Capitulo 12

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En este punto es preciso actualizar un recuerd cien veces aún más penoso para los alemanes. Lo alemanes han defraudado a Europa con la última grande cosecha cultural que se le brindaba, la del R nacimiento. ¿Se comprende, se está dispuesto a co prender, por fin, qué cosa fue el Renacimiento? Fue la transmutación de los valores cristianos, la tentati­va, emprendida por todos los medios, apelando a to­dos los instintos, a todo el genio, de llevar a su pleni­tud los valores contrarios, los valores aristocráticos... No ha habido hasta ahora más que esta gran guerra; no ha habido planteo más decisivo que el del Renaci­miento; mi cuestión es la de él. ¡No ha habido tam­poco ataque más directo, lanzado más estrictamente en toda 6a línea y apuntado al mismo centro! Atacar en el punto decisivo, en la propia sede del cristianis­mo, y entronizar en eila los valores aristocráticos, esto es, injertarlos en los instintos, en las más soterradas necesidades y apetencias de sus ocupantes... Percibo una posibilidad henchida de inefable encanto y suges­tión: dijérase que rutila con todos los estremecimien­tos de refinada belleza; que opera en ella un arte tan divino, tan diabólicamente divino, que en vano se re­corren milenios en busca de otra posibilidad semejan­te. Percibo un espectáculo tan pleno de significación a la vez que maravillosamente paradojal, que todas las divinidades del Olimpo hubieran tenido un mo­tivo para prorrumpir en una risa inmortal: Cesare Borgia coma papa... ¿Se me comprende?... Pues éste hubiera sido el triunfo por mí ansiado: ¡así hubiera quedado abolido el cristianismo! ¿Qué ocurrió? Un monje alemán llamado Lutero vino a Roma. Este mon­je, aquejado de todos los instintos rencorosos del sacerdote fallido, se sublevó en Roma contra el Renacimiento... En lugar de comprender, embargado por la más profunda gratitud, lo tremendo que había ocurri­do: la superación del cristianismo en su propia sede, sólo supo extraer de este espectáculo alimento para su odio, El hombre religioso sólo piensa en sí mismo. Lutero denunció la corrupción del papado, cuando era harto evidente lo contrario, o sea, que la antigua co­rrupción, el pecado original, el cristianismo, yà no ocupaba el solio pontificio. ¡Sino la vida!; ¡el triun­fo de la vida!; ¡el magno sí a todas las cosas subli­mes, hermosas y audaces! ... Y Lutero restauró la Iglesia, atacándola... ¡El Renacimiento, un aconteci­miento sin sentido, un esfuerzo fallido! ¡Lo que nos han costado esos alemanes en el transcurso de los siglos! En vano; puesto que tal ha sido siempre la obra de los alemanes. La Reforma, Leibniz, Kant y la llamada filosofía alemana, las guerras de "liberación", el Reich, coda vez más inútil para algo ya existente, para algo irrecuperable... Confieso que esos alemanes son mis enemigos; desprecio en epos la falta de lim­pieza conceptual y valorativa, la cobardía ante todo honesto sí y no. Desde hace casi un milenio han enre­dado y embrollado todo lo que tocaron; tienen sobre la conciencia todas las cosas a medio hacer. ¡Y ni a medio hacer!, de que está aquejada Europa; tienen sobre la conciencia también, la forma más sucia, más incurable, más irrefutable del cristianismo que existe: el protestantismo... Si no se logra acabar con el cris­tianismo, los alemanes tendrán la culpa...

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He llegado al final y pronuncio mi veredicto. De­claro culpable al cristianismo, formulo contra la Igle­sia cristiana la acusación más terrible que ha sido formulada jamás por acusador alguno. Se me aparece como la corrupcióil más grande que pueda concebir­se; ha optado por la máxima corrupción posible. La Iglesia cristiana ha contagiado su corrupción a todas las cosas; ha hecho de todo valor un sinvalor, de toda verdad una mentira y de toda probidad una falsía de alma. ¡Como para hablarme de sus beneficios "huma­nitarios"! Abolir un apremio, cualquiera que fuese, era necesario a su más fundamental conveniencia; vivía ella de apremios; creaba eila apremios para perpetuarse... ¡Con el gusano roedor del pecado, por ejemplo, la Iglesia ha obsesionado a la humanidad! La "igualdad de las almas ante Dios", esa patraña, este pretexto para las rancunes de todos los hombres de mentalidad vil, este concepto‑explosivo que por úl­timo se ha traducido en revolución, idea moderna y principio de decadencia de todo el orden social, es simplemente dinamita cristiana... ¡Beneficios "huma­nitarios" del cristianismo! ¡Se ha desarrollado de la humanitas una contradicción intrínseca, un arte de la autoviolación, una voluntad de mentira a cualquier precio, una aversión y desprecio hacia todos los ins­tintos buenos y decentes! ¡Vaya unos beneficios del cristianismo!

El parasitismo es la práctica exclusiva de la Igle­sia; con su ideal de anemia, de "santidad", chupa toda sangre, todo amor, toda esperanza en la vida; el más allá como voluntad de negación de toda reali­dad; la cruz como signo de la conspiración más solapada que se ha dado jamás, contra la salud, la belleza, la plenitud, la valentía, el espíritu y la bondad del alma; contra la misma vida...

Esta acusación eterna contra el cristianismo la quie­ro escribir en todas las paredes; yo tengo un alfabeto aun para los ciegos... Llamo al cristiano la gran maldición, la gran corrupción soterrada, el gran instinto de la venganza para el cual ningún medio es bastante pérfido, furtivo, subrepticio y mezquino; le llama, en resumen, el borrón inmortal de la humanidad.

¡Y eso que he tornado como punto de partida de la cronología el dies nefastus en que comenzó esta fa­talidad, el primer día del cristianismo! , como punto de partida el último, ¿el de hoy? ¡La transmutación de todos los valores! ...

FIN DE

"EL ANTICRISTO"

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EL ANTICRISTO-Friedrich NietzscheWhere stories live. Discover now