Amor de Estocolmo (Cancelada)

Cap 2 (Continuación).

[Narra Lynn]

Aquella chica me tomó del cabello y alzó mi cabeza, pude sentir como ella ubicaba su navaja en mi estómago, yo no quería morir, no ahora; aún me queda bastante por vivir.

Yo empecé a llorar, estaba perdiendo el control, tomé la mano de la chica y la empecé a alejar, ella alejaba y acercaba la navaja a propósito; en cuanto a fuerza se estaba burlando de mi.

— ¡N-No! — Dije con dificultad.

Poco a poco me sentía débil, no podía estar en eso por más tiempo; yo... Lentamente solté su mano y esperé a que me perforara. Sin embargo, no pude sentir nada.

Ella se detuvo.

— De cuerdo, parece que no me entendiste ¿sabes qué? Más tarde te enseñaré a cómo comportarte. — Susurró en mi oído, lo cual causó que un leve escalofrío recorriera mi espalda.

Ella soltó mi pelo y me ayudó a levantarme del suelo, me dirigió al baño en el cual hizo que me tomara una ducha; me las tuve que arreglar para no sentir tanto ardor en la herida que tenía en la mano, me había dejado sola en el baño, tenía otra oportunidad para escapar, pero no quería arriesgarme.

Ella me prestó ropa, una camisa de mangas largas y un short de algodón; me regresó a la misma habitación en la que desperté, pero a diferencia de antes ésta estaba más limpia, o bueno; por lo que vi el suelo estaba limpio.

Ella me encadenó otra vez.

— Quédate ahí.

Después de eso, la chica se retiró de la habitación, yo simplemente me senté en el suelo y al cabo de unos minutos me acosté y me quedé dormida.

[Horas después]

— ¡Ahg! ¡Sueltame maldita loca! — Dijo una voz desconocida.

— Shhh...

— Manda a callar a tu maldita Madre.

La puerta de la habitación en la que yo estaba se abrió abruptamente.

Me desperté alarmada.

— Lamento despertarte, pero este señor no quiere hacer silencio. — Dijo la pelinegra mientras me observaba.

El señor era un hombre algo obeso, no podía moverse, estaba agarrado del cuello con una llave por parte de la chica. Había una silla en el lugar, el hombre fue sentado y amarrado ahí. Estaba ubicado en frente mio a unos cuantos metros de mi.

La asesina sacó un Cuchillo y me observó.

— Quiero que prestes atención a cada una de las reglas que te pondré y a los castigos que puedo darte si cometes alguna falta.

— ¿Qué? No me usarás como ejemplo ¿verdad? — Dijo el hombre mientras se ponía pálido.

— Regla número uno, Si no obedeces... —

La asesina hizo una herida profunda en el brazo del hombre.

— Te corto dónde me dé la gana.

A pocos segundos la habitación empezó a llenarse de gritos.

— Regla número dos, si Hieres a alguien.

Ella clavó el cuchillo en el estómago del hombre.

Yo no quería ver, empecé a llorar otra vez y estuve apunto de voltearme, pero fui detenida.

— No te atrevas a voltear, después de todo... — Hizo una pausa. Cortó la yugular del hombre y por dicha parte, salió sangre a chorros, tanto así que hasta la pelinegra logró ensuciar sus manos.

Mis pupilas se pusieron chicas, yo no  paraba de llorar; en ese momento hasta llegué a sentir náuseas. La asesina se acercó a mi y se agachó, posó sus manos en mis mejillas las cuales fueron cubiertas de sangre.

— Es tu culpa que el hombre haya muerto. — Terminó su frase. Sonrió al verme llorar y besó suavemente mi frente.

Se levantó y se retiró de la  habitación.

Me quedé callada por aquel acto de la chica, mis ganas de llorar desaparecieron; con las mangas de la camisa limpie mis mejillas y observé éstas, noté que estaba toda temblorosa. Esa  noche... No pude dormir, no dejaba de ver el cuerpo del hombre en mis pensamientos y enfrente mio, pero sobretodo... No me sacaba de la mente aquel beso en la frente que me dio la asesina.

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