Overlord

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1 de septiembre de 1939.
Explota la Segunda Guerra Mundial contra Alemania, Hitler moviliza sus tropas a Polonia.

5 de junio de 1944.
Ryan Anderson, día 1:

Nos han embarcado hacia Normandía, una playa de Francia.

Estaba en la parte baja, sentado frente a una mesa, meditando. Me concentraba mucho en lo que era el desembarco, mi familia, mi hija...
—Anderson —El capitán del barco se acercó a mí con un tono serio.
—Señor... —Respondí.
—A juzgar por el clima y las condiciones marítimas, no llegaremos, al menos no hoy. Así que tendremos más tiempo para planificar la llegada.
Asentí con la cabeza —entonces llegaremos mañana —suspiré.
—Sí. Apuesto que va a ser duro —dijo con la mirada perdida en el suelo.
Hubo un pequeño silencio entre los dos.
—Bueno —exclamó.
—Es hora de dormir —Dije en voz baja.
—Para tí, ya son las 10, mañana va a haber una gran lucha, recupera fuerzas —dijo con un tono algo alegre.
Adiós.
Él se fue con un paso poco acelerado. Yo por mi parte me levanté de la silla y fui a mi camarote, dónde arriba mío descansaba Joseph, mi mejor amigo.

6 de junio de 1944:

*3 horas después*

Escuché algunos aviones pasar surcando los cielos, al poco rato se oyeron más, y más.
—Son bombaderos —Alguien susurró.
Esa voz solo podía ser de mi amigo, Joseph.
—Así que te dignaste a despertar, ¿he?
—Sí, ya dormí suficiente —hablaba con una voz leve que apenas se oía.
—Pues sigue durmiendo, más tarde tendremos que luchar —Respondí con un tono burlón.
—Tu lo has dicho. Buenas noches.
—Buenas noches...

*4 horas más tarde*

—¡Hey! — Alguien gritaba desde arriba.
Con una imagen borrosa una silueta se puso en frente mío. Era Coonor.
—¡Oye Anderson, están enviando a los soldados a la playa! —Exclamó en un tono alto.
—Shhh, los demás también duermen —susurré con el dedo en los labios.
—Esta bien, solo vine a decirte que los barcos más cercanos a la playa están enviando a los soldados, unos 35 por bote.
—Eso es más que un bote, son lanchas de desembarco y está blindado, además no entraríamos treinta y cinco —respondí corrigiéndolo.
—Sí, sí lo que sea — susurró.
—Que bueno que estamos lejos —Balbuceó Joseph.
—No tanto —Dijo Coonor—, de hecho estamos a un par de kilómetros.
—En ese caso, nos vamos preparando —bromeó.
—Sí, salgamos a cubierta a ver qué pasa —comenté.

Me puse la camisa y subimos a ver el panorama. Arriba el cielo estaba algo nublado y aún un poco oscuro, a lo lejos se divisaba la playa, desde aquí se observaba claramente a las lanchas salir de los costados de los barcos.

—¡Hey! —exclamó una voz detrás de nosotros.
—¿Qué? —interrogué volteando.
Era el Sargento Wheins, Charles Wheins.
—Tomen —dijo acercándonos una M1 Garant con una bolsa a cada uno—. Vamos a subir a una de esas lanchas, síganme.
Los tres sorprendidos le seguimos hasta el borde del barco en donde todos estaban bajando por cuerdas hacia las lanchas. Parecían ganado llendo al matadero.

Coonor bajó primero colocándose atrás de todos, luego siguió Josehp quien descendió hasta llegar al costado de Coonor.
—Toma esto —acercó unas tres barras de cereal—. Intuyo que tendrás hambre. Ahora bajemos.

Finalmente el Sargento Wheins y yo bajamos por las cuerdas. Charles adelante, listo para dirigirnos, yo opté por estar junto a mis compañeros. Le dí a Josehp una de las barras, ninguno de los dos había desayunado.
Realmente no éramos tantos, creo que Coonor se pudo haber equivocado, de hecho aquí solo estábamos 15, pero bueno.

Comenzamos a avanzar rápidamente hacia la playa, en dónde se libraba una gran batalla.

—Hola —saludó un soldado que estaba a mi derecha—, me llamo Hal.
—Ryan —Respondí.
—¿Primera vez? —preguntó con una expresión curiosa.
—No, ya tengo experiencia en esto. Aunque nunca he luchado en una playa, sí lo hice en tierra firme.¿Y tú?
—Sí... la primera.
Derrepente un soldado sacó la cabeza por el borde, muy pronto descubrí que estaba vomitando. A este se le unieron dos más que lo hicieron dentro de la lancha y sus cascos. Sin percatarme al rato el sesenta porciento estába tirando el desayuno.
—Sabía que pasaría esto, por suerte solo comí una barra de chocolate —agregó.
—Sí, yo hice lo mismo. — dije mirando con asco a los demás.
—¡Coonor! —exclamó Josehp.
Volteé y vi a Coonor haciendo lo mismo que los demás: vomitar.
—Pobre, seguro que tú amigo comió mucho al igual que el resto —aportó Hal.
—Dos mil metros —dijo el conductor.

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