Merveilleux Et Magnifique

03.- La cata

La cata se llevó a cabo de forma "metódica". Severus disfrazó el veritaserum como una simple botella de agua a ojos de los Dursley. Petunia daba bastantes vueltas a la cocina solo para ver "si podía ayudar", pero ambos magos la despachaban con una semi-sonrisa diciendo que estaban bien y que gracias por ofrecerse.

Ambos sabían que Petunia Dursley estaba checando que no agregaran cosas "extrañas" a la comida, y hacía bien en no confiar, pero era bastante ilusa si creía que ellos harían magia tan evidente ante ellos. Severus tenía que recordarse constantemente en no maldecir a Petunia, Vernon y esa despreciable mujer, Marge Dursley.

Cuando afianzaron su relación, Severus le preguntó a Harry sobre "esos recuerdos de la alacena" y Harry ofreció que Severus entrara a su mente para que viera por si mismo los recuerdos. Fue horrible.

Severus pudo ver, en primera fila, los maltratos y abusos que su pareja había sufrido en manos de "esos", ni siquiera quería llamarles muggles por que no merecían siquiera ese nombre. Una cosa era no tener magia y otra era ni siquiera considerarse dentro de la especie humana. Los Dursley rivalizaban en su lista de "asuntos pendientes" con aquella "bruja cara de sapo rosado" que se estaba pudriendo en Azkaban, y por la cual, Harry tenía esa cicatriz de "no debo decir mentiras".

Nunca hablaban de sus cicatrices, ninguno de los dos. Pero lo hicieron un tiempo. Tenían que hacerlo o iban a explotar, Harry no soportaba pensar en todo el sufrimiento que había tenido su pareja a manos de los mortífagos, así que fue un shock para Harry saber que casi la mitad de esas cicatrices en aquel amado cuerpo, habían sido producto de las "bromas" de los merodeadores, sobre todo de Sirius. Las cicatrices del Lord eran las menos, las de los mortífagos eran varias, pero no tan extensas, parecía que los seguidores de Voldemort preferían las maldiciones que las marcas físicas. Un porcentaje significativo eran producto de su padre, así que Tobías Snape y los merodeadores eran los principales villanos en la vida de Severus.

Severus no pudo dejar de abrazar y besar cada cicatriz de Harry, una vez que supo la historia de cada una de ellas. Su amado Gryffindor había sufrido demasiado para su corta existencia, no había conocido nada de su mundo hasta los 11 años y de ahí, sus días iban desde la aclamación pública por una tragedia de la cual tuvo suerte de sobrevivir y del escarnio público cada que alguna cosa de él, no le gustaba al público en general. Severus se arrepentía de cada cosa que le había hecho a su amante durante sus años escolares. Harry no era como él creía y la vida no le iba a alcanzar para disculparse con él.

Ambos dejaron el tema de sus respectivas heridas luego de meses en que, quitando la escuela y sus actividades básicas, pasaron su tiempo libre hundiéndose uno en el otro y besando cada trazo de piel marcada, dañada y reparada con aquellas líneas imborrables como un recordatorio permanente de esos momentos de sus vidas.

Y ahora estaban en Privet Drive, varios años después de que Harry abandonara esta casa y entraron por su propio pie, solo para poder obtener una respuesta sincera a su comida. Querían que esta escuela funcionara, querían que el restaurante funcionará y debían obtener respuestas sinceras al sabor.

—¡Listo! Termine Sev—.

—Estará listo en 5—.

—¿Quieres que lleve estos a la mesa en lo que terminas? —.

—Sí, pero indícales que no deben comer nada hasta que estén todos los platillos en la mesa para poder anotar sus observaciones—.

Harry llevó sus platos de la forma en que lo hizo durante su pasantía en aquel restaurante. Aún debía darle comezón a aquel chef de vez en cuando, el hechizo no desaparecía hasta que se daba el contrahechizo, y Harry no lo había lanzado "muy bien". Nadie coqueteaba con su pareja y salía ileso.