Ella era esa; una chica con el corazón roto que, entre mil cosas buenas, tenía algo malo, que se creía que ella sola podría contra el mundo entero, estaba hecha de carne y se creía de hierro. Por eso, pasara lo que pasara, o le pasase lo que le pasase, siempre iba a decirte que todo iba bien, que no te preocuparas y que lo tenía todo controlado.
De camino a casa, le dedicaba una sonrisa a cada persona que se cruzara con ella, esto les hacía pensar: " ¡Vaya, que chica tan alegre! ", Sin saber que en realidad se estaba desangrando por dentro. No exagero si te digo que tenía el alma hecha trizas. Era una niña tan buena.. Demasiado como para haberse cruzado con gente tan mala. Y no es que fuese vulnerable, es que tenía un corazón tan grande que daba igual el daño que una persona podría llegar a hacerle, que ella siempre estaría dispuesta a ayudarla. A pesar del dolor, a pesar del engaño.Le han cortado las alas mil veces aprovechándose de su bondad, pero siempre ha conseguido coserse unas nuevas y volver a volar como antes hacía. Pero claro, por mucho maquillaje con el que cubras tu corazón, las heridas van a seguir estando ahí y duelen de la misma forma, por eso, no es asombro saber que se pasaba las noches sin dormir, pensando mientras se le borraba esa sonrisa tan bonita que nunca desaparecía de su cara. Pero como cambia todo cuando no hay nadie..
Le habían hecho el daño más grande que jamás podría imaginar, mucho peor que una simple ruptura con tu pareja de postureo. Mucho más doloroso que una patada o un puñetazo. Aun así, ella seguía disfrutando de las pequeñas cosas. Esas que son insignificantes y todo el mundo daba por alto, como que te dé el aire en la cara cuando vas por la calle o que te inviten a un chupito en el bar simplemente porque sí. Esas cosas que todo el mundo veía como algo dentro de su rutina, a ella le servían para aumentar el brillo en sus ojos. Brillo, que hacía ya tiempo se había desvanecido.
Pero como es de esperar, las cosas malas aveces vencen a las buenas y los recuerdos acabaron apoderándose de ella. Esa chica alegre a la que todo el mundo admiraba por su felicidad e inquietud ante la vida, acabo ahogándose en sus propias lágrimas; esas que nunca se atrevió a soltar y palabras que, quizá por miedo, nunca dijo y se las guardó hasta que se acumularon y no la dejaron respirar.