EL ÉXODO

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Mientras pasa un día más de condena, de los 10 años que le restan a Christian, mira a través de las rejas de su celda como se cuela la luz del sol. Si no fuera por el deprimente paisaje, seria casi idílico. No es para menos, 12 años de estancia en la nada paradisiaca prisión de Victoria Road, en Isla de Man, Reino Unido. Así, cualquiera se deprime... pero no, Christian no se deprime. Sabe que está en prisión por que desea desde el fondo de su corazón que su padre enmiende su vida, y cuide a su hermano menor.

Sabe que le esperan tiempos difíciles, y aún cuando ha purgado dos años, hay mucho camino por recorrer, pero cree que su descarriado Elliot sentará cabeza, y más que su hermano, su padre se arrepienta.

Christian está preso por que se culpó de un fraude cometido por su padre. Ambos, padre e hijo manejaban la empresa familiar Grey Enterprises Holdings... hasta que se descubrió un fraude con respecto a evasión de impuestos para la supuesta expansión de la misma en Europa. Fue que Christian quien se hizo responsable y aceptó ir a prisión para que Carrick y Elliot fueran al otro lado del mundo a vivir una vida tranquila.

Él creía en lo Carrick le decía a través de las breves visitas que Ros Bailey -su abogada- le comunicaba. Nunca sospechó de porque su padre no se comunicaba directamente. En los dos años que ya tenía viviendo en ese tétrico lugar nunca recibió una llamada, una visita, ni una carta de parte de su padre. Solo las breves palabras de Ros durante las visitas.

—¡Grey! Tienes visita.— le  grita Marcus, el guardia de turno, desde el otro lado de la reja a un distraído Christian.
—¿Quien es?— pregunta sin intención de atender.
—Es tu abogada. Según me informó Barney, que está en las salas de visitas. ¡Corre!— le presiona el guardia.

Christian sale apresuradamente de su celda, nunca le habían urgido a una visita con su abogada, así que, ilusionado a recibir una grata sorpresa, fue rápido a la sala de visitas. Se detiene un instante antes de llegar a la reja y se acomoda el cabello y se revisa si no está desaliñado, acomodando su desgastado uniforme gris y quitándose pelusas. Saluda con un asentimiento a Barney, y se dispone a entrar a la sala. Nada más entrar al sitio, se tensa al ver sentada, dándole la espalda a su abogada, con su ya acostumbrado e impoluto traje negro a rayas y sus altísimos zapatos Loubutin.

Al sentirse observada, la letrada se gira un instante, y al ver quién la observaba, se tensa y solo atina a tragar saliva y aferrarse al periódico que traía en las manos. Christian intuye que no le esperan buenas noticias al ver la cara cenicienta y deprimida de su fiel amiga y abogada.

—¿Que sucede, Ros?— pregunta Christian en un susurro.
—Christian, yo... yo... Lo lamento mucho, me acabo de enterar...— le tiende el periódico a su amigo.

Nervioso, Christian recibe el escrito y en primera plana encuentra una fotografía sin censura alguna de lo que parece ser un chico. Este se encuentra colgado por el cuello de un poste de cableado eléctrico. Se ve gravemente golpeado y con señales de tortura. En letras rojas se lee:

HIJO DE MAGNATE AMERICANO ES ENCONTRADO MUERTO TRAS NOCHE DE JUERGA. AMANECER SANGRIENTO EN SEATTLE.

Christian intenta mantener a raya sus sentimientos, sin éxito y arroja el periódico al suelo y sale a paso airado de la sala de la prisión. Barney que escuchó todo le da espacio para asimilar la mala noticia, pero no tiene ni idea de lo que está por suceder. 

Christian se dirige al patio de la prisión para desahogarse, se acerca uno de los guardias y le ordena que vuelva a su celda, pero Christian ya no razona, no piensa, no quiere pensar, dentro de el solo hay dolor, su hermano menor, la sal de su vida, su motivo, ya no está en este mundo. Fue arrancado de este mundo por un ser inescrupuloso y cruel que se atrevió a dañar a su hermano. No tenía nada más que hacer en prisión... Quería morir, pero aún tenía a Grace. Si su padre no había sido capaz de cuidarlo, y mucho menos de poner remedio, Christian quería retribución, y la iba a obtener, así se le fuera la vida en ello.

ROMEO DEBE MORIR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora