IV. ¿Cuanto aguantaré?

23 1 0
                                    

       Ahora todo ha cambiado. Ha pasado mucho tiempo y muchos acontecimientos con el tiempo. Ya no te necesito como antes, por lo menos no tanto.
       Encontré la calma en otro lado que no sos vos, en otra canción, en otro cielo, en otra noche cálida. En otra persona.

       Lo que hoy importa es que son las tres de la madrugada y yo estoy escribiendo para vos, mientras vos dormís hace horas.
       Por si no lo entendés, quiere decir que no te he olvidado.
       Y, por cierto, nunca lo haré. Plantaste una semilla en mi mente, y ahora el árbol está crecido.

       Ya me acostumbré a que te fueras, no te preocupes si te vas de nuevo.
       Me prestaste calma cuando la necesitaba y me hiciste buscar la mía cuando vos no estabas.
       Fui tu aprendiz, y ahora soy yo el que brinda calma a otras personas que la necesitan de verdad. Es un gran ejemplo de que se puede dar lo que no se tiene, aunque el mejor ejemplo es el amor.
       Y ahora que lo pienso, quizás vos me dabas lo que necesitabas: alguien que te de seguridad, alguien que te enseñe, alguien que te guíe; y sólo pudiste encontrar a esa persona en el espejo.

       Esta vez te estoy hablando a vos, en lugar de hablar sobre vos, porque siento que ya era necesario.
       Antes te veía intocable, inalcanzable, pero desde que vi que yo también te había enseñado cosas a vos todo ha sido distinto.
       Eso no quiere decir que ahora te vea desde arriba, para nada. Nunca voy a estar más alto que a tu lado.

       Siempre sabés, y eso me mata. Hasta sabés ocultar cuando no sabés algo.
       Y aunque muchas cosas sean distintas, yo todavía soy la duda, la confusión, el problema, el inconveniente, la ansiedad. ¿Vos? Ni es necesario que lo diga.
       Posdata: igual que antes, todo lo contrario.

       ¿Cuánto aguantaré sin tu tranquilidad esta vez?

Acá tenés mi espírituDonde viven las historias. Descúbrelo ahora