Héroes sin gloria

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Mi sueño se convirtió en una pesadilla. Comencé a pensar que ya no encontraría una salida, no había lugar en donde refugiarme, no había nadie con quien pueda contar para no luchar sola contra eso.

Pasaba el tiempo y no lograba recuperarme, las recaídas eran peores cada vez. Aquello que creía que podía quitar de mi cabeza cuando quisiera, se convirtió en mi peor enemigo y jugó conmigo. Fueron días que se hicieron meses, y meses que se hicieron años.

Y ya no lograba distinguir que era normal, no entendía lo que la gente decía. No aceptaba que quizás había ido demasiado lejos, que necesitaba ayuda.

Me esforzaba para no sentirme avergonzada por lo que comía, intentaba no mirarme en el espejo, intentaba, me esforzaba, y de nada servía.

Me costaba concentrarme en lo que hacía, la tarea de la escuela, los exámenes, las coreografías que tenía que aprender en danza.

Tampoco podía seguir el hilo de las conversaciones, por lo que poco a poco fui alejándome de mis grupos de amigos y de los que conservaba, poco sabían de lo que me estaba pasando. No podía permitirme que sintieran pena por mi, porque era lo que yo quería, era lo que yo había elegido.

Mi cuerpo hablaba por si solo, mi piel estaba pálida y siempre tenía frío y me sentía débil. Pero no podía parar.

Leía frases que me incentivaban a dejar de comer. Hacía dibujos para hacerme creer que en realidad debía bajar muchos más kilos de los que me había propuesto, escribía palabras de odio hacia mi cuerpo para que me de asco estar dentro de el, y ya no querer pertenecerle.

Veía fotos de mujeres extremadamente delgadas y no dejaba de verlas hasta no sentirme lo suficientemente mal como para no volver a comer por días, para poder ser como ellas.

Me había obsesionado tanto que ya no podía hacer nada que no sean cosas para estar más delgada, y aunque tenía miedo, no había forma de acallar los pensamientos que me obligaban a comportarme de esta manera.

¿Quién iba a entenderlo? ¿Quién podría escucharlo sin salir corriendo?

Mis ojos pedían a gritos ayuda pero solo recibían miradas frías e hirientes. Y es que no les importaba por lo que estaba pasando, solo no querían cargar con el peso de que algo malo me suceda frente a ellos, sentirse inútiles por no poder ser los héroes de la historia, por no poder salvarme. No querían ayudarme, solo querían hacerme sentir egoísta y estúpida.


Piel y huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora