II: Discriminación

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Selena

Juraría que me estaba desmayando. Cuando desperté mi mamá no estaba en la casa. Creo que no lo había mencionado, pero, mi papá no vive con nosotras, se separó de mi mamá hace 4 años. Tampoco tengo hermanos, a veces le digo a mi mamá que quisiera tener un hermano o una hermana, pero ella siempre me dice que no puede porque no tenemos dinero, o que tal vez más adelante.

― ¡Selena! ―oí que mi mamá me gritaba, ya había llegado.

― ¡Ya voy!

Llegué hasta donde estaba ella y vi que había comprado algo. Comimos los hotdogs que ella había conseguido y después de eso me preparé para ir a la escuela.

Me cambié de ropa, me puse algo que mi mamá había comprado en una venta de garaje. Realmente no tenía muchas ropa, tal vez era por eso, porque era pobre; quizá por eso siempre me molestaban en la escuela.

Llegó la hora de irme. Salí de mi casa y caminé hacia mi terrible destino, no quedaba muy lejos. Mi escuela no era la gran cosa, otra de las consecuencias de ser pobre. Cuando llegué vi a Ally, mi única amiga en ese lugar.

―Hola Marie. ―me dijo Ally.

―No me digas Marie.

―Sabes que es jugando Selena. ―dijo y sonrió.

―Ya vámonos, se nos hace tarde. ―dije devolviéndole la sonrisa.

Empezamos a caminar hacia el salón. De pronto, sentí que alguien me metía el pie. Tropecé y los pocos libros que llevaba en las manos se me cayeron. Me golpeé en las rodillas. Escuché como todos los que estaban cerca se reían. Tuve ganas de llorar. No supe quién fue el que me había hecho eso. Ally me ayudó a recoger mis cosas. Me levanté. Oí que ella gritaba.

― ¿Qué? ¿No tienen algo mejor que hacer, idiotas?

De inmediato todos se callaron y se fueron a sus salones. Nadie se metía con Ally, ella era muy  diferente comparada conmigo, pues todos los de la escuela me odiaban y se esforzaban en demostrarlo.

― ¿Estás bien? ―me preguntó Ally.

―Sí, estoy bien, no pasa nada. ―mentí. Claro que pasaba algo: estaba harta de todas las “bromas” de aquellos inútiles mejor conocidos como “compañeros de escuela”.

Seguimos caminando al salón y pude ver como la mayoría de mis estúpidos compañeros me miraban con desprecio.

Discriminación.

Eso era lo que ellos me hacían a mí, me discriminaban por ser pobre.

Me detuve en medio del pasillo cuando vi un cartel que decía:

“GRAN MUSICAL: LA CENICIENTA”

¡Participa en las audiciones para esta gran obra organizada por la escuela!

Audiciones: Martes, después de la salida (3:00 p. m.)

¡Esta es tu gran oportunidad!

― ¿Qué estás viendo, Selena? ―me preguntó Ally.

― Voy a audicionar para la obra. ―dije entusiasmada mientras señalaba el cartel.

― ¡Oh, qué bien! Yo también estaba pensando hacerlo.

Sonó el timbre y corrimos hacia la clase que nos tocaba.

Las demás clases me las pasé distraída, pensando en cómo le haría en la audición.

Demi

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