veinticuatro

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Punto de vista Anahi
Diciembre del 2012
Córdoba, Argentina

Era sábado y acostumbraba a despertar temprado, por lo que me desperté a las nueve de la mañana. La casa estaba en silencio porque papá trabajaba, mamá había salido temprano para comprar unas cosas en el centro de la ciudad y no volvería hasta el mediodía. Y mi hermano dormía toda la mañana.

Me preparé un té como solía hacerlo siempre mientras lo acompañaba con unas facturas, había despertado hambrienta y eso se notaba. Ni siquiera me había sacado el pijama, andar asi era uno de los mayores placeres de la vida.

Estaba desayunando tranquilamente cuando el timbre sonó y pensando que era mi mamá, abrí la puerta en pijama. No podía creer lo que estaba viendo, estuve a nada de terminar en el piso por la felicidad que sentía.

Paulo estaba del otro lado de la puerta con un ramo de rosas y en cuanto caí en lo que estaba pasando, lo abracé con todas mis fuerzas, llorando en sus brazos mientras él acariciaba mi espalda y besaba mi coronilla.

- ¿Qué haces acá? -pregunté sorprendida.

- Me tomé unos días para poder verte ¿me extrañaste?

- Muchísimo

- Yo también los extrañé -dijo sonriente.

Lo invite a pasar como en los viejos tiempos, sólo que ahora venía por mi y no por mi hermano. Entramos a la cocina, dónde antes había desayunado y me dispuse a buscar un lugar donde poner las rosas que Paulo me había regalado.

- Quise venir para tu fiesta y hable con la gente de Palermo para que me den un par de días, unas mini vacaciones en Córdoba.

- Sos lo más lindo que tengo, todavía no puedo creer que hayas hecho eso por mi. -respondí dejando todo para darle un beso.

Estuvimos la mayor parte de la mañana besandonos y contando lo que nos había pasado mientras habíamos estado distanciados. Cómo lo suponía, mi hermano entró a la cocina pasado el mediodía y cuando vio a Paulo se quedó helado.

- Lucas..

- No no, está bien. No voy a hacer nada malo.

Mi hermano se acercó hasta dónde Paulo estaba sentado y estrecharon sus manos, saludandose varonilmente. Mi novio tenía un poco de miedo y podía notarlo por la cara que tenía, aunque aquello me daba risa.

- ¿Y la ma? -preguntó mi hermano mientras buscaba algo para comer.

- Salió, dijo que iba a volver al mediodía pero todavía no llegó. -respondí mirando a Paulo.

Mi hermano asintió escuchandome mientras comía unas masitas y se sentaba al lado de Paulo en la mesa de la cocina. Yo subí hasta mi cuarto para darme un baño mientras esperábamos a que mamá llegará a casa para poder almorzar algo, no tenía ganas de cocinar.

Salí del baño con una toalla alrededor de mi cuerpo y otra en el pelo. Estaba por cambiarme cuando sentí unas manos en mi cintura, asustandome y dándome la vuelta de inmediato.

Volví a respirar con normalidad cuando vi que era Paulo pero ni siquiera me dejó preguntarle que hacía en mi cuarto porque me besó, pegandome a la puerta y cerrando la misma con seguro antes de dejarme caer en la cama.

Junto su frente con la mía mientras comenzaba a abrir la toalla y cuando sus labios iban a hacer contacto con mi piel, alguien me llamó desde el piso de abajo y Paulo se quejó. Quiso volver a besarme pero yo lo frene mientras reía y él me miraba con cara de perrito mojado.

- Te extraño.. -susurró mirándome suplicante.

- Yo también, pero ahora no es el momento. No estamos solos.

Asintió tapandome de nuevo con la toalla y se levantó de la cama para pararse e irse de mi cuarto. Por lo que yo aproveche para cambiarme y arreglarme antes de bajar hasta la cocina.

Cuando bajé me encontré con mamá cocinando y mi hermano riéndose con Paulo de alguna estupidez que seguramente mi novio le había contado. Me acerqué hasta dónde estaban ellos y le di un beso a Paulo ante la mirada de mi hermano.

Mi mamá sonrió mirando la escena y Paulo me indicó que me sentará a su lado para abrazarme por los hombros. Siguió hablando con mi hermano normalmente mientras comenzaba a acariciar mi vientre con su mano izquierda y la derecha permanecía en mi hombro.

- Hija ¿cuando vas a hacerte una ecografía? -preguntó mi mamá mirándome curiosa.

- Tengo que ir mañana, no me molesta si quieren acompañarme.

Paulo me miró con sus ojos brillando y yo le di un beso en los labios una vez más, ansiosa por querer ver a mi porotito en mi panza. Esa conversación logró hacer inmensamente feliz a Paulo porque su mano seguía acariciando mi panza con cariño.

Va a ser el padre más baboso del mundo.

"Mi Gloria" Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora