Capítulo 4

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Marcos se aparta

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Marcos se aparta

El dueño de casa sale de la casa con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

―Parece que le fue bien con la llamada ―comenta Marcos.

―Sí, mejor de lo que esperaba.

Trini sale de la casa y se acerca al grupo.

―El niño no ha cenado, ¿cierto? ―le pregunta al joven padre.

―No, todavía no.

―Me lo llevo para que coma, entonces.

Marcos titubea.

―Yo la acompaño ―ofrece Maybe y camina hacia la cocina con el niño en sus brazos.

El padre se siente incómodo.

―Deja que se vaya con ellas, lo cuidarán bien, aquí lo quieren mucho.

―Sí, sí, lo sé... Creo que hoy no es mi día.

―¿Problemas?

―No, pero hay cosas que uno quiera o no, debe dejarlas ir, y cuando se hace, duele.

―¿Cosas o personas?

Marcos lo mira sin contestar.

―Yo sé lo que duele; imagina que perdí a mi esposa, a mi hija y, durante mucho tiempo, creí que había perdido a mi nieta. No es fácil, pero es lo mejor, aunque uno, en medio del dolor, no lo comprenda.

―A veces siento que una nube negra de mala suerte está sobre mi cabeza.

―No digas eso, la vida no se te ha dado fácil, pero tendrás las mejores recompensas. Recuerda que Dios le da las grandes batallas a sus mejores soldados.

―Yo quisiera no ser soldado de nada.

―No te atormentes, ya verás cómo la vida te va a dar todo lo que te mereces y más.

―Me basta con que no me la complique más.

―Ya, cálmate, hombre, ven a tomarte una copa de vino conmigo, ya verás cómo todo va a estar bien.

―Ojalá creyera que será así.

―Vamos, eres un hombre, déjale los gimoteos a las mujeres, los hombres no lloramos.

―Ojalá fuera así, el problema es que lloramos, pero no lo podemos demostrar.

Los dos hombres entran a la casa se dirigen a la sala donde el dueño de casa sirve dos copas de vino de su propia cosecha.

―Siéntate, siéntate ―invita el anciano y le extiende una de las copas.

Se sientan en dos sofás, frente a frente.

Me haces faltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora