XIII

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Miro una y otra vez las dos piezas de ropa que reposan encima de mi cama. Son simplemente un top y una falda de color rojo ribeteadas con líneas blancas y negras, nada más, pero por mucho que me repita a mí misma que el uniforme de las animadoras me corresponde, no hay modo de convencerme.

Me acerco al espejo e inspecciono mi reflejo: el pelo húmedo y recogido en una toalla, un par de ojos oscuros envueltos de gruesas pestañas, la piel suave, algo tostada a causa del sol del verano. El albornoz de color crema esconde un cuerpo del que solía estar orgullosa, aunque ahora ya no signifique nada para mí.

Desvío la mirada hacia una de las fotos que descansan sobre la madera del tocador. Aquel pelo largo y liso, impecable, la sonrisa de oreja a oreja, el uniforme, los pompones... ya no queda nada, de la chica que salía con el capitán del equipo de fútbol americano. No queda nada, de la vida de película que tenía antes. He abierto los ojos. He madurado.

Hoy es el gran día: el primer partido de la liga de futbol que se celebrará en casa. Todo el mundo va a estar animando a los Timberwolves. Animando... animadoras... pero no me siento nada mal por haber escondido el uniforme al fondo del cajón y haberme puesto unos vaqueros y una camiseta de color verde oscuro. Esta soy yo, soy Hyorin, y a quién no le guste no hace falta que espere el regreso de la antigua, porque no va a volver.

El jugador más guapo de todo el equipo, el número 17, se me acerca vestido con toda la equipación encima, casco en mano.

- Vaya, ¡mírate! - digo risueña soltando un silbido de admiración- Te queda genial.

- ¿Qué ha pasado con el uniforme? - pregunta Tae cogiéndome por la cintura. No le gusta ser el centro de atención, algo en lo que nos parecemos.

- Lo he dejado, soy una cobarde.

- Eh, no eres ninguna cobarde. - sus ojos se postran en los míos- Has vivido una gran pérdida, no eres la misma persona. Ahora tienes que salir adelante, tienes que volver a empezar, ¿de acuerdo? - asiento, sonriendo. Es por eso que creo que le empiezo a querer, porque me entiende a la perfección. - Espero que no creas que es demasiado pronto o demasiado raro, pero... quería regalarte esto.

Arqueo las cejas. Él abre su elegante mano y muestra una cajita de madera tallada a mano que, al abrirse, rebela un colgante plateado. Tiene forma esférica, plana por la parte de la que cuelga un pequeño gancho del que sale una fina cadena de plata. El cuerpo de la joya está recorrido por hilos de plata que acaban en forma de bolitas. Abro la boca, pero como no consigo balbucear nada, decido cogerlo con cuidado.

- Oh... oh Dios mío. - consigo decir cuando el colgante toca mis manos- Es precioso.

- Lo he guardado durante mucho tiempo y nunca se lo he querido dar a nadie. - observo como escruta el colgante con la mirada- Hasta hoy. Me gustaría mucho que lo llevaras, trae buena suerte.

Lo acerco a mi nariz y lo huelo, aún con una sonrisa torcida y bobalicona en el rostro. Una fragancia de hierbas me invade los sentidos.

- ¿Es de rosa, este olor?

- Es... es una hierba. - sonrío, mirando el colgante aun sin acabar de creerlo. Tae me devuelve la sonrisa- ¿Te gusta?

- Me encanta. - digo jugando con el cierre. Doy la joya a Tae, quién junta las dos partes del cierre mientras yo aparto el pelo de mi cuello.

- Quería darte las gracias por animarme a presentarme en el equipo. Estoy contento.

- ¡Vaya par! Tu empiezas, yo lo dejo...

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