Prologo

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Los niños podían ser crueles o bien no saber que decían y solo repetían las palabras de sus padres en voz alta sin ningún tipo de filtro.

Por ello, cuando Melany Daubney, le dijo que los padres se iban porque no querían a sus hijos, Leah, no supo nada más que hacer que llorar. ¿Acaso había sido una mala hija, y por ello su papá se fue? o era, ¿por qué era rara?, cómo solía decirle la pequeña de trenzas pelirrojas.

Esa tarde el único que la pudo sacar de su estado de llanto fue Teddy Lupin, que se encontraba con ellas en Estados Unidos por una temporada, quien desde ese momento se convirtió en su príncipe azul, ese que veía en las películas de princesas.

De su infancia se acordaba de pocas cosas, y mucho menos de sus cuatro años, pero si tenía algo grabado en su cabeza, y ni con el más poderoso obliviate lo podría olvidar. Quizá para él fueron palabras de consuelo o para que dejara de chillar cómo bebe. Pero para ella, una pequeña que soñaba con príncipes y dragones, esas palabras quedaron grabadas en su memoria.

Todos se burlaban de ella, porque hasta los ocho años, ella profesaba amor eterno a Teddy. Pero quién había hablado de matrimonio en un primer lugar, quería aclarar, no había sido ella.

Entre princesas, lobos y garrapatasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora