Juliette.

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Quería creer que algún día podrías sentir lo mismo que yo, que podrías quererme como yo te quería a tí, pero mis ilusiones caían mil metros bajo tierra al escuchar como me decías "hermano" o "Oye, amigo".

Llegué a creer que nunca me querrías como yo a tí.

Llegué a creer que moriría si eso no ocurría.

Llegué a creer que me moría sin tu amor.

Habían pasado tres días desde que habíamos llegado a la playa, no había ocurrido mucho, nos dedicabamos a comer, nadar y dormir.

El cuarto día se nos asercaron unos universitarios, te fijaste demasiado en Juliette, una chica rubia de piernas largas y bronceadas. Sé que se acostaron ese día, los escuché, te escapaste a mitad de la noche a su carpa. Richard, un moreno de ojos azules insinuó que podía jugar para ambos lados, pero no eras tú.

El quinto día cuándo fuimos a almorzar con nuestros nuevos amigos, dijiste algo que aún no olvido. Dijiste "Encontrarás el amor cuando menos te lo esperes, quizás no llegará en el mejor momento, pero llegará como una patada en las bolas y sabrás que no habrá vuelta atrás. Pero será la mejor patada que recibirás en toda tu vida. El amor no es algo que se busque, es algo que te encuentra."
En ese momento, todos en la mesa nos quedamos callados, y tal vez giraste a verme, al menos por una milésima de segundo, pero lo hiciste.

Ese día comprendí que quería luchar, quería luchar por tí y por mí.

Quería luchar para que dejaras salir a flote todo lo que no querías -pero debías- liberar y, quizá algo bueno podría salir de ahí.

Carpe DiemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora