T+1 mes.
Había cierta incomodidad en la sede soviética de la NASA.
No era nada nuevo, desde que la misión TRAPPIST-1M1 dejó de responder el Ansible, Rodion Nóvik sabía que algo andaba mal, solo que no imaginaba qué podía ser.
Avanzó por los pasillos provistos de enormes ventanales que permanecían cerrados para evitar que la polución entrara al edificio. Se quedó observando por un momento aquello que se extendía frente a él, áridos terrenos erosionados, casas encerradas en burbujas de oxígeno en donde vivían hasta cinco familias, cadáveres de aves que morían en medio de su vuelo por la toxicidad del ambiente. Las pocas personas que andaban por las resquebrajadas calles iban ataviadas con trajes de oxígeno artificial, trajes costosos que solo una minoría podía costear.
Suspiró y siguió su camino.
Si la vida era tan difícil ahí, en el continente más importante de la Tierra, no podía imaginar cómo sería en la Unión de Estados Eúricos o en la Mancomunidad Latírica, de allí de donde era el excepcional científico Miguel Roderas. El presidente de la NASA sentía una profunda admiración por Roderas, siendo del lugar más insignificante de la tierra y habiendo logrado tanto en tan poco tiempo, era un ejemplo a seguir para cualquiera que quisiera ser un investigador.
Rodion arribó a su oficina, se aseguró de cerrar bien la puerta de entrada y se acercó al escritorio, en donde informes de avances yacían desperdigados; informes de la investigación que se llevaba a cabo acerca de la misión extraviada. Ignoró el desorden de papeles y se concentró en el librero de caoba que lo había acompañado desde que lo eligieron presidente, siete años atrás.
El librero que no era un librero en absoluto.
Deslizó los libros de la segunda repisa hacia la derecha y presionó el botón que ahí se encontraba. Un chasquido resonó en la habitación, seguido de un chirrido producto del movimiento del librero sobre los rieles. Encendió la luz y se quedó pasmado por lo que encontró; no esperaba ver nada más que lo usual, un sillón individual frente a tres pantallas y un teclado, no a una persona.
Una persona que no debía estar ahí.
—¿Qué tal, señor presidente? —Miguel Roderas lo saludó con monotonía. Sus ojos eran indescifrables, eran como dos pozos de oscuridad en donde flotaban puntos de color plateado. Vacíos de emoción y llenos de misterio.
—¿C-cómo está aquí?
—Verá, señor presidente, fui elegido para traerles un mensaje a los humanos —empezó Miguel—. La sociedad que habita el planeta h, en un acuerdo con todas las especies de TRAPPIST-1, nos han estado observando, estudiando. Conocen nuestra historia, todo lo que el humano ha hecho, el arte, los idiomas, la música; pero también todas las guerras, las enfermedades de laboratorio creadas para reducir la población, las hambrunas, la desigualdad.
—Roderas, ¿cómo llegó aquí en tan poco tiempo? —cuestionó Rodion Nóvik, impactado, sin despegar los ojos de los pozos negros que le devolvían la mirada— ¿Qué pasó con el resto del equipo? ¿Cómo entró aquí sin llamar la atención?
—Esa información es irrelevante, pero si tanto le importa, —Miguel se encogió de hombros—, los Iktaknos están millones de años más adelantados que nosotros y, además, se encuentran en sintonía con el universo, por lo que pueden utilizar los agujeros negros con más eficiencia. Me enviaron en una especie de nave que soporta altas velocidades y viajes extratemporales, como lo llaman ellos. El resto de tripulantes de La Flecha están en el planeta e a la espera de su ejecución porque osaron levantar armas en contra de los Iktaknos. Me escogieron de entre todo el grupo por ser el único capaz de entender el español, el idioma terrestre que manejan con más fluidez. —Hizo una pausa mientras se levantaba de su sillón—. Y pude entrar con facilidad gracias a esto.
El cuerpo de Miguel Roderas se desintegró poco a poco. Un gas de color ocre se desprendía de sus poros y dos raíces plateadas cayeron al suelo, enterrándose en la cerámica. Rodion Nóvik se vio envuelto en los tentáculos de gas que se enroscaban a su alrededor y lo hacían retroceder. Se topó con el escritorio de su oficina y buscó con frenesí algo para defenderse, pero ¿cómo podía defenderse de una sustancia gaseosa que ocupaba todo el lugar?
—Roderas, ¿qué está pasando? —El miedo se filtraba a través de las palabras temblorosas que acababa de proferir el presidente de la NASA.
Un silbido penetró en sus oídos, una risa se adentró en lo más profundo de su mente, sus sentidos se inhabilitaron por completo.
Estaba a la merced de eso.
Siempre ha sido un cobarde, señor presidente. Ahora soy uno de ellos, y no los queremos en nuestro hogar.
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(In) Ansible
Science FictionUn grupo de científicos ha emprendido el primer viaje interestelar a los planetas que orbitan TRAPPIST-1. Su misión: encontrar el nuevo mundo que dará cobijo a la humanidad. Sin embargo, cuando están a punto de llegar, reciben un mensaje salido de u...