31-12-2049, 17:31, Hotel Arts

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Max salió del ascensor en el momento justo en el que la misteriosa chica rubia entraba en una habitación al final del pasillo. Se acercó lo más rápido que pudo, y picó a la puerta de la habitación 45. No abrió nadie, así que optó por otra opción:

-Servicio de habitaciones, Servei d'habitacions, Room service.

No escuchó nada. Probó de abrir la puerta, y se sorprendió al abrirla sin ningún tipo de dificultad.

- ¿Hola?

Entró a la habitación, y al momento se arrepintió de haberlo hecho.

Dos hombres vestidos de negro sujetaban a la chica por los brazos tapándole la boca con un trapo. Uno era alto, moreno y llevaba gafas de sol. El otro era bajito, castaño y llevaba un pañuelo que le tapaba la cara dejándole solo a la vista unos ojos marrones. 

Las cuatro personas presentes en la habitación, más bien tres ya que la chica estaba inconsciente, mantuvieron un tenso silencio. Max se había quedado helado ante la situación.

- ¿Qué...? -fue lo único que Max pudo decir.

De repente, el alto sacó una pistola y disparó varias veces en dirección a Max, pero este fue rápido y se escondió detrás de la pared que daba al pasillo.

- ¡Llévatela imbécil! -oyó gritar al alto.

Max escuchó como arrastraban a la chica. Decidió que lo mejor que podía hacer era salir de ahí y llegar al ascensor con vida. Ya avisaría a alguien más tarde. De momento lo más importante era seguir con vida.

Max salió corriendo por el pasillo, pero se dio cuenta de que no podría esperar a que el ascensor llegara, así que entró en la escalera. Si quería salir de ahí, debía darse prisa. Bajó unas dos plantas cuando oyó como la puerta por donde él había entrado se abría.

Max se quedó helado, incapaz de moverse. Temía que su vida acabara allí, en un hueco de la escalera. Se oyeron varios pasos que bajaban escalones, por lo que Max decidió continuar bajando poco a poco los escalones. El hombre de negro aceleró el ritmo, y cuando Max pensó que no saldría de allí con vida, escuchó un walkie talkie, de aquellos que se usaban años atrás, decir:

-BFF, Manuel, la he encerrado en la furgoneta. BFF, te espero en el muelle, deja al chico.

-Entendido- dijo el tal Manuel.

Oyó la puerta cerrarse y decidió bajar las escaleras lo más rápido posible. Debía salvar a la chica. Treinta y cuatro plantas más abajo, Max salió al vestíbulo principal, donde la mayor parte del personal del hotel se preparaba para la fiesta de aquella noche, y salió corriendo hacia la calle. 

El tramo final del Carrer de la Marina estaba lleno de turistas y de gente que intentaba coger sitio para la celebración de aquella noche tan especial. Entre la multitud, visualizó a Manuel, el alto, que caminaba rápidamente por el Paseo. Lo vio subirse a una furgoneta verde antigua, de las que funcionaban con gasolina, que ponía: Fruites Lombard, directement de l'hort. Antes de que Max pudiera acercarse, la furgoneta aceleró y a una velocidad vertiginosa, cruzó la rotonda de delante de los rascacielos.

Max no perdió el tiempo. Se acercó a un puesto donde alquilaban bicicletas eléctricas para turistas, de las que pedaleabas y producías electricidad, y alquiló una. Les siguió por la Calle de la Marina.

Cuando les alcanzó, decidió quedarse unos treinta metros por detrás, pero gracias al tráfico de la tarde, no les perdió de vista. Por encima de sus cabezas, los drones repartidores enviavan los últimos pedidos del año a sus destinatarios. Una gigantesca nave que iba en dirección al Puerto pasó volando por encima de la ciudad, proyectando en ella una gigantesca sombra que enseguida desapareció. Continuaron todo recto, y cada vez que Max veía que frenaban, se escondía detrás de algún coche o Edriver que hubiera por ahí.

Giraron a la derecha en la Avenida Meridiana, hasta que llegaron a la Plaza de las Glorias Catalanas, donde despuntaba la torre Agbar. La torre estaba siendo reformada, por lo que se encontraba llena de paneles y grúas automáticas. Vio como en lo alto del edificio brillaba el cartel en 3d de la McLight Company, ahora dueña del edificio.

La furgoneta entró en el aparcamiento de la torre y Max les siguió. Allí abajo no había nadie, por lo que decidió dejar la bicicleta en la rampa de acceso y se escondió detrás de una columna. Desde allí vio como sacaban a la chica de la furgoneta y la arrastraban hacia las escaleras. 

Una vez que entraron, Max esperó unos minutos y se acercó sigilosamente a la puerta de las escaleras. El hecho de que llevaran a la chica inconsciente a la sede de la empresa que organizaba la fiesta no le gustaba nada. Llegó a la puerta, la abrió y lo siguiente que recordó fue un gran golpe en la cabeza.

8 horasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora