Faltaba una hora para que amaneciese y diese comienzo el enfrentamiento sangriento, sin embargo, el príncipe de Dragonstone, Rhaegar Targaryen se encontraba sumido en sus pensamientos analizando una y otra vez los acontecimientos del atardecer del día anterior. Había querido parlamentar con Robert y previsivamente este se negó a cualquier trato con su persona a menos que fuese para luchar cuerpo a cuerpo.
Rhaegar no era un tonto, conocía a su primo y los rumores que le precedían, tenía una alta probabilidad de morir a manos de él y sus planes para el Trono de Hierro se vendrían abajo sin siquiera haber comenzado. Si moría, todo el tiempo invertido para poner de su lado a la mayor parte del reino habría sido en vano.
Cuando el sol comenzó a asomarse por el Este, Rhaegar se dedicó enteramente a infundir la confianza necesaria a sus hombres pues muchos de ellos jamás habían estado en un campo de batalla y sin lugar a dudas estaría aterrados apenas comenzará la masacre, armo a unos cuantos y prometió el fin de la guerra otros tantos.
Paso alrededor de una hora antes de que el príncipe de Dragonstone se colocara el yelmo del dragón tricéfalo y montase en el semental negro que le había acompañado desde el inicio de la campaña.
—¡Se que tiene miedo! —gritó mientras se movía entre los hombres—. ¿Y por qué no habría de ser así? Todos hemos oído lo que ha hecho el bando rebelde, los han llamado bestias, monstruos y guerreros.
Miro atento a todos los que pudo, el miedo surcaba por la mirada de todos ellos. Jóvenes, muchos de ellos eran demasiado jóvenes para su gusto, no quería volver a ver algo así y debido a ello la rebelión de Robert finalizaría ese día.
—¡Pero nosotros sabemos que esos son solo rumores! —vocifero—. Los rebeldes no son bestias, son hombres y los hombres sangran. ¿Acaso no somos nosotros también guerreros?
—¡SÍ! —gritó la multitud.
—El Guerrero estará de nuestra parte —animó—. ¡Yo estaré con ustedes en el campo de batalla, luchando por ustedes, por el Trono de Hierro y por un futuro en el que nuestros hijos e hijas vivan en un reino en paz! ¡¿Lucharan por mí?!
—¡¡¡SÍ!!!
Y así dio comienzo la batalla en el Trident, la experiencia de los hombres del bando de Robert era evidente, la ventaja de Rhaegar eran los números, sin embargo, pareciera que eso ya no importaba. Por cada hombre de rebelde morían tres de la Corona, la única manera de acabar con el enfrentamiento era asesinado a la cabeza de los rebeldes.
Tuvo que pasar casi media mañana y la perdida de su caballo para poder encontrarse cara a cara con Robert Baratheon a pocos metros del vado, Rhaegar se hallaba perfectamente bien, sin ninguna herida a diferencia de Robert que estaba sangrado profusamente, aquello había hecho creer a un pobre tonto que tenía la oportunidad de acabar con la guerra por lo que se lanzo sin escuchar el grito de su príncipe.
La ira de Robert hizo que golpeara su martillo con tal fuerza el pecho del desconocido que el yelmo salió volando. Algo aparentaba haber aumentado la fuerza del Baratheon, tal vez, ver al mismo Rhaegar tan cerca suyo le dio la fuerza que necesitaba, el príncipe no lo sabía pera sin duda comprendía que no importaba la cantidad de heridas que Robert pudiese tener, nada lo detendría de llevar a cabo su venganza en contra de hombre que había secuestrado a su prometida.
Rhaegar Targaryen se preparó, manteniendo en alto su escudo no atacaría directamente, sabía que su fuerza era menor que la de su primo pero tenía dos ventajas, su rapidez y ligereza. Blandir un martillo de ese tamaño podría ser fácil para Robert, sin embargo, usarlo sin descaso terminaba por alentar al portador.
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El reinado del Dragón (EDITANDO)
Fanfiction«Del Tridente regresó el que no debía.» ¿Y si en lugar de Rhaegar hubiese muerto Robert? ¿Y si ese fuera el final de la rebelión del señor de Bastión de Tormentas? ¿Qué le depararía al príncipe dragón? ¿Cuál sería su destino? ¿Qué papel ejercer...