Oscuridad

980 60 3
                                    

Oculté esta enfermedad todo el tiempo que pude para nadie salga herido. No creía que alguien fuera capaz entenderlo a menos que lo haya pasado pero tampoco quería que nadie descubra todo lo que había hecho mal, ni por cuento tiempo.

No podía dejar de pensar que era una persona destructiva, tanto para mi como para los demás. ¿Por qué no podía comer sin sentir culpa? ¿Por qué no podía sentirme bien con mi cuerpo? ¿Por qué elegía mentirle a todo el mundo para lograrlo? ¿Por qué prefería sentir hambre?

Todas estas preguntas no solo no tenían respuesta, sino que me llevaban a sentir que estaba perdiendo la cabeza. Y no podía dejar de pensar en terminar con eso de una vez.

¿Por qué mierda no me mato ahora mismo? ¿Soy tan cobarde?

Todos los días me levantaba y me decía a mí misma: quizás hoy sea el último día. Quizás hoy ya no haya más preguntas. Quizás hoy no tengas tiempo a sentir que te volviste completamente loca.

Hay una sombra de muerte que me persigue a donde voy desde la primera vez en que pensé que ser flaca solucionaría todos mis problemas.

Le llamamos "Ana".

Ese es el nombre que le ponemos a esa voz que nos ayuda a conseguir, cueste lo que cueste, el premio más preciado: ser piel y huesos.

Ana comienza siendo una voz amigable pero estricta. "Mejor no comas eso, tiene muchas calorías", "si bajaras un poco de peso te sentirías mejor", "no vayas a esa reunión con tus amigas, sólo comerán cosas que no son saludables".

Con el tiempo, se hace más fría y menos comprensiva. "¿Cómo pudiste comer todo eso? Pareces un animal que no puede controlarse. Das asco."

Se vuelve tan exigente que fallarle genera una culpa demasiado grande, y como sabe que no queremos desviarnos de nuestro objetivo, nos ofrece una alternativa.

Mía.

Purgar a veces era suficiente para sentirme mejor. Pero otras veces, también sentía culpa por haber vomitado.

¿Qué clase de persona soy? ¿Cómo puedo hacer una cosa así? Esas dos preguntas, por horas, sin poder pensar en nada más.

Y aunque no tenga sentido, para aliviar el dolor que me generaba todo esto, comencé a cortarme.

Los momentos antes de hacerlo me sentía nerviosa, la mano me temblaba y tenía miedo. Al pasar el filo de la cuchilla por la piel, sentía primero un poco de ardor y luego, calma. El ver brotar la sangre hacía que de a poco, me pueda tranquilizar.

Después de eso, tapaba los cortes, secaba mis lágrimas y seguía con mi vida como si nada hubiese pasado.

Con el tiempo, algunas cicatrices quedan y otras desaparecen. Pero hay cortes que dejan cicatriz no sólo en la piel, sino en la memoria.

Hubo veces en las que creí que quizás había ido demasiado lejos, que había cortado demasiado profundo, que quizás ya no hubiese vuelta atrás. Ese miedo de la muerte acechando, no se olvida nunca. Ni aunque la cicatriz desaparezca.

Cuando recuerdo todo esto, solo veo oscuridad.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 18, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Piel y huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora