Perdón

23 2 0
                                    

Siempre creí que había un límite para todo, siempre había un límite  una franja, una barrera, cómo quieras decirle. Siempre creí en eso, era mi mantra, no te sales del límite y ellos no lo harán contigo; pero yo había pasado del límite, lo había quitado del frente sin permiso alguno, yo pasé el límite cuando supe que quería besar a mi mejor amigo.

Y me sentí mal, ¿sabes?

No sabía si era solo un homosexual más o una chica atrapada en el cuerpo de un chico, como si a alguien se le hubiera ocurrido equivocarse a posta de lo que está permitido.

Me sentí mal de saber que Blake Marshall no me correspondía al sentimiento. Entonces hice una lista mental:

1. Blake Marshall no quería besarme.

2. Blake Marshall no sentía lo mismo que yo.

3. Blake Marshall era solo un chico heterosexual cuyo mejor amigo era gay.

Blake Marshall.

Creo que a veces me gustaba pensar en su nombre, me gustaba como sonaba.

Y como si el destino quisiera jugarme una mala pasada, Blake Marshall tocó a mi ventana en ese momento.

—Polo. Abre por favor... Tenemos que hablar.

Hablar.

Hablar era una de las pocas cosas que no quería hacer con Blake Marshall.

Que estúpido era.

—Apolo, sé que estás ahí, puedo escucharte respirar... Creo que estás hiperventilando, amigo.

—Tal vez no quiera abrirte, ¿habías pensado en eso?

—Oye... Sé que estuvo mal lo que hice.

—¿Mal? ¡Estuvo horriblemente mal, B!

—Lo siento.

—No te creo. —dije.

—Si abrieras esta maldita ventana podrías mirarme a los ojos y así saber que de verdad lo siento.

Me paré de mi cama, caminé hacia la ventana y corrí las cortinas.

—Tienes nueve segundos para pasar por la ventana, sino tu cabeza quedará fuera de tu cuerpo al cerrarla —abrí la ventana y me hice a un lado—. Uno... Dos... Tres... Cuatro... ¡Cincoseisieteochonueve!

¡Mierda, Apolo! Levanta.

—Te dije que lo haría. —dije mirando su pierna atrapada en mi ventana.

—Por favor. —suplicó él.

—¿Qué querías decirme?

—Oh, por favor. No serás tan hijo de puta como para dejarme colgando aquí, ¿o sí?

—Pierdes mi atención, Marshall.

—Bien —suspiró y luego continuó—. Me porté como un imbécil al acostarme con Pamela... Es que... Ella solo estaba ahí y, yo había tomado un poco y llegué a su casa, para cuando me había dado cuenta ya era demasiado tarde. Ya había bebido más de la cuenta y ya la había follado unas tres veces y yo...

—No quiero saber lo que hiciste con mi prima. —lo corté.

—Lo siento. Yo... No lo supe llevar bien. Creo que Sam se llevó mi cordura también —termina con una pequeña risa bastante triste—. Creo que se ha llevado mi parte racional con ella.

—No, Blake. Sigue ahí, solo que no sabes como aplacar tu ira, estás ciego... Al menos temporalmente.

—¿Sabes qué amo de tí? —woah, eso sí me sorprendió. Mi corazón latía a mil— Tu sabiduría. Eres el adolescentes más sabio que conozco, siempre tienes la respuesta correcta a todo, siempre sabes como actuar. Creo que te envidio un poco por eso.

¿Vieron volar eso? Ese era mi corazón al salirse de mi pecho.

—Quise golpearte. —confesé.

—¿Qué? —sus cejas salieron disparadas de su frente.

—Sí —dije. Luego reí, una risa nerviosa—. Quería golpear tu perfecta cara de niño mimado.

—No puedo creerlo... Apolo Steban Michael perdiendo la cordura... Guau.

—Lo sé, pero no lo hice. Un punto a mi favor.

—¿Me perdonas? —preguntó mirándome a los ojos.

Yo era un charco.

—¿Qué si no lo hago? —quise evadir.

—Te perseguiré como un molesto mosquito hasta que lo hagas. —sentenció.

—¿No hay otra opción?

Besarte desenfrenadamente hasta que olvides tu nombre. —mi mente ya estaba divagando porque lo que en verdad dijo fue: Nop.

—Sería lindo verte hacer eso.

—Reece se pondría celoso, así que, qué dices.

—Eres un bastardo. —dije riendo mientras abría otra vez la ventana.

—Oh, gracias. Por un momento creí que mi pierna quedaría en tu ventana para siempre.

—Papá me hubiera matado.

—Y es por eso que adoro a Isaiah.

—Y creo que el te adora a tí, B.

—Es imposible no amarme. —dijo tirándose a mi cama.

Sí, es imposible.

—Tu humildad me mata, hermano. — me matas.

Me recosté junto a mi mejor amigo. Nos quedamos mirando el techo.

—Vámonos de aquí. —dijo de pronto.

—¿Qué?

—Vámonos a algún lado, no sé a acampar o algo. Puedes llevar a Reece también. Vamos en mi camioneta.

—No lo sé, Blake. Tenemos escuela.

—Al carajo la escuela. Estamos finalizando el año. Por favor, Polo. Lo merecemos.

—Yo...

—Di que sí. Descubrí una playa desierta a unas horas de aquí, Polo. Sé que te va a encantar.

—Mierda, B. —dije cerrando los ojos.

—Katherine dijo que podías ir.

—No metas a mi hermana en esto. Además  papá es quién tiene la última palabra aquí.

—¡Será divertido! Nosotros dos solos. Acampando en el desierto.

—Te juro que si algún insecto o lo que sea me llega a picar...

—Me matarás, lo sé. Yo mismo te daré el arma. Esto aplica también si no te diviertes. —me interrumpió.

Carpe DiemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora