Capítulo 3.- Mentirillas.

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Astrid observaba como su tío caminaba de un lado para otro, cargando consigo un montón de cosas. Ella tomaba un poco de jugo de naranja y disfrutaba el espectáculo que este daba, el se encontraba realmente nervioso y entusiasmado, parecía un crio en su primera excursión.

- Bien ya tengo todo listo – decía él mientras entraba a la cocina, donde su sobrina bebía jugo.

Astrid le echaba un vistazo y era obvio que aun no estaba listo y menos con las fachas en las que se encontraba.

- Por mi no hay problema – le mencionaba ella, mientras contenía la risa –, pero, no creo que a tus alumnos les parezca bien que su profesor conduzca en pijama.

Él se visualizo y solo frunció el ceño al ver a su sobrina adolecente reírse de él. Ella observo como él refunfuñaba y subía las escaleras a su habitación, era obvio que se encontraba nervioso, hacía años que no iba a una excavación y mucho menos para hacer una práctica de campo, él había tenido que dejar de ser un gran arqueólogo, desde hace un par de años que ella había empezado a vivir con él, eso le molestaba un poco a Astrid, ya que se sentía una gran molestia y carga para su tío, y gracias a eso él había abandonado muchos proyectos por cuidarla, pero él siempre le decía lo contrario, decía que "era un gran honor que ella viviera junto a un viejo renegón y quedado, que le daba cierta alegría y vida a la casa", pero ella seguía sintiéndose una molestia y no lograba perdonar a sus padres por dejarle una carga enorme a su tío, "Dejemos a las chica rebelde, fea y torpe, y tomemos a los dos chicos perfectos, que si valen la pena", era lo que siempre le rondaba en su mente.

- ¡Listo! – la interrumpía de sus pensamientos, mientras agarraba las llaves de la casa – pequeña burlista, espero y no salgas con que traigo la ropa interior por fuera.

- No te preocupes, no lo hare – decía ellas sonriendo – solo dejare que se rían de ti tus alumnos.

- Muy bien nena, lo tomare como un cumplido – soltaba él un par de risas – ok, repasemos lista, ¿tienes los números telefónicos del hotel, mi móvil y el del dueño del rancho?

- Sí, los tengo anotados en mi móvil y en una libreta cerca del teléfono del pasillo.

- Bien, y la hora de llegada será a las...

- 8 pm – respondía ella – y prometo hablarte en cuanto llegue a casa y si llego a salir igual, pero nada de fiestas.

- Hay dinero en...

- En la alacena, en el tarro de galletas, que obviamente no es de galletas – mencionaba ella sonriendo.

- Y es solo para...

- Para emergencias, lo tengo – le interrumpía una vez más ella – no te preocupes, todo estará bien, diviértete.

- Bien, confió en ti nena, correcto ya es todo – decía el tomando su maleta – ¿no se me olvida nada?

- No, oye tío, quería preguntarte algo – lo decía un tanto nerviosa – es sobre el concierto...

- No Astrid, no quiero que asistas sola a un concierto – decía él con tono firme – y como no estaré yo, no hay quien te lleve.

- Si comprendo – respondía ella un poco cabizbaja.

Tal vez solo era su tío, pero era lo más cercano a una figura paterna y debía de obedecerle en todo, le pareciera las decisiones que tomaba o no.

Querido Cupido... ¡Tú me odias!  (Hiccstrid: Modern AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora