C U A T R O

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La risa de Jean resonaba fuertemente en nuestros oídos. Siendo sincera, no sabía porque se reía tanto.

—¡Sus caras!  —Él seguía riendo,
con las manos en su barriga —. ¡Se veían tan inocentes! —dijo como pudo entre risas.

Anto y yo nos miramos sin entender. Sabía que Jean se reía por todo, pero yo seguía sin entender porque le causó tanta risa nuestras caras.

Cuando su risa se calmó, carraspeó la garganta y sonrió.

—Lo lamento, lo lamento —habló divertido —. ¿Te importaría si me la llevo? —Dirigió su mirada a mi amiga.

—Claro que no —dijo ella con una gran sonrisa y me guiñó un ojo.

Me despedí de ella con la mano y Jean y yo empezamos a caminar. Solo habíamos dado unos pasos cuando Anto gritó.

—¡Que disfruten la cita! —Al escuchar sus palabras, sentí mis mejillas arder. Estoy segura de que me sonrojé fenomenalmente. Esa traicionera.

Escuche una suave risa, proveniente de Jean. No puedo negarlo, tiene una risa muy bonita.

Caminamos en silencio hasta llegar a una heladería nueva. Siempre había querido ir, pero nunca tuve el tiempo.

Era un negocio pequeño, pero bonito y acogedor. Tenía un cartel en colores pasteles y letra muy bonita que decía "Vivet"

Al ver la heladería, mis ojos se iluminaron. Era digna de una película, donde los mejores amigos iban todos los días a hablar y pasarla bien. Simplemente me encantaba.

Al entrar, quedé aún más maravillada con el lugar, todo era tan bonito. Las paredes estaban pintadas de un rosa claro. Habían decoraciones como cuadros y pinturas, todas en colores pasteles.

—¿Te gusta? —Por primera vez, Jean habló. Me sobresalté y di un pequeño brinco, él rió suavemente.

—Si, es muy bonito. Siempre había querido venir, pero nunca saqué el tiempo —Lo miré por un segundo, él me miraba intensamente. Sentí mis mejillas ruborizarse ligeramente.

Desvíe mi mirada y seguí mirando el local. Jean y yo caminamos hacia una mesa de dos personas y nos sentamos. En eso llegó una señora de piel pálida y ojos grises.

—Buenas tardes, jovencitos —dijo con una gran sonrisa, y más ánimo del que yo tengo desde que Sebas murió —. ¿Que van a querer? —preguntó pasándonos un pequeño menú con todos los sabores de helado.

"Pues helado, obviamente" pensé, aunque no seria muy educado de mi parte responderle eso a la amable señora.

Miré el menú rápidamente, y me decidí por un helado de fresa con chispas de colores y granola.

—Para mi, un helado de fresa con chispas de colores y granola —miré a Jean esperando a que hiciera su pedido.

—Yo quiero... Un helado de vainilla con chispas de chocolate —La señora apuntó nuestros pedidos en su pequeña libretita y recogió los menús.

— ¡Perfecto! Se los traeré en cinco minutos —dijo con entusiasmo. Esa señora si que tiene energía. Cuando la señora se fue, Jean y yo nos quedamos en silencio. Solo por unos segundos, hasta que Jean habló.

—Oye, lamento mucho lo de tu hermano. Era una buena persona —Lo miré a los ojos y pude ver una pizca de tristeza en ellos.

—Lo era —dije, con una sonrisa triste.

Recuerdo cuando Sebas y Jean se conocieron. No hizo falta mucho para que Sebas activará su modo de hermano protector y celoso.

Flashback

Hasta la ultima tecla de mi piano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora