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He visto a un hombre parado a la orilla del mar

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He visto a un hombre parado a la orilla del mar. Lleva una sotana negra y llora durante los atardeceres. A pesar de su juventud, se encorva de vez en cuando, como si un peso muy grande estuviera sobre sus espaldas.

Sufre igual que yo lo hice alguna vez por ti. Sufre por alguien que no ha vuelto y que probablemente no vuelva jamás, un soldado, cuentan por ahí, o ¿Un coronel? No estoy segura.

Lo único que se a ciencia cierta se es que él seguirá llorando cada noche y cada día, porque el regreso que espera jamás ocurrirá.

Así son las cosas durante la guerra, con el tiempo te haces a la idea, a veces ni siquiera necesitas recibir el informe por parte del ejército. Está muerto, lo sabes, yo lo supe de inmediato, que mi marido no volvería. Tu también lo supiste.

La diferencia es que tú y yo estábamos felices por ello y él no encuentra consuelo en su soledad.

Me imagino que su perdida es tan dolorosa como lo fue para mi el día de tu boda. Ese fatídico instante en que tuve ver él colocaba un anillo en tu dedo. Debe ser igual de horrible que cuando te mudaste por un tiempo a vivir en sus tierras, dejándome atrás casi por completo. O cuando fui obligada, en medio del dolor, a contraer nupcias con el viejo general.

Fueron tres años de agonía ¿Cuántos le esperan a él? ¿Cuánto tiempo mantendrá la esperanza? Para él, esto apenas ha empezado.

Para nosotras todo ha terminado. Somos libres incluso aunque nos encontramos en la más absoluta desgracia. Gracias a nuestros trabajos podemos estar juntas, las mujeres ya no somos el suelo que pisan los hombres, somos el techo de los desvalidos. Los cadáveres de los soldados muertos fueron enterrados por nosotras y las casas derrumbadas se alzaron gracias a nuestras manos callosas.

Ahora ya casi no hay niños ni ancianos en el pueblo, los pocos infantes que quedan han sido acogidos en la iglesia por ese hombre de sotana negra. Él los cuida, mientras nosotras trabajamos.

Las cosas han cambiado para todos después de la tragedia. Tú ya no tienes que fingir que amas a tu marido, nada de salidas a los viñedos los fines de semana o las fiestas de té en las que fingías que eras como las demás señoritas de clase alta.

No.

Ahora la clase alta apenas y puede llamarse así, pero a pesar de las carencias, tus sonrisas son tan genuinas como cuando éramos niñas.

¿Cuándo se esfumó la felicidad de tus ojos?

No lo recuerdo bien, me parece que fue en el momento en que quedaste atada a ese hombre. Tu marido, el que te lastimaba cuando estaban a solas y fingía ser un hombre modelo frente a los demás. Yo lo supe desde el principio, la mueca tensa en tus labios y en ligero temblor que se apoderaba de ti lo dejaban todo claro. Era un lobo con piel de oveja, pero a pesar de su impoluto disfraz pude ver a través de él. Después de todo, yo también tenía a un experto en disfraces en casa.

Me acuerdo de que éramos la envidia de todo el mundo. Dos hombres regios con sus hermosas mujeres, caminando bajo el sol con sus sombreros de plumas y vestidos de fina seda. Sonreíamos como si no le temiésemos a nada, como si la oscuridad no nos esperara en casa. Ocultábamos la verdad de los ojos indiscretos, porque no les interesaba ver lo malo, tratábamos de fingir que había al menos una persona siendo feliz en los alrededores.

Ahora somos desgraciadas, sin embargo, hemos encontrado la dicha en ello.

Las mansiones, los coches y las telas caras se terminaron. Ya solo tenemos el viñedo, donde producimos bebidas baratas que se venden de a montones y que, a pesar de ello, apenas nos dan para vivir. Somos muchas las que nos reunimos en estas tierras para trabajar. Algunas esperan sacar lo suficiente para mantener a sus hijos, mientras otras tratan de llenarse el estómago con lo poco que ganan. Todas han abandonado los sueños, a pesar de que ahora tienen la posibilidad de soñar.

Algunas se rindieron en el camino, pero tú no lo has hecho y el hombre a la orilla del mar tampoco.

Ha pasado ya un año desde el cese al fuego y los niños en la iglesia comienzan a pasar frío. Esta navidad no habrá juguetes ni villancicos. Pero tú y yo trabajaremos duro para conseguir suficientes mantas y comida. Ellos merecen pasar una buena noche, nosotras también. Ya he comenzado a tejer junto con el resto de las chicas, no han podido evitar estar un poco emocionadas por el evento. Una gota de felicidad ha caído en sus lenguas después de la tremenda sequía de depresión que han pasado, como si de pronto todo comenzase a normalizarse un poco. Casi pueden saborear los viejos tiempos.

Ellas esperan que todo vuelva a ser como era antes. Pero apegándome a mi naturaleza egoísta, yo deseo que el presente siga su curso. Deseo seguir viviendo en la misma pequeña casa donde alguna vez jugamos juntas y fuimos felices. Quiero seguir despertando a tu lado, verte sonreír cada mañana, porque así los músculos ya no duelen y no hay hambre ni frío.

Eres lo que me mantiene viva, lo que me incita a seguir adelante. Eres la cuerda que me mantiene en movimiento.

Creo que nunca había amado tanto como hasta ahora y jamás añoré con tanta fuerza el permanecer a tu lado.

A veces veo al hombre junto al mar y me pregunto ¿Es posible vivir con semejante pérdida? Imaginarme la vida sin ti me llena de miedo, arrastra mi alma a un cuarto oscuro en el que me falta el aire y me da vértigo.

El tiempo que estuvimos separadas, ese en el que fuimos devotas esposas, parece lejano frente a mis ojos. No lo recuerdo con claridad y tampoco deseo hacerlo. Algunas mañanas me despierto creyendo que la guerra nunca ocurrió y siento ganas de llorar al girar el rostro, sabiendo que lo encontraré a él. Pero eso nunca ocurre, así que lloro de felicidad porque eres tú a quien veo.

Eres la persona ilumina mi vida, eres a quien quiero amar y a quien pertenezco.

Ahora que Noche buena está cerca solo quiero decirte una cosa, no habrá una gran fiesta como cuando éramos mujeres de sociedad, pero seré inmensamente feliz de estar a tu lado ¿Compartirás ese sentimiento conmigo?

Espero con ansias tu respuesta, una que sé que me darás con palabras dichas de tus labios. Porque desde que comenzaste a hacerlo, nunca te ha dado pena hablar sobre tus sentimientos en voz alta. Eres un ave cantora por naturaleza ¿Qué se le va a hacer? Es una de las cosas que más me gustan de ti. Tu eres mi voz y mi vida, espero lo sigas siendo hasta que alguna de las dos tenga que partir.

Esa clase de amor (Antología)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora