CAPÍTULO 1
El aire corría tímidamente. Era otoño. Las hojas de los árboles se mecían de un lado a otro, muy despacio, lentamente. El viento les susurraba y a ella también. Escuchaba aquel frío rumor al que había aprendido a acostumbrarse; tenía que acostumbrarse a muchas cosas desde que había empezado a trabajar como especialista. Sí. Así lo llamaba ella. Ella se dedicaba a la mecánica. Al arte de ajustar piezas para que el sistema encajara.
Ya era la hora.
Podía ver a su objetivo con claridad a pesar de la terrible distancia. Conocía a ese hombre, lo había visto algunas veces en la televisión, y ahora caminaba por una concurrida calle de Nueva York con un teléfono móvil en la mano y rodeado de cinco hombres que velaban por su seguridad. Pero cuando alguien le encargaba algo a Karla, podía asegurarse de que obtendría lo que quería. El viento mecía su corto cabello, provocándole leves cosquillas en la nuca. Respiro profundo; contuvo el aire. Seguía los pasos de su objetivo, su exasperado andar. Acarició el gatillo y, tras soltar la bocanada de aire que guardaba en el pecho, disparó.
Un hombre se desploma en mitad de la calle. Los cinco guardaespaldas se vuelven locos intentando identificar la procedencia del proyectil, lo cubren, intentan que resista hasta que venga la ambulancia, pero es demasiado tarde. Le ha dado justo en el hígado. Eso le daba un margen de dos minutos de agonía antes de que finalmente muriera. Karla desmontó el arma y la guardó en el maletín, tras cerrarlo, caminó a paso ligero hacia la puerta que daba al interior del edificio.
América es un gran país para los especialistas. Hay mucha mafia y mucha corrupción; se crean muchos enemigos y eso requiere a muchos mecánicos que se ocupen de subsanar esas diferencias de sistema. Karla entró al edificio. Era un edificio bastante bonito, estaba en la zona cara de Nueva York. Pero eso era un capricho que podía permitirse con su sueldo. Justo cuando se aproximaba a la puerta de 2° C, la suya, salía su vecina, que parecía llevar a su perro a dar un paseo. Karla no sabía ni el nombre ni la vida de sus vecinos; de no ser porque ella y su padre vivían justo al otro lado de la pared, ni siquiera tendría constancia de su existencia. Era una niña rica, sin preocupaciones. Solo tenía que estudiar. Papá se encargaba de complacer sus caprichos, podía pagarlos, el señor M. Jauregui estaba en vuelto en asuntos turbios que le daban buenos ingresos. Ella, entre muy poca gente, sabía lo que en realidad encubría aquella cadena de perfumería. Sí, "La fragancia de Michelle" estaba en cada esquina de todas las ciudades del país, pero esa no era su principal fuente de ingresos. Karla la miró a los ojos, solo por un instante. La morocha le dedicó una corta y tímida sonrisa de cortesía, y después desvió sus ojos verdes de los suyos, caminando hacia la salida. Karla entró a casa y se quitó la gorra negra, depositándola categóricamente sobre la mesa; el único mueble que había en su departamento además de una silla y una cama que realmente no utilizaba.
Ring, ring.
-Karla. -Respondió ella poniéndose el teléfono móvil en la oreja.
-Buen trabajo, especialista. Han dicho que ni siquiera ha habido tiempo que llegara la ambulancia. Te veo en Dino's dentro de cinco minutos.
_Quiero que empieces a pagarme con dinero americano, Louis.- Louis Tomlinson, mejor conocido como "Big Toms" era el representante de Karla. Él le conseguía a ella los trabajos y cobraba una comisión del veinte por ciento. Llevaba exiliado de su país alrededor de ocho años, por alistarse en el ejército y luego desertar. Había huido de América para evitar que lo metieran en un calabozo.
-¿Por qué coños quieres que haga eso?
-Porque quiero irme a Australia.
-¿Cuándo?
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La Especialista
Fiksi PenggemarCamila Cabello lleva una solitaria vida como mecánica. Lauren Jauregui es heredera de una enorme fortuna. Un día, sus mundos se cruzan.... Esto es una re-adaptación....TODOS LOS CRÉDITOS A SU AUTOR/A y a quien la adaptó primero, gracias x subirla...