31-12-2049, 16:18, Distrito de L'Eixample

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-En resumen, con una máquina que ha inventado para ver el futuro ha visto que esta noche a las doce en punto una bomba va a explotar en el Hotel Arts durante la fiesta de Año Nuevo, ¿no?  -preguntó la agente Aguilar.

-Sé que suena un tanto raro, pero deben creerme, si no lo hacen morirán muchas personas.

-De acuerdo, en mi opinión, creo que usted ha empezado la fiesta demasiado pronto. Venga, váyase antes de que le arreste.

-Pero...

-Fuera, ¡venga!

Segundos más tarde, se encontraba literalmente de patitas en la calle. Él ya se esperaba algo así, por lo que decidió hacer lo que le parecía más lógico, ir al Hotel Arts a buscar alguna pista, y sabía cómo hacerlo.

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Justo cuando Max iba a abrir su apartamento compartido, la puerta se abrió dejándole ver a su compañero de piso Xavi. El chico era bajito, pero en si era guapo. Era castaño, con ojos verdes, y bastante musculado.

-Me acabas de pillar, ahora iba a ir hacia el hotel -dijo cerrando el apartamento.

-Ya, de eso quería hablarte, ¿puedo ir contigo ahí arriba? Es algo muy importante.

-Pues claro, no tengo problema, total soy su D.J., por cierto, tengo una entrada para ti.

Max se asustó tanto al oír aquello, sentía cómo si se estuviera sellando su destino. Bajaron las escaleras del anticuado edificio donde vivían. Se había construido durante la expansión de la ciudad, en l'Eixample, y ya había cumplido los cien años. Aun así, el edificio estaba equipado con las mejores tecnologías. En realidad, la ciudad no había experimentado cambio alguno durante cincuenta años. Una ley propuesta hacía treinta años, hecha para preservar el patrimonio barcelonés, prohibía demoler y construir edificios en toda la zona barcelonesa, razón por la cual las zonas de rascacielos nuevos estaban más allá de Montjuïc. En cierto sentido, la ciudad seguía igual que hacía treinta años.

-Bueno, no estoy seguro de lo que haré esta noche -respondió Max, mientras andaban.

-Venga, ¡si es la fiesta más solicitada de Europa!

Llegaron al Passeig de Gràcia, y Max observó a los artistas callejeros. Incluso siendo el último día del año y a estar a una temperatura de 9°C,   los actores callejeros continuaban haciendo mímica, bailando o posando. En ese sentido, Barcelona no había cambiado. Entraron a la parada de metro de Passeig de Gràcia.

-Bueno, -dijo pensativo Max- te quiero contar una cosa.

Max pensó que se merecía saberlo, ya que lo había visto en lo alto de la torre Arts. Llegaron al andén, y en menos de un minuto ya apareció el tren. Subieron y, finalmente, se lo contó.

Xavi estuvo callado hasta que llegaron a la parada de Ciutadella-Vila Olímpica. Salieron al sol invernal que había en la calle, y observaron la silueta de las dos torres, que llevaban más de cincuenta años allí. A Max le extrañaba que aquello fuera a ser destruido en siete horas y diez minutos.

-Lo que me has dicho... es una broma, ¿verdad?

- ¡No! Va totalmente enserio. Si quieres ven conmigo al laboratorio y te lo enseño.

-Venga ya, ¿una máquina que ve el futuro? Eso es imposible.

-No, no lo es. Puede que hace veinte años no, pero con la tecnología actual sí. Y yo lo he hecho.

- ¿Y la supuesta máquina no puede haberse estropeado? A ver, ¿cómo funciona?

-Verás, a groso modo, funciona a base de estadísticas y probabilidades, extraídas de Internet, Esercher y apps similares. Y predice lo que, según los cálculos y la lógica, va a pasar.

-Mira, si quieres te puedo llevar al mirador, pero a partir de ahí estás solo. Yo estoy muy ocupado para jugar a esos juegos.

Después de decir eso, le dio un pase que le permitía entrar al mirador y se fue caminando solo hacia el rascacielos. Y así se quedó Max, mientras pensaba que había perdido a su mejor amigo.

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Max, cansado, miró por última vez el skyline de Barcelona. El parque de la Ciutadella estaba justo a sus pies, repleto de gente disfrutando del sol que hacía aquel día. Hacia el noroeste estaba la Sagrada Familia, que se preparaba para celebrar el veinticinco cumpleaños de su construcción el año que viene. Montjuïc y el Hotel Vela despuntaban en el sud de la ciudad, mientras el parque del Tibidabo y Collserola descansaban al oeste. La nueva zona centro, llamada El Poble, se localizaba pasada la montaña de Montjuïc. Sus rascacielos brillaban con el sol de la tarde. El Puerto, un rascacielos de 1 quilómetro de altura, uno de los puertos espaciales más importantes del mundo, seguía recibiendo naves. La Avenida Diagonal iba muy cargada, pese a ser por la tarde.

Después de haber registrado todo el mirador, lo único que dedujo Max era que aquella iba a ser una noche genial. Había sofás y puf repartidos por el mirador, y mesas que se llenarían de comida y bebida aquella noche. El escenario donde estaba la mesa de mezclas estaba en el centro, para que el sonido llegara igual a todo el mirador.

Se dirigió al ascensor más cercano. Al menos si no había encontrado nada, diría al organizador que reforzara la seguridad.

Entró al ascensor y pulsó el botón de la planta 41. Medio minuto después, se encontraba en la antesala del despacho del organizador.

Justo cuando había entrado en la sala, la asistenta del organizador le dijo que esperara unos diez minutos, que el organizador había salido.

Aquel año la organización y todos los preparativos estaban a cargo de una empresa americana, la McLight Company, que se había ganado su fama al organizar las fiestas de año nuevo de Nueva York, París, Londres... así que este año la Generalitat los había contratado.

La antesala tenía una pared hecha completamente de cristal, dando directamente al Mar Mediterráneo. El sol se reflejaba en el agua, dejándote ciego si mirabas al mar directamente.

Max miró el reloj, las 17:25. De repente un hombre de mediana edad irrumpió en la sala. Era bajito, calvo y parecía estar muy furioso. Detrás de él entró una chica rubia y alta. A Max le dio un vuelco el corazón. Era la chica de su "visión".

-But dad...- dijo la chica.

-No, we spoke about this in New York. You're gonna stay here with me.

-That's no...

-Shut up and go to your bedroom! - exclamó el hombre.

Max sabía lo suficiente de inglés para entender aquella conversación. A continuación, la chica volvió al ascensor y Max vio como pulsó la planta 36 antes de que se cerraran las puertas. El hombre, con un acento claramente norteamericano, dijo:

-Lo siento, estoy muy ocupado. No puedo atender a nadie.

A Max poco le importó. Entró al ascensor y pulsó la planta 36.

8 horasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora