Capítulo 3

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―Hay días en los que te extraño más. Siempre pienso en cómo sería nuestra vida si siguieras con nosotros, ¿tendrías miedo todavía de amarme? ¿De amarnos? ―habla Marcos ante la tumba de su ex mujer―. ¿Sabes? Ayer conocí a una chica, Maybe, es muy linda y, quizás no debería decirte eso, pero me gustó en cuanto la vi. El problema es que hay dos problemas... ―Sonrió con vergüenza ante sus propias palabras―. Uno, es que ella es de la ciudad, está estudiando ingeniería comercial y quiere ser una gran empresaria, por lo que dudo mucho que quiera estar con un huaso como yo, que ni siquiera terminé el colegio y creo que tampoco ser madre esté en sus planes, mucho menos ser la madre de un niño de otra; el segundo problema es que, aunque me gustó, no pude sacarte de mi cabeza, tú eres la madre de mi hijo y la mujer que más he amado, no creo que pueda amar a otra como te amo a ti; con todos tus defectos, con todos tus problemas y con todo lo hermosa que eras conmigo cuando estábamos juntos, cuando te mostrabas tal como eras. Te amo, te amo, te amo, y no sé si podré amar a alguien más como te amo a ti.

Marcos queda en silencio un rato, piensa en tantas cosas, en tantos recuerdos. De pronto, su rostro se ilumina.

―¿Sabes quién estuvo en la casa hoy? Rosa Robles. Según ella, Carlos Rozas quiso abusar. ¿Lo puedes creer? Yo no sé qué habrá pasado allí, pero me parece muy raro que justo Carlos la hubiese querido abusar, sobre todo después de lo que le pasó a su hermana, hasta a ti te defendió muchas veces, no me cuadra que él haya querido hacer algo así. Más tarde voy a ir a hablar con él a ver qué me dice. Tengo muchas dudas de que la historia sea como la cuenta, además, no sé por qué fue a buscarme a mí si tiene padres y hermanos que la pueden defender. Yo creo que no quiere que ellos sepan lo que de verdad pasó, y peor, yo creo que ella quería que yo la recibiera en la casa para meterse en mi cama, ya sabes que siempre ha querido que caiga en sus brazos, incluso de antes que naciera Camilito. A ver qué sale de esto.

Otro silencio. Camilo juega concentrado con el pasto, sobre la tumba de su madre, la que tiene una linda fotografía de Marcos y Teresa que se sacaron en una ocasión en la que él la llevó a Concepción a pasear, solos los dos, sin las miradas de censura de los del pueblo, que no veían con buenos ojos la relación de ambos.

―Zoila me dice que te visito muy seguido, que a ti no te gustaría esto, si es así, dame una señal, por favor, amor mío, a mí me gusta venir a verte, hablar contigo, no tiene nada de malo, ¿o sí? Mira a nuestro bebé, él juega feliz en tu regazo.

La imagen de ella sosteniendo a su bebé le provoca un inmenso dolor, pues Camilito debió estar jugando con su madre viva y no en el cementerio.

Un doloroso quejido de profundo dolor hace que el niño, concentrado en atrapar una mariquita, se asuste y se largue a llorar. El padre lo toma en brazos para consolarlo.

―Ya, campeón, ya.

El niño se calma enseguida, sin embargo, apoya su carita en el pecho de su papá.

―A veces siento que te estoy dejando partir y no quero. No quiero olvidarme de ti. ¡No quiero!

Ahora, es el hombre quien larga su llanto y, como si permanecer en ese lugar le hiciera daño, se levanta y camina hasta la camioneta. Sienta al niño en la sillita, no obstante, los cinturones no cierran. Frustrado, deja caer las huinchas. Respira hondo para calmarse. Está enojado, desesperado, y no quiere sentirse así.

Me haces faltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora