—Quiere que me vaya a vivir con él.
—¿Y tú qué quieres?
—No lo sé...
Mamá se asomó con un par de tazas de té y un plato con budín de frutas cortado en rodajas. Dejó todo sobre la mesa, me besó la frente y se marchó de vuelta a la cocina.
Al final decidimos que lo mejor sería que se quedara con mi hermano hasta que la tormenta cesara. Mi padre tenía una orden de restricción, ya se había iniciado el proceso de divorcio y el trámite para tasar y vender la casa. Una parte iría para mi madre, otra para mi padre. Teníamos fé de que luego de todo esto, mamá pudiera rehacer su vida, o por lo menos estar un poco más tranquila.
—Niño, creo que esta situación llegó bastante lejos y todos nosotros necesitamos terapia. Alex empezó a tratar a mamá porque ella se sigue culpando por todo lo que pasó, ¿no te gustaría iniciar tú también? Por lo menos intentarlo y ver qué tal te va.
Bebí un sorbo de té y el sabor ácido del limón me hizo cosquillas en el paladar.
—Sí, puede ser, por lo pronto solo quisiera poder tomar una decisión por mi cuenta sin estar dándole tanta vuelta; eso es lo que más me estresa.
—Es normal, créeme que uno cuando recién comienza a darse cuenta de lo que siente teme meter la pata todo el tiempo. Pensar demasiado es lo primero que se hace, pero luego las cosas van a ser diferentes, tú debes comenzar a pisar seguro y entenderte. ¿Qué es lo que sientes? Estamos claros en que Santiago te gusta, ¿no?
Asentí de forma violenta, llevándome una rodaja entera de budín a la boca. El problema era que cada vez que me ponía a pensar en lo que sentía por Santiago, me daba miedo. Jamás creí que salir del closet y ser gay fuera tan complicado.
—Jhi... —dije con la boca llena, tratando de bajar el budín con un poco de té.
—Niño... —Cris se rió—. El primer paso es admitirlo y no huir. Dilo, y dime qué sientes cuando lo dices. Debes decir "sí, Santiago me gusta, quiero irme a vivir con él" o "no, me gusta pero no tanto", ¿entiendes?
Sentí como la pelota de comida me raspaba la garganta. Cristofer me lo estaba poniendo demasiado difícil.
—Sí, me gusta Santiago, pero... tengo... miedo...
—¿Miedo de qué?
—De..., no sé..., ¿de que esté mal?
—¿De que esté mal qué? —insistió.
—Que me guste, y querer irme a vivir con él y hacer una vida de... pareja.
—Ahí lo tienes —dijo al fin, con una sonrisa—. Te gusta, quieres estar con él, pero a pesar de todo sigues teniendo miedo, porque una parte de ti aún cree que eso está mal. Lucas, suéltalo. Suelta esa mochila de prejuicios y estigmas porque no vas a llegar a ningún lado. Esta es tu vida ahora, busca tu felicidad; yo te acepto y te amo, mamá te acepta y te ama, tus amigos también. Ya tienes a todos los que deberían ser importantes en tu vida, no necesitas más. Ahora es tu turno, debes tomar las riendas de tu vida y ser un verdadero hombre, y eso no tiene nada que ver con Santiago, tiene que ver contigo.
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El chico del vestido rojo
Ficção GeralLucas fue criado toda su vida con el pensamiento homofóbico de su padre. Un buen día sus amigos deciden darle una sorpresa y lo llevan, engañado, a un boliche gay temático. Allí Lucas conoce a Santiago, el barman simpático que termina siendo su sal...