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Las sonrisas le quedaban bien. Cuando comencé el cuadro, lo imaginé sonriendo, pero después de un rato, cuando el boceto desapareció debajo de la pintura combinada con liquin, las cosas cambiaron. Su rostro estaba serio y sus ojos tristes.

La verdad detrás de aquellos ojos terminaría siendo la resolución de nuestra historia.

Nosotros nos conocimos en una subasta organizada por la escuela. Él estaba ahí, acompañando a un amigo suyo y nuestros asientos quedaron contiguos. En esa subasta le pedí su número, pasamos un buen rato y quedamos en contactarnos algún día.

Pasaron sólo un par de días antes de que le mandara un mensaje para salir por ahí y terminamos quedando en una cafetería cerca de la escuela. Entonces descubrimos que teníamos mucho en común y continuamos hablando durante algunos meses, sólo como amigos.

Durante ese tiempo, a veces él tenía novio, a veces no, pero estaba manteniéndome firme por una oportunidad, porque me había dado cuenta de que me interesaba más que como sólo amigos. Aquel chico me gustaba demasiado como para rendirme a la primera de cambios, era fascinante, inteligente, tenía la sonrisa más bonita del mundo y cuando decía la más bonita, me refería en serio a la más bonita.

Sin embargo, sonreía poco, su mente parecía estar pérdida en la lejanía cuando pensaba que los demás no se daban cuenta, se veía como un pájaro de alas rotas, añorando el cielo que no podía surcar. Sus ojos eran grandes y brillantes, muy expresivos, me recordaron a cierto cervatillo que me hizo llorar con su historia cuando era niño.

Su sola existencia parecía haber sido sacada de un libro de poesía, me di cuenta de eso desde la primera vez que hablamos. Era especial.

Claro que eso de "especial" era algo subjetivo, lo más probable era que hasta ese momento no hubiese hallado alguien que contara con todas las características en justa medida para encantarme. Cada vez que charlábamos pasábamos horas antes de separarnos, teníamos una afinidad increíble en todos los aspectos y, además, los dos amábamos a Monet.

La gente siempre me decía que no me veía como el tipo de persona a quien le iría una obra tan cursi como la de Monet, que me quedaba mejor Goya.

Todos eran una bola de cabrones.

Pero él no hizo ningún comentario con respecto a mis gustos, parecía que el solo hecho de encontrar a alguien que compartiera sus aficiones lo hacía feliz. Cuando estábamos juntos brillaba con luz propia y eso me dio esperanzas, sin embargo, nunca pude cumplir mi cometido de plasmar toda aquella belleza vibrante en un cuadro.

—Tu pintura es demasiado honesta, quizás es eso lo que te impide alcanzar la perfección que tanto buscas.

Se supone que los profesores debían ser nuestros guías, pero al mío no le gustaba decir las cosas de manera directa, porque según él, no era su trabajo pensar por sus estudiantes.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2022 ⏰

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Esa clase de amor (Antología)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora