Ventanilla

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Jack había bajado a comer a eso de las seis de la tarde. En el comedor, apenas había una que otra persona, muy distantes en cuanto a consciencia, mirando el vacío y riéndose sin razón de vez en cuando. Jack los saludó como si estos lo escuchasen, ya que solía ser alguien muy alegre y educado. Cuando llegó a la cocina, la cocinera lo miró con el entrecejo fruncido.

—Ha pasado la hora del almuerzo. Me sorprende que los enfermeros no te trajeran a rastras estando tú en los puros huesos.—Jack se encogió de hombros. A veces el personal tenía tanto trabajo que se olvidaban de él.

—Tenía frío. —Comentó rascándose la parte de atrás de la nuca. La mujer de tez morena, rizado cabello y un cuerpo muy robusto asintió a la idea, dándole la razón.

—En eso tienes razón, chico. Fue un día terrible. Todos comenzaron a reclamar por más abrigos y frazadas para sus camas. Mandaron a varios a comprar más, como si el reciento tuviera presupuesto para eso. El invierno aquí es terrible.—la mujer se mordió los labios para no soltar una maldición o palabra inapropiada. Ese día más de uno había rechazado su comida, y la había lanzado a la basura o escupido en su cara. ¿Qué más se podía pedir de locos?

—Berta...— comentó como un niño regañado Jack, encogiéndose en su lugar sin saber a donde irse. Un pequeño escalofrío lo invadió producto de las bajas temperaturas. A pesar de que tenía puesto una camisa y suéter blanco muy abrigado, su cuerpo no parecía cooperar en mantener el calor. Los dedos de sus pies se mantenían congelados aún en sus abrigadas botas, y sus rodillas parecían flaquear ante su propio peso.

—Sí, sí. Espera un rato en el comedor, afuera. Te he hecho unas de avena con pasas, otras de manzana y unas pocas con nueces.

—¿Nada con chocolate?

—Mira, muchacho. Agradece que la doctora te aprecia. Siendo otra, ya te habrían entubado y llenado de cables para hacerte comer a la fuerza. —Jack no respondió nada. Tenía mucha razón.—Ahora ve y espera sentado, te haré una taza de chocolate caliente.—el muchacho castaño sonrió ante aquello. Se acercó a la mujer que comenzaba a preparar todo para la cena, y depositó un beso en su mejilla, para luego marcharse sin retraso. Berta no reaccionó, como si le hubiera importado un comino la muestra de afecto del chico. Pero una vez éste la dejó sola entre sus ollas y sartenes, soltó un suspiró adolorido. Ojalá tan buen chico no estuviera en aquel lugar.

Jackson salió muy despreocupado a tomar un asiento cerca de las grandes ventanas, limpiando con la palma el empañado vidrio reforzado para lograr ver algo a través de él. Generalmente se sentaba muy alejado del resto, casi en un rincón donde nadie lo notara. Pero ahora que estaba relativamente solo en aquel enorme sitio, no sintió la necesidad de retirarse a "su" rincón. Aprovechó para ver el paisaje. Por lo general gastaba horas y horas de su vida mirando al exterior, fascinado cuando algún niño corría por allí junto con sus amigos, gorros de lana y un trineo. Como quería andar en trineo... Juntó sus manos y trató de calentarlas soplando aire cálido desde su boca. Vaho salió de sus labios, divirtiéndole. A veces le gustaba fingir que fumaba un cigarrillo, a pesar de que en realidad jamás había tenido uno real en sus labios. Cuando estaba de más concentrado mirando los detalles del abandonado bosque que rodeaba al psiquiátrico, notó como un vehículo perteneciente a la institución aparcaba afuera. Jack enarco una ceja, notando como sus conocidos enfermeros corpulentos y fuertes bajaban de ese vehículo, abriendo las puertas traseras del coche. De ahí, ambos hombres extrajeron el cuerpo inconsciente de un chico ( u hombre. En realidad no podía ver bien debido a la nieve que caía a grandes cantidades) Recordó entonces que la psicóloga le había mencionado que habría un nuevo paciente.

Chains and WiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora