Chocolat, vanille et fraise

Indecencias en el tren

AU Victuuri.
R-18.
Sexo en público.

Sala Crispino es una estudiante de 18 años. Llegó a Japón como estudiante de intercambio y un día ajetreado fue testigo de algo que solo ocurre en las páginas de internet para adultos.

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Era una tarde por demás ajetreada, Sala acababa de salir de sus clases extracurriculares y corría para hacerse de un lugar en el tren. Era una enorme hazaña pero lo consiguió, una vez estando sentada prosiguió a colocarse sus auriculares para poder hacer más ameno el trayecto. Tenía un mes desde que se mudó de su natal Italia para residir sus estudios en el país del sol naciente.

No era aburrido, tenía una compañera rusa con la cual veía por las noches películas de todo tipo, claramente las pornográficas eran sus favoritas. Y sí de pornografía se trataba, las relaciones homosexuales eran sus favoritas. Tenía un extraño fetiche por ver a dos hombres o mujeres copulando, aquel acto la excitaba más que si alguien la tocara a ella. Sacudió su cabeza, tratando de ahuyentar esos pensamientos nada propios de una dama.

El tren se detuvo y varias personas salieron de el mientras otras más ingresaban. Frente a ella se posicionó una hermosa nipona de cabello corto, -que podría decir que era corte de hombre- los ojos de aquella chica eran de un ordinario café y estaban detrás de unos lentes de marco azul; llevaba el típico uniforme escolar y se notaba algo tímida ya que, atrás de ella se puso un chico alto que tenía el cabello de un inusual plateado, largo y atado en una coleta alta. El tren se puso en marcha y con el, la experiencia que jamás olvidaría.

La bella chica frente a ella trastabilló con el arranque del tren y el chico rodeó su estrecha cintura con un brazo. Sala no prestó mucha atención ante aquel gesto, tal vez sólo son novios y por eso era tanta la cercanía.

Todo iba sin precedentes, estaba a poco de quedarse dormida pero la música dejó de reproducirse y con el ceño fruncido sacó su celular, la batería estaba agotada; a punto de sacarse los auriculares, metió el celular en su maletín pero un movimiento de parte de la pareja frente a ella hizo que mantuviera los audífonos en sus oídos.

El chico acariciaba las piernas blancas, arrastrando las yemas de sus dedos para después marcar el camino recorrido con sus uñas y la chica simplemente cerraba sus ojos y apretaba el maletín más a la altura de su cintura. Sala no sabía si lo disfrutaba pero los indicios que daban aquellas expresiones la hacían confirmar de lo rico que sentía por las caricias recibidas.

No podía quitar su vista de aquellas acciones eróticas, de un momento a otro no importó que el transporte fuera hasta el tope de gente, de un momento a otro sólo eran esa pareja y Sala que los observaba sin ningún disimulo. Ante sus ojos purpura ocurría el acto más natural del ser humano aunque le huera gustado que su teléfono aun tuviera batería para poder grabar aquel acontecimiento que, estaba segura, solamente le pasaría una vez en la vida y ese era un verdadero privilegio.

Sala que observaba todo desde primera fila, divisó que la ropa interior era bajada a la altura de las rodillas y la propietaria de esos lindos cacheteros de encaje rosa pastel separó las piernas mientras se aferraba al brazo que la rodeaba y bajó el maletín que sostenía, fue ahí donde Sala notó algo sumamente extraño. La falda de la chica se había levantado considerablemente.

- No puede ser -pensó.

No era normal, sabía que lo que había llevado a que la falda estuviera levantada no era porque el chico de pelo plata le estuviera metiendo mano, al menos no mostraba meterla ahí adelante sino atrás. Sus orbes purpura se abrieron de par en par cuando el chico levantó la falda de la chica y reveló su sexo.

No era una vagina sino un pene. Un pene pequeño de color rosa.

-Un trap -dijo y después cubrió sus labios con las palmas de sus manos.

- ¿Te gusta lo que ves? -el chico de cabello plata le preguntó, éste se abrazaba al joven nipón y su mirada azulina era nublada por el deseo y éxtasis del momento- ¿verdad que es delicioso?

Sala no sabía que responder, estaba en shock. Abrió la boca pero la volvió a cerrar, boqueando como si fuera un pez. Pudo volver a sí cuando el japones gimió y mordió sus labios, desde ese ángulo vislumbró que el chico estaba siendo penetrado. De manera instintiva, estiró su brazo y tocó los labios del japones y bajo su mano; acariciando sus mejillas, bajando por el cuello hasta llegar a el pecho. Rebuscó por encima de del uniforme los pezones. Mordió su labio cuando los encontró y se dio la libertad de pellizcarlos logrando así otro gemido del japones.

La Italiana sentía dentro de su ser un nido de emociones. Era algo nuevo para ella y sin pudor alguno, coló su mano libre por debajo de su falda para tocar su húmeda intimidad. Ver como aquellos chicos de su edad disfrutaban del placer más grande no hacía más que excitarla. Estar presente en como aquel chico de cabellos plata penetraba a profundidad al castaño y aumentaba la velocidad de las embestidas dándoles igual que alguien ajeno los fuera a reportar por hacer tal promiscuidad. Eso sólo la hacía desear más.

Un par de estocadas más y visualizó la mejor expresión orgasmica, en ningún vídeo porno logró ver tal satisfacción. Y entonces ella no quiso quedarse atrás y tomó el pequeño pene rosado del japones y comenzó a masturbarlo, no fue por mucho tiempo ya que el japones en cuestión de minutos eyaculó y de su maletín tomó pañuelos y se limpió.

El chico de cabello plateado tomo de la cintura a su amante y la guió a la salida del tren no sin antes darle un guiño. Sala se preguntó si todo aquello era real. Suspiró y retiró su mano de su intimidad, dio un recorrido con la mirada a su alrededor para percatarse que el tren estaba solo y ella había llegado a su destino.

Corriendo llegó a su departamento y entró como terremoto a su habitación.

- ¿Que ocurrió? -preguntó su compañera.

Sala sacó su cajita debajo de su cama y de ella sacó un dildo rosa que le recordaba a las bragas del chico de esa tarde.

- Está noche jugaremos.