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AXIS-1 tocó el suave pasto de la superficie, sus turbinas se apagaron y la escotilla se abrió con delicadeza. Los cosmonautas estaban nerviosos por el sonido anterior, pero lo tomaron como una bienvenida que les estaba dando el planeta. Le restaron importancia.

El capitán Mendoza sabía que en Faetón había oxígeno; a pesar de ello, los viajeros salieron con sus trajes grises de astronautas intergalácticos. El grupo, estupefacto, analizó el escenario frente a ellos.

Era como estar en una versión sana de la Tierra y con más lunas. La cordillera de montañas que avanzaba hacia el oriente faetonés se asemejaba a los Cárpatos de la extinta Europa, o quizá a los Andes cuando estos perdieron la nieve por el calentamiento global. Suaves nubes se deslizaban por el cielo y cubrían al amarillento Sol en el ocaso.

El capitán Mendoza sabía que ahora eran unos héroes para la humanidad. No importaba a cuantas especies tuvieran que sacrificar en Faetón: ahora era el nuevo hogar del hombre.

Empezaron a caminar por el sedoso pasto que recubría el valle, había florecillas de colores e insectos que asemejaban abejas terrestres.

─Muy bien. ¡Hemos llegado a casa! ─susurró el capitán. Con gran valentía abrió su casco y comprobó la vitalidad del aire. ¡Podía respirar! Los demás tripulantes lo imitaron. Pronto, todos inhalaron el oxígeno puro: no había pestilencia como en el aire terrestre, ni natas de contaminación sobrevolando el cielo.

─Capitán, será mejor que nos dividamos ─sugirió uno de los pilotos.

─Es una buena idea. Cuatro personas irán a la costa cercana... Necesitamos que recojan una muestra de agua. Otros cuatro individuos deben quedarse a instalar el campamento ─señaló a cuatro hombres que ya empezaban a tomar fotografías de Faetón; las imágenes viajarían hacia la Tierra en cuanto se instalara el satélite de comunicaciones─. Nosotros iremos a investigar el bosque cercano.

El bosque negro subía por la cordillera. La noche faetonés estaba próxima; escucharon el cantar de alguna especie de ave y recordaron aquel misterioso sonido.

─Capitán, ¿qué haremos con el sonido? ─preguntó una mujer, preocupada.

─Ignoraremos eso ─farfulló el capitán tomando un arma de grueso calibre. El resto de los individuos hizo lo mismo y cada uno se dirigió a cumplir la tarea que les habían ordenado.

Los seis individuos que investigarían el bosque estaban tan callados como el atardecer. El sistema inteligente de sus trajes espaciales se mantenía en contacto con el de la nave; el capitán podía acceder a las cámaras de seguridad y a los controles remotos de AXIS-1.

Empezaron a caminar rumbo a los árboles: el capitán quería conocer la flora, y quizá la fauna.

─En este momento se está lanzando el satélite espacial ─musitó la voz robótica de la nave dentro de sus cascos.

─¡Es precioso! ─siseó Sue observando el cielo desnudo─. Es... como la Tierra que nunca pudimos volver a ver.

─No estamos para sentimentalismos ─atacó Mendoza, internándose en el bosque repleto de vegetación.

Parecían coníferas más grandes y oscuras que las de la Tierra; pero se movían suavemente hasta tocarse unas con otras. Había pajarillos de cuatro alas que volaban de árbol en árbol; a veces, una planta de color perla atrapaba a un pajarillo en vuelo y lo encerraba en una vulva que pronto se llenaba de un líquido. De ese modo comprobaron que algunas plantas eran carnívoras.

─¡La naturaleza está viva! ─confirmó una mujer mientras tocaba un helecho y éste se metía a la tierra negra, como si tuviese vergüenza─. Miren esa flor roja que palpita como un corazón. O aquellas dos plantas moradas que supuran polvo...

A X I SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora