La Playa

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Para cuando llegamos a la playa a Blake le dolían las piernas y yo ya me estaba arrepintiendo.

Él tenía razón, la playa estaba desierta.

Una semana completa con Blake Marshall.

—¿Qué quieres hacer? —me preguntó.

—Aunque no lo creas, no se me ocurre mucho por hacer toda una semana en la playa, amigo. —dije irónicamente.

—Al menos podrás meditar y hacer todas esas cosas que haces.

—Olvidé mi iPod en casa, B. Estamos a unas 7 horas de allá.

Caminó hasta ponerse detrás mío y pegó su mejilla a mi nuca.

—Mira el paisaje. Tranquilidad, paz y armonía, Polo —susurró, su voz era ronca. Su cuerpo estaba pegado al mío y podía sentir su respiración en la parte de atrás de mi oreja—. Una playa desierta solo para nosotros.

—Sí. —mi voz sonó ahogada, porque de pronto mi boca se había secado, tenía los ojos cerrados y no me importaba no ver toda esa paz de la que Blake hablaba, yo ya tenía todo lo que quería junto a mí.

—Vamos, necesito que me ayudes a montar la carpa. —me tomó despacio por la muñeca y caminamos hasta la camioneta.

Nos tomó una hora montarla, debido a que yo no podía concentrarme en las intrucciones que Blake me daba.

Luego de que estuvo lista decidimos acostarnos en la arena sobre una sábana que Claudia, su mamá nos había dado.

—No sé cómo es que alguien puede solo... Dejar de venir a un lugar así. Digo, yo vendría todos los días y no querría irme. —dije mirando las estrellas.

—No lo sé. Es asombroso.

—¿Cómo descubriste este lugar? —pregunté dándome vuelta para mirarlo a la cara.

—Cuando terminé con Samantha estaba mal, solo quería irme, dejar todo esto atrás. Así que conduje durante horas hasta que lo descubrí. Me acosté sobre la arena y me quedé dormido, al día siguiente fui a comer a un restaurante cerca, recuérdame llevarte, luego volví aquí y me di cuenta de que nadie pasaba por acá. Y solo estabas tú, tenía tantas ganas de mostrarte esto, sabía que alucinarías. Cuando volví a casa me sentí como una mierda otra vez, tomé un poco en un bar y luego fui a casa de Pamela, creo que de ahí tu conoces la historia. —al terminar de hablar golpeó amistosamente mi nariz con un dedo.

No respondí, solo vi sus ojos y el dolor impregnado en ellos. Y nuevamente quise besarlo.

—Voy a nadar un poco. —dije parandome de golpe.

Caminé hasta la orilla y luego recordé que no llevaba bañador y no me había quitado los zapatos.

—Mierda.

—¿Está muy fría? —preguntó. Se había quitado la camisa y caminaba hacia a mí, o tal vez hacia la orilla.

—Olvidé quitarme los zapatos. —dije evitando sus ojos

—Solo son unos zapatos , Polo. —respondió buscando mis ojos.

—No traje de recambio. —mentí.

—Vi a Kathe meter otros dos pares a tu bolsa, Polo.

—Yo no la vi.

—También Rebecca me dio un par más, los metí a la parte de atrás de la camioneta.

—No tengo puesto el bañador, B. —dije dándome la vuelta para no mirarlo.

Y sin darme cuenta ya estaba en el agua.

Blake me había tomado por la cintura y me había tirado al agua salada.

—¡No tienes más solución! Ya estás mojado. —dijo riendo.

—¡Blake Marshall! —grité lanzándole agua con mis manos— ¡Estás muerto!

Y así comenzamos una guerra de agua.

Carpe DiemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora