Capítulo 11

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Cuando sonó el despertador ya estaba despierta, estaba ansiosa por ir al museo.

Revisé el móvil y tenía un mensaje del jefe.

~Las investigaciones van bien, tenemos un sospechoso que al parecer inculpó a tu padre del tráfico de armas militares.

El mensaje era de ayer por la tarde, no había tenido tiempo de verlo hasta ahora.

Rápidamente me vestí. Oí la puerta principal abrirse y maldije por lo bajo.

Llegué al salón para ver a mi madre y al señor Finch hablar animadamente.

-Reyes, el señor Finch tiene cosas que hacer pero se reunirá contigo a la una.

La mejor noticia que podía darme.

-Perfecto, nos veremos allí entonces.

Salí rápidamente de casa sin desayunar. Ya en la calle el sol impactó fuertemente sobre mi cara, me cambié a la acera que estaba la sombra y un sudor frío me recorrió. Aquel hombre estaba allí, el de el hotel.

Callejeé intentando perderle de vista, cuando creí que ya no me seguía, entré al museo.

Era imponente, los techos eran altos y las vidrieras dejaban pasar la luz creando una atmósfera mágica.

Fuí al mostrador y pagué mi entrada cogí un mapa y busqué la sección de la Antártida.

A pesar de que fuera hora punta el museo estaba casi vació. Camine sola por los pasillos escuchando el eco que mis propios zapatos provocaban contra el suelo de mármol.

Me entretuve mirando todas las piezas expuestas en los pasillos, hasta que llegue a la parte de la Antártida.

Siempre me he sentido fascinada por aquellos animales que a pesar de las temperaturas conseguían sobrevivir allí.

Sin saber por donde empezar me dirigí al centro de la sala, estaba yo sola, cosa que me hizo estremecer. Sacudí la cabeza desechando cualquier pensamiento negativo y me puse a pensar, ¿dónde escondería algo mi padre?

Me reí de mi misma nunca pensé, que me encontraría en esta situación. Paré de repente un pensamiento me vino a la cabeza, la ballena, sí la ballena.

Mi padre siempre me contaba la historia de las ballenas, las ballenas blancas nadan por las aguas heladas buscando a su pareja.

Di un par de vueltas girando sobre mi misma, buscando algo relacionado con ellas.

Al fondo de la sala había un enorme esqueleto de ballena, casi corriendo me dirigí hasta allí.

El esqueleto era impresionante se encontraba casi en su totalidad. A sus pues había un pequeño pedestal donde se contaban información sobre el animal.

Era de madera de color oscura y había una placa de plástico y debajo la información. Pero nada no había nada. Me alejé un poco con el fin de ver las cosas con perspectiva. Y me di cuenta, había algo debajo de la información, más papeles.

Me acerqué y metí la mano bajo la placa, saqué varios papel de entre ellos el que contenía la información sobre la ballena. Mis manos temblaban mientras tomaba el resto de papeles. Uno de ellos era un perfil al parecer en una esquina aparecía la foto del señor Finch.
¿Qué tenía él que ver en todo esto?

El otro papel era una foto, algo borrosa en ella se podía ver a un señor dándole la mano a otro y a sus espaldas, cajas con armamento militar. A pesar de la poca nitidez de la foto los rostros eran fácilmente reconocibles, uno era el señor Finch y otro el que me disparó en la comisaría.

El señor Finch le había tendido una trampa a mi padre, leí su perfil sin poder creerlo todavía. Él era el jefe de mi padre, había sido agente durante muchos años y sabía perfectamente como falsificar unas pruebas. Lo que no entendía era por qué, por qué culpar a un padre de familia. Con sus habilidades podría haber desaparecido perfectamente sin dejar rastro.

Con las manos temblorosas saqué mi móvil dispuesta a llamar al jefe. Pero el encenderlo ví que tenía un mensaje.

~¿DÓNDE ESTÁS?

Parecía gritar el mensaje del jefe.

~La vigilancia que te pusimos te ha perdido el rastro.

Espera. Ese señor estaba para vigilarme, qué tonta he sido al intentar que me perdiera la vista.
En ese momento varias luces se apagaron quedando la sala casi en penumbra.

Temblando completamente recogí mi móvil del suelo, el cual se me había resbalado del susto, e intente llamar al jefe.

Escuché unas pisadas que se acercaban, vislumbré unos zapatos de hombre, cada vez más cerca de mí.

-Has sido una niña muy mala- dijo el hombre arrebatándome el teléfono.

-¿Quién es usted?- dije con miedo.

-Me duele que no me reconozcas- dijo aquel hombre tomándome del cuello de la camisa, levantándome del suelo.

Ahogué un grito, el señor Finch se encontraba a centímetros de mí. Tomándome fuertemente del cuello haciendo que me resultara difícil respirar.

-¿Por qué?- dije con esfuerzo sobrehumano, mientras sus manos ejercían más presión sobre mi cuello.

-Porque no podía ensuciar mi nombre o es que no lo entiendes niñata, mi familia lleva siendo agentes durante generaciones, pero digamos que yo nunca he ido mucho con la ley. Así que cuando tu padre apareció fue mi momento, ya tenía a un novato al que inculpar. Y todo salió de maravilla hasta que apareciste tú, tú y esos estúpidos archivos.

-¿Y mi madre?

-O sí, esa parece saber más de lo que parece, por eso os necesitaba cerca de mí, vigiladas. ¿O en serio te creías que tu madre trabajaba tan bien eh? Sois una familia de ilusos al igual que tu padre el muy...

-¡Suelta a mi hija!

Se volteó sin inmutarse, aflojando levemente la presión de mi cuello.
Respiré profundamente sintiendo que mis pulmones, por fin se llenaban de aire otra vez.

-Samantha deja de hacerte la heroína, nunca has servido para esto- dijo a mi madre, que se acercaba con un arma entre sus manos.

El señor Finch me soltó bruscamente haciendo que cayera al suelo, y tomó el arma de mi madre dejándola indefensa.

-Ahora vuestro viaje acaba aquí- dijo con una sonrisa perversa en su rostro.

-¡Alto, policía! - un equipo del swat entró en la habitación encendiendo todas las luces.

El señor Finch rió y tiró el arma al suelo, un policía se acercó y lo tiró violentamente al suelo para esposarlo.

Con su mejilla sangrando aplastada contra el suelo, me miró.

-Nos volveremos a ver preciosa- dijo mientras el policía lo sacudía y lo levantaba para sacarlo de allí.

-Hija, ¿estás bien?- mi madre se acercó y se sentó junto a mi en el suelo.

Me sobé el cuello y empecé a sollozar. Había pasado tanto miedo, sentí los brazos de mi madre abrazarme, a lo lejos escuché al jefe llamando pidiendo una ambulancia para que me revisaran el cuello.

De pronto los brazos de mi madre dejaron de rodearme. Yo con los ojos cerrados noté como el frío me recorría.

Abrí los ojos entrecerrándolos, deslumbrada por las luces de la sala. Una figura se dirigía hacía mí. Alta, hombros anchos, cabello corto. Volví a sollozar, es verdad eso que dicen, los sueños se cumplen. Sean cuales sean.

Sus brazos me rodeaban, mientras yo sollozaba sobre su hombro. Su mano me acarició el cabello, consolándome.

-Mi niña, que valiente has sido- me susurró mientras notaba que mi llanto aumentaba-Mi niña- susurró.

Una sensación de seguridad me invadió, mi padre había vuelto, estabamos a salvo.

Después de tantos años la familia volvía a estar reunida, al completo.


Fin

Buscando a papá [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora