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No sabía que pensar, la cabeza me daba vueltas, todo estaba tan bien en la mañana, ¿cómo llegamos a eso? Sólo yo podía hacer algo por el Rey ahora.

- De acuerdo iré con usted - Espero haber elegido bien.

Escuché la cerradura abrirse y vi la puerta  rechinar hacia fuera.

- Vamos Yuuri, no hay tiempo.

Corrí detrás de ella, se detuvo en la entrada y miró a todos lados cerciorándose que no hubiera nadie, salió y me indicó con señas que la siguiera.

Recorrimos un gran tramo agachados hasta la entrada de la torre donde ingresamos.

Caminamos por un pasillo deprisa y antes de dar vuelta se detuvo en seco, me hizo volver a una puerta cercana donde nos escondimos un momento, escuchamos pasos pasar y cuando se hizo el silencio continuamos el recorrido.

Al subir por varias escaleras llegamos a la habitación más alta.

- Es aquí - Susurró - Tal vez ya se fue el conde, es nuestra oportunidad de sacar al Rey.

Sacó las llaves y comenzó a abrir la cerradura, yo miré sobre mi hombro para ver que estuviéramos solos. Nadie más estaba cerca.

Abrió la puerta y entramos, era una habitación circular y sólo había una pequeña cama y una mesa de madera con su silla. En la cama, sentado estaba Victor.

- ¡Yuuri! - Exclamó al verme - ¡No deberías estar aquí!

De pronto vi a Michele que había quedado oculto por la puerta, todo fue tan rápido, tomó al Rey del cuello y le rebanó la garganta, no pude hacer nada, al verlo caer me apresuré a sostenerlo con mis brazos y lo bajé con delicadeza. Lo vi luchar por tratar de respirar al tiempo que se ahogaba con su sangre.

Me vio con una mirada triste antes de apagarse para siempre sus bellos ojos azules.

Mis lágrimas no tardaron en aparecer, lo abracé sin importar mancharme de su sangre.

- Gracias Yuuri por haber venido, necesitábamos a un chivo expiatorio - La Reina sonrió malignamente - Y descuida, ahora que serás culpado por la muerte del Rey te reunirás con él en poco tiempo.

Michele y la Reina salieron dejándome solo con el cuerpo de Victor.

Lloré desconsoladamente, sin importarme lo que estuviera pasando afuera. No quería pensar en nada, todo estaba bien por la mañana y ahora, horas después tenía a Victor muerto frente a mí y seguramente por mi culpa.

Deseé con todas mis fuerzas que fuera una pesadilla de la que quisiera despertar.

Escuché pasos y soldados entraron a la habitación encontrando esa escena. Me separaron de Victor a pesar de que me aferré a su cuerpo con todas mis fuerzas. Vi que lo cubrieron y a mi me sacaron a rastras. Iba llorando y gritando que me dejaran estar con él, pero ninguna súplica fue atendida.

Me llevaron entre varios a la entrada donde me esperaba una carreta y varios soldados a caballo y uno de ellos conducía la mula que me llevaría, apenas y presté atención a lo que sucedía. Al atravesar los muros avanzamos por las calles, la gente se acercaba y murmuraba impropios y juramentos contra mi persona. Me odiaban porque se les contó que había matado al Rey y la sangre que llevaba en mis ropas sólo lo confirmaba.

Al llegar a la plaza, había mucha gente reunida. Mi ánimo nunca había estado más abajo, apenas tenía idea de lo que sucedía.

Me sacaron de la jaula y me llevaron al centro de la plaza donde había una tarima en la que me subieron, yo no ponía resistencia.

Sin embargo, al sentir la cuerda que colocaban al rededor de mí cuello y que ataban manos y pies, mi instinto de supervivencia fue el que reaccionó primero, me debatí y revolví entre mis captores.

- ¡Suéltenme! ¡Por favor! - Las lágrimas salieron de nuevo, no podía creer que estuviera ocurriendo.

- ¡Cállate maldito! - Me espetó el verdugo, lo vi posicionarse a un lado de una palanca, noté que a mis pies estaba una trampilla.

Esto no estaba bien, mi corazón latía terriblemente en mi pecho, mi respiración era errática como si quisiera acabarme el aire del mundo, el miedo me corroía, y mi mente ahora captaba lo latente que estaba de morir.

Un soldado se colocó a un lado y leyó de un papel en voz alta.

- Por el crimen de matar a nuestro bien amado Rey Victor Nikiforov, se le imputa la máxima pena de muerte en horca. Que Dios le otorgue el castigo que merece aún después de esta vida.

Se giró e hizo una señal. No pude siquiera gritar, me colocaron un trapo en la boca y me taparon la cabeza con un saco.

Y los segundos que siguieron fueron los más largos que viví, en el que mi único consuelo es que me reuniría con Victor nuevamente donde quiera que estuviera.

La palanca fue bajada y yo con ella, con la tensión de la cuerda que daría fin a mi vida después de los minutos más agónicos de mi existencia.

Fin

Este no es el final correcto, puedes volver al Capítulo 1 o ir a la Nota de la autora

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Este no es el final correcto, puedes volver al Capítulo 1 o ir a la Nota de la autora.

Gracias por leer :)

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