pronto, y sigues actuando como si tuvieras tres.

-¿Y que? Déjame en paz, tu no eres papá.

-¿No? ¿Que ha hecho tú papá por ti? Anda, dime. -Caranthir no respondió, anonado, y el pelirrojo continuó -¿fue él el que te contó historias para dormir? ¿Fue él el que te acompañó a tus cursos después de clases? ¿Compartió una cena contigo alguna vez? ¿Salía de su oficina para ver cómo estaban sus hijos?

Los ojos del niño se llenaron de lágrimas, y lentamente negó con la cabeza. Maedhros se arrodilló a su lado y le secó el rostro con delicadeza, pero solo sirvió para que él se echara a llorar, porque sabía que ese tacto gentil nunca lo habría recibido de su progenitor.

-Yo no quiero nada malo para ti -susurró el mayor, abrazándolo contra su pecho -Sólo quiero lo mejor para ustedes. Si tienes problemas, Maglor y yo estamos aquí, y lo sabes. Y si no estamos nosotros puedes hablarle a nuestro tío, o incluso a Mairon y a su novio, que los adoran tanto a ustedes. Somos tu familia y no te vamos a dejar nunca.

El pelinegro asintió entre lágrimas y lloró en el hombro de su hermano, pero definitivamente un peso se había ido.

Sin merecer un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora