Capítulo I

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El otoño se acerca dando a conocer su lugar con una helada y triste corriente de viento que ha despeinado mi egocéntrico peinado regalo de una madre quisquillosa, una de las vísperas que aunque suene cliché es mi favorita -no evito formar una limitada sonrisa en mi sereno rostro-; donde las hojas castañas por su envejecimiento caen de las copas más altas de los árboles que abundan las calles de este humilde pueblo cristiano guiado de la mano de nuestro señor todo poderoso, marcando la llegada próxima del fin de año con una navidad en familia y el comienzo de aventuras para algunos asi como el inicio de nuevos ingresos y el avance de grados en la escuela. En mi caso sería el ingreso al internado (preparatoria).

Recordar mi pronto egreso donde era posible alejarme de mis queridos amigos, familiares, conocidos que hasta cierto punto eran de mi agrado, ocasionaba un desesperante sentimiento de terror en mi pecho dejando una sensación de malestar durante todo ese día. Pero, todo era para ser alguien en esta vida, ese era el destino de todo chico, la cabeza de la familia y su honor pues con gran prestigio este destino seria tomado... No deseo defraudar; aunque de vez en cuando aquel clasicismo me daba igual. Era estúpido.

Los primogénitos suelen ser chicos, siempre ha sido asi desde que se tiene memoria, extraño es el caso donde se nace una chica en una familia pero claro que esto es compensado con el nacimiento de un chico después de unos meses ente a la tragedia/deshonor que el fémina marcaria a la familia con su nacer cuando se espera un varón en el primer parto... la vergüenza. Lo más usual en este pequeño pueblo nevado -desgraciadamente nevado pues no me dejaba admirar la belleza otoñal- era la dicha de tener un joven y fuerte varón encabezando la familia, llenándoles de orgullo para todas las clases sociales. Jodida hipocresía, todos son iguales ¿Cuál era la gran diferencia? Ambos géneros era iguales, podían hacer lo mismo y tenían desde ciertos defectos y virtudes semejantes, diferentes en cuestiones del pensamiento y gustos adecuados a su personalidad pero, ¿Qué no era eso lo genial de este mundo? Creo que nadie más piensa lo mismo.

Quizás era demasiado joven para comprenderlo o demasiado testarudo y engreído para querer entender lo contrario a mis criterios.

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El otoño no habia finalizado cuando tome el tren para llegar al pueblo vecino donde las universidad y bachilleratos abundaban como panes locos en la iglesia y ejercer como era de esperarse, el próximo nivel académico que se nos otorgaría en el internado donde solo asistían chicos de clase noble o ya sea aquellos de un índice de conocimiento subdesarrollado que llenara de orgullo los establecimientos; aquí era donde ambos géneros se separaban en cuanto a la educación dada, cuidado y mantenimiento hogareño para las damas en el espanto de un convenio y un estudio lleno de privilegios culturales, científicos hasta donde se ha permitido, superficiales y religiosos para asi pasar a la etapa del profesionalismo para caballeros de variables dotes.

Indignado de tanta injusticia que los pueblos sometían ante las chicas y pueblerinos ciegos, deje escapar un suspiro, cansado de tanta lucha interna por acallar los murmullos diferentes a los demás que habitaban en mi cabeza, me daba reverendamente igual si llegaban a acusarme de traición, podrían matarme en la hoguera como suelen a hacerle a las damiselas acusadas de brujería por intentar la independencia de sus derechos inferiores, si asi lo deseaban que asi fuera, morir no quedaba lejos de sus metas más el hecho de pensar en que castigarían a su familia sólo por su indiferencia hacia el gobierno déspota y el pensamiento abruptamente desorientado en la conclusión de una gran injusticia, era algo que no dejaría pasar por alto, preferiría mil veces estar en el límite de mi tolerancia a tener que condenar a los inocentes consanguíneos. Nada que ver en sus opiniones, al contrario, le parecían grotescas por provenir del joven caballero. Su suspiro dejo un rastro en la ventanilla del tren causado por la niebla y fuerte brisa fresca por la velocidad del transporte, poso su anular con la tentación de un niño por dibujar cualquier tontería que pasara por su cabeza, quizás hasta despejaría las malas vibras y el agobio de dejar todo lo que conocía atrás; desde que llego a sentarse en su cómodo lugar de primera clase se inundó en la oscuridad innata de un lugar desconocido, ni siquiera podía concentrarse en el entorno que la ventana le dejaba apreciar, su mirada estaba perdida, sombría para los pocos pasajeros que le miraban incrédulos y curiosos por su fiera apariencia. Ese chico se habia vuelto atractivo después de tantos años, pero claro, este tren está lleno de chicos y si no deseaban caer en el pecado más tentador y prohibido era mejor ni posar la mirada, ni siquiera preguntarse alguna vez... ¿Ese chico es atractivo o es mi imaginación?

Sangre oculta: El sentimiento prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora