Mi otra mitad.

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Las calles de la ciudad de Nueva York eran bulliciosas, mundanos y submundos iban y venían en una masa compacta que dotaba de vida este lugar... Valentine se moriría si pone un pie aquí. Sin embargo, como él  estaba ocupado con cosas más importantes me envío a mí a hacer un encargo estúpido.

   Localizar al brujo Supremo de Brooklyn: Magnus Bane.

   Padre quería saber si un brujo de su calibre estaría dispuesto a ayudar a la causa. Francamente lo dudo, ciertamente siglos atrás ayudó a los nephilim en más de una ocasión, pero en esta época se ha mantenido alejado y la preferencia hacia los de su raza se nota más que nunca... aún así es mi misión y no desaprovecharé la ocasión para divertirme.

   Algo bueno debe encontrarse en este rincón del mundo.

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   Bane el gato es estrafalario, escurridizo y se ha rodeado de salvaguardas muy poderosas, supongo que, si quisiera intentarlo, las rompería en un abrir y cerrar de ojos, aunque eso no me daría una buena carta de presentación y no quiero arruinar el negocio, sería maleducado de mi parte... realmente no creo que a Padre le importe mucho si los submundos se ofenden si no eres cortés con ellos, pero claro, está la cuestión insufrible de ser un Cazador de Sombras, descendiente de una de las más antiguas y prestigiosas familias, cuya estricta disciplina y superioridad no puede rebajarse en lo más mínimo.

   Ser hijo del sujeto más buscado por la Clave nunca ha sido fácil, siempre he vivido entre las sombras, acechando a las víctimas señaladas por mi progenitor, listo para atacar; nunca me he opuesto a él, será que sólo el se interesa por mí, o eso creo. De cualquier forma, fallar es inaceptable, estoy harto del látigo.

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   Según las últimas palabras de un vampiro, el Gran Brujo hará una fiesta pronto y sólo aquellos con invitación pueden asistir. Humph, ¿por qué se creerán tan importantes estas alimañas como para darse el lujo de exclusividad? Si no puedo obtener una invitación formal, tendré que acompañar a alguien, seguro habrá un estúpido semidemonio por ahí desesperado por tener una platillo de primera para presumir ante los otros antes de comérselo.

   Mientras limpió mi cuchillo el agradable aroma del café se cuela en mi nariz, donde hay café sin duda venden chocolate. Hace tiempo que no pruebo semejante manjar, no desde mi primera y, hasta ahora, única visita a París. Son tan escasas mis oportunidades de libertad que sería una tontería desperdiciar mi tiempo aquí. En la esquina de una calle está un local llamado "Java Jones", se ve algo mediocre, pero hay peores sitios y tengo hambre, quizás pida una empanada para acompañar mi bebida.

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   Tras eliminar el glamour que me oculta a los ojos mundanos y ponerme la bonita chaqueta que usaba el vampiro -no dejo de preguntarme cómo consiguió algo tan fino- para ocultar mis runas —no fuera a ser que uno de los enemigos de padre estuviera por ahí—, me dirijo al lugar. Una vez adentro soy atendido por una estúpida chica mundana que sonríe bobamente. Las mujeres, sin importar la especie, siempre actúan de la misma forma a mi alrededor, su cerebro deja de funcionar o algo así... Y justo como esta molesta adolescente rubia, escriben su número en el vaso, en un papel o en cualquier cosa inútil, como si fuera a interesarme, para esos juegos, las hadas son las mejores.

   Una vez sentado en un sillón individual le doy un vistazo mas detallado al sitio, no está nada mal, tiene un aire bohemio con todos los descoloridos sillones esparcidos irregularmente, parece que habrá una especie de evento en vivo en unas horas, si no fuera porque ese tipo de cosas suelen atraer multitudes, sería perfecto para mí, vendría de visita cada que padre me encargue hacer algo en este lado del mundo, sobre todo porque el chocolate es buenísimo.

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   Dos horas y cuatro combos dulces extra grandes después estoy listo para marcharme, necesito encontrar un acompañante para cierta fiesta, además de que los mundanos y sus insípidas vidas ya me están causando dolor de cabeza; no, el culpable de mi migraña es el tipo con el micrófono.

    —Cafe solo. Negro...como mi alma —escuchó decir a alguien.*

   Al levantar la cabeza hacia la persona que dijo eso, veo a un chico desgarbado alejarse de una belleza, una hermosa chica con el cabello rojo como la sangre. No sé que es, pero algo ruge en mi interior, una sensación ardiente recorre todo mi ser mientras una desconocida vocecilla parece decir, desde algún lejano rincón de mi cabeza: "es ella, es ella". Pero, ¿quién es ella?, ¿por qué siento que la conozco? Estoy seguro de no haberla visto antes, sería una imposible olvidarla. Anonadado por primera vez en mi vida, me quedó sentado, vigilándola. El mismo flaco de antes se reúne con ella y le ofrece un vaso, quizá también le gusta el chocolate como a mí, no me opondría a invitarle una taza de vez en cuando...

   ¿Por qué, en el nombre de Raziel hay un Cazador de Sombras aquí, siguiendo justamente a la bonita mujercita? Empiezo a creer que algo debía tener la bebida, no hay forma de que ésta sea capaz de ver al rubio ése, mucho menos seguirlo, ¡¿y por qué va tras él en vez de sentarse a mi lado?!

   Estoy a punto de ir tras ellos cuando un mensaje de fuego aparece frente a mí. Valentine me ordena regresar a Idris y esperar nuevas órdenes. Ése desgraciado, seguro se enteró dónde estoy y quiere castigarme.

   Muero por saber por qué un cazador tiene interés en una mundana, ¿será que no es lo que parece?; sin embargo, padre dio una orden, debo cumplirla, puede que esta información sea importante.

  Antes de irme veo una última vez la puerta por la cual salió, no sé por qué, pero estoy seguro de volverla a ver muy pronto, como si por fin hubiera encontrado mi otra mitad, ésa que perdí sin saberlo.

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*Diálogo sacado de Ciudad del Hueso.
*Este shot va dedicado a Saeta Otori, quien contestó correctamente —y obviamente ganó el derecho a escoger la siguiente historia— de donde era el verso que aparecía en Ballet Shoes, que originalmente formaba parte de este compendió de shots, antes de volverlo un mini ficc. Perdón por la tardanza, espero que te guste.

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