Que la fe "salva" eventualmente; que la "salvación" no convierte una idea fija necesariamente en una idea cierta; que la fe no mueve montañas, pero supone montañas allí donde no hay ninguna, es algo de lo que cualquiera se convence realizando una breve recorrida por cualquier manicomio. No convence, por cierto, al sacerdote; pues éste niega por instinto que la enfermedad sea una enfermedad y el manicomio un manicomio. El cristianismo ha menester la enfermedad, más o menos del mismo modo que el helenismo ha menester un excedente de salud; enfermar es el propósito subyacente propiamente dicho de todo el sistema terapéutico de la Iglesia. Y la Iglesia misma ¿no es el manicomio católico como ideal último? ¿No aspira eila a convertir el globo entero en un manicomio? El hombre religioso, como lo quiere la Iglesia, es un típico décadent; todas las épocas en que un pueblo se debate en una crisis religiosa se caracterizan por epidemias nerviosas; el "mundo interior" del hombre religioso se parece en un todo al "mundo interior" de los sobreexcitados y agotados; los "estados supremos" que el cristianismo ha suspendido como valor de los sabres sobre la humanidad son formas epileptoides; la Iglesia ha canonizado exclusivamente a locos o grandes embusteros in majorem dei honorem... En una oportunidad me he permitido calificar todo el training cristiano de penitencia y redención (para cuyo estudio se presta hoy día en particular Inglaterra) de folio circulaire metódicamente provocada, por supuesto que en una tierra propicia, vale decir, totalmente morbosa. Nadie está en libertad de abrazar el credo cristiano; al cristianismo no se es "convertido"; hay que estar lo suficientemente enfermo para poder ser un cristiano... Nosotros, los otros, que tenemos valor suficiente para ser sanos, y también para despreciar, ¡cuán profundamente nos es dable despreciar una religión que ha enseñado a entender mal el cuerpo! , ¡que se aferra a la superchería referente al alma!, ¡que señala la alimentación insuficiente como un "mérito". ¡que combate la salud teniéndola por una especie de enemigo, diablo y tentación! , ¡que se ha imaginado que cabe un "alma perfecta" en un cuerpo hecho nn cadáver y para tal fin tenía que inventar un concepto nuevo de la "perfección", un ser anémico, enclenque, estúpidamente exaltado, la llamada "santidad"; ¡santidad: a su vez una sintomatología del cuerpo empobrecido, enervado, irremediablemente arruinado! ... El movimiento cristiano, como movimiento europeo, es desde un principio un movimiento global de toda clase de escoria y desecho (que a través del cristianismo quiere adueñarse del poder). No expresa la decadencia de una raza, sino que es un conglomerado de formas de la décadence de variada procedencia, que se buscan y se concentran. Lo que hizo posible al cristianismo no fue la corrupción del mundo antigun mismo, de la antigüedad aristocríctica, como se cree comúnmente; nunca se condenará con suficiente rigor la idiotez erudita que sostiene todavía punto de vista semejante. Precisamente en los tiempos en que en todo el Imperio Romano se cristianizaron las masas enfermas y corruptas del bajo pueblo, el tipo opuesto, el aristocratismo, hallaba su expresión más plena y hermosa. Se impuso la compacta mayoría; triunfó el democratismo de los instintos cristianos... El cristianismo no era "nacional", no estaba racialmente determinado; se dirigía a todos los desheredados de la vida y tenía sus aliados en todas partes. La básica de los enfermos, el instinto, ha sido vuelto por el cristianismo contra los santos, contra la salud. Todo lo bien nacido, orgulloso y soberbio, sobre todo la belleza, lastima su vista y oídos. Llamo una vez más la atención sobre estas palabras inestimables de Pablo: "Dins ha escogido a los necias según el mundo, a los flacos del mundo y a las cosas viles y despreciables del mundo"; tal era la fórmula, bajo este signo triunfó la décadence. Dios clavada en la cruz; ¿todàvía no se comprende la pavorosa segunda intención de este símbolo?: todo lo que sufre, todo lo que está clavado en la Cruz, es divino... Todos nosotros estamos clavados en la cruz, por consiguiente, somos divinos..., únicamente nosotros somos divinos... El advenimiento del cristianismo fue un triunfo. El cristianismo es la mayor desgracia que se ha abatido jamás sobre la humanidad.
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EL ANTICRISTO-Friedrich Nietzsche
NonfiksiEl Anticristo, maldición sobre el cristianismo, es una de las últimas obras del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Aunque fue escrito en 1888, su controvertido contenido hizo que Franz Overbeck y Heinrich Köselitz retrasaran su publicación, junto...