La Chica Del Local (Parte Uno)

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Sexto día. Comenzaría a escribir un libro con mi vida, lo titularía «El Gran Error De Apolo» o tal vez «Guía para enamorarte de tu mejor amigo y arruinar tu vida al hacerlo». Esos no eran buenos títulos.

Habíamos ido a nadar un rato antes de desayunar, los universitarios se habían ido muy temprano por la mañana. Cuándo estuvimos secos y vestidos nos subimos a la camioneta y nos llevó al restaurante que había mencionado cuando llegamos a la playa el primer día.

—Esa chica de ahí te mira cómo si fueras la maldita Gioconda de Leonardo de Vinci. —dijo Blake apuntando a una chica pelirroja que estaba dos mesas de nosotros. Una de sus amigas lo miraba a él.

—No estoy interesado, B.

—Lo sé. —una sonrisa de lado se había formado en su rostro.

—¿Qué van a ordenar? —preguntó la mesera, una chica bajita de piel pálida, no llevaba puesto el uniforme, pero tenía una pequeña libreta y un lápiz.

—¿Trabajas aquí? —preguntó Blake.

—¿Te conozco? —preguntó la chica.

—No, creo que no. —respondió él.

—Yo quiero panqueques con miel y una taza café descafeinado con caramelo y leche. —dije.

—¿Y tú? —volvió a preguntar la chica mirando a Blake.

—Té y tostadas con huevos, por favor.

—Bien. —respondió ella.

Le entregamos la carpeta que tenía el menú escrito a mano en unos papeles desordenados y se fue.

—¿La conoces? —pregunté cuando me aseguré de que ella ya no alcanzara a escuchar nuestra conversación.

—No, pero me llamó la atención que no llevara el uniforme, es todo.

—¿Por qué esperaste tanto para traerme aquí? —pregunté.

—No lo sé. —dijo y luego se encogió de hombros.

–Quiero quedarme más tiempo aquí. —dije luego de un rato.

—¿Sí?

—Sí.

—Y tú que no querías venir. Hablaré con papá, también deberías decirle a Isaiah.

—Ya le dije. Ayer en la noche cuando me llamó se lo comenté. Dijo que podría quedarme el tiempo que quisiera, mientras nos encontráramos a nosotros mismos en el camino.
—Tu papá me cae bien. —dijo Blake riendo.

—Mi papá es el mejor de todos, B. Pero me llamó la atención eso de encontrarnos a nosotros mismos en este viaje.

—Isaiah es un hombre sabio, deberías seguir pensando en eso, Polo.

—Podríamos ir a otro lugar. Me gusta pasar tiempo contigo. —lo había dicho.

—Podríamos seguir por la carretera. —y él lo había ignorado.

—¿Hacia dónde? pregunté apoyando mis brazos en la mesa.

—A donde nos lleve. Solo seguir y descubrir el mundo, qué es lo que tiene escondido por ahí.

—Mierda, Blake, que poético. Creo que deberías... —mi teléfono había comenzado a sonar con una llamada— Es Reece. Vuelvo enseguida.

Caminé fuera del local y contesté.

—Hola. —dijo, su voz se escuchaba entrecortada.

—Buenos días.

—Te extraño.

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