Cap 3

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Hmm...

Qué profundo sueño... No siento la necesidad de despertarme, no estoy soñando nada... Todo está oscuro. Pero; No... No puedo descansar, siento como una mirada me penetra... Esto es incómodo.

Mi sueño fue interrumpido, lentamente abrí lo ojos y vi unas piernas cruzadas frente a mi, nuevamente cerré los ojos, pero después de unos segundos volví a abrirlos abruptamente, me levanté alarmada.
— ¿Qué? ¿Acaso espanto?

— . . .

— ¿no vas a responder? Vaya que eres masoquista.

Así es, la asesina estaba sentada frente a mi.

N-no... Sólo que... Es incómodo que me despierte y alguien esté observándome...

— ¿Hmm? Bah, no me importa. — Viró los ojos. — Te he hecho el desayuno, no quieres que suceda los mismo de ayer ¿Verdad? Entonces te agradecería que comieras. —

Negué con la cabeza mientras observaba a la pelinegra, ella soltó un leve suspiro y tomó el plato que tenía entre sus piernas para ofrecermelo; yo acepté tomando el plato con la misma comida de ayer, realmente tenía hambre, ayer no almorcé ni Cené.

El plato tenía consigo un tenedor, lo tomé con inseguridad y fui comiendo despacio.

La pelinegra arqueó una ceja y puso una cara de disgusto.

Empecé a alarmarme nuevamente y esta vez, el sentimiento era notable.

Sabes... Por más que mate a personas, trato de no manchar mi ropa... Es una molestia restregar y restregar. — se levantó — Me molestaría demasiado si alguien lo hace, podría hasta matar a esa persona.

Dejé de comer y puse el plato a un lado ya estando vacío, empecé a temblar muy nerviosa y asustada, yo había ensuciado su camisa. Con mis dedos apreté fuertemente las mangas las cuales cubrían parte de las palmas de mis manos.

Ella se quedó viéndome por unos segundos y... puso su pie en mi pecho, me empujó al suelo con éste y gruñó.

Ensuciaste mi camisa, Perra. — Pisó mi mano izquierda la cuál estaba herida.

— ¡A-ah! ¡Para! — Grité del dolor, mi mano quería sangrar otra vez.

La pelinegra hizo caso omiso, sonrió al verme sufrir... Qué chica tan desagradable. A los pocos segundos mi mano comenzó a sangrar, la herida volvió a abrirse; no pude evitar llorar ¿Quién no? Esa habitación... Esa casa. Son un infierno.

Ah... Cállate, me atormentas. Reprochó la pelinegra dejando de pisar mi mano con crueldad — Te dejé vivir, pero no para que me hagas enojar a cada minuto.

[...]

La puerta de mi habitación se volvió a abrir, pude ver al mismo chico de ayer con una expresión de tristeza en un rostro.

Oye... Yo creo que debes dejarla, apenas se despierta y ya está recibiendo regaños, dale un respiro. — Comentó el chico.

Amor de Estocolmo (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora