Capítulo XXXII

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Locura

"Ten cuidado en quien confías, el diablo alguna vez fue un ángel"

Anónimo.

La confianza siempre fue algo muy prohibido para Liam, su padre; Geoff, siempre le decía que nadie, además de su familia, era digno de aquel privilegio. La confianza de un Payne, era un obsequio en aquella organización corrupta.

Liam nunca confió en nadie aparte de aquellas personas que estuvieron con él desde que conserva memoria; así como Harry o Michael.

Su padre le había impuesto la valiosa lección de; la confianza te ciega y te da algo que perder. Con una sonrisa torcida y una palmada en la espalda, le dijo esas palabras exactas a Liam. Pero, algo que Geoff nunca supo, es que para Liam, él nunca fue merecedor de su confianza. Liam nunca confió en su padre, lo respetaba, como líder de la Treshja y como alfa. Pero, la confianza nunca se la ganó.

Su vida siempre fue rutinaria, desde pequeño tenía una sola misión de vida. Lograr ser el heredero del legado Payne y merecerlo. Poder mantener la extraña paz que se mantenía entre países. Y probarse a sí mismo que podía mantener todo en orden así como su padre lo hizo por tantos años. Podrán parecer cargas extremadamente grandes, pero para Liam nunca algo tan importante.

Sin embargo, todo. Absolutamente todo, dio un vuelco a su vida cuando aquel pequeño cachorro de ojos avellana llegó a su vida.

Ese omega, ese muñequito que parecía mandado a hacer confeccionado a mano, le había arrebatado todo en lo que creía casi al mismo tiempo que lo vio por primera vez.

Un simple omega que obtuvo su confianza sin haberla tratado de ganar siquiera, que ganó su protección y robó sus alientos.

Ese cachorrito que con solo unos ojos tristes, podía hacer lo que quisiera con el gran alfa Payne.

Desde que lo tuvo por primera vez en sus brazos, había sentido esa tediosa necesidad de protegerlo y mimarlo con tal de ver como sus ojitos se encogían en una sonrisa.

Mas, ahora no lo sentía.

Con su mirada perdida en la oscuridad de la habitación, acariciaba vagamente la espalda del omega que había logrado que por fin perdiera la cabeza, aunque claramente, no sentía que fuera él. Su cachorro, su tímido pero valiente omega.

Aquel que escondía su rostro en el cuello de Liam en busca de protección, aquel que teñía sus mejillas de un rosa leve cada vez que Liam se propasaba, que en cada noche se abrazaba a Liam cual koala. Aquel que con las palabras correctas podía controlar al más poderoso alfa de Alemania a su antojo.

Los constantes suspiros del omega era el único sonido que llenaba por completo la habitación. Liam mantenía su mirada perdida en el lugar, con su mente dando mil vueltas, que entre más tiempo lo pensaba, menos sentido tenía.

Su mirada se bajó lo suficiente para posar sus ojos en el pequeño cuerpo, su ceño se conservó fruncido. Apretó sus labios frustrado y lo analizó una vez más.

¿Cómo una persona puede ser la misma sin serlo a la vez?

Su cabeza iba a explotar.

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