Punto de Encuentro

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Desperté agitado, buscando el lugar donde yacía el cadáver de mi abuela. Pero, en vez de eso, me encontraba en un sitio desolador y desértico con gente a mi alrededor tratando de calmarme. 

¡Mi abuela! ¿Dónde está?- Gritaba desesperado.

-Lamentablemente, ella ya no está con nosotros.- Respondió una pausada y delicada voz. Giré mi cabeza y vi a una pequeña joven de cabello como el oro y ojos azul cielo que se acercaba lentamente con el caldero en sus manos.

-Creo que esto te pertenece.- Un montículo comenzó a surgir de la tierra dando la apariencia de una mesa pequeña.

-Me ha quedado genial, ¿no crees?- Afirmó otra chica saliendo tras una roca.

-Ahí estás Ethné, bien hecho.- Dijo la chica rubia poniendo el caldero sobre el montículo improvisado. -Mi nombre es Gavida y soy la guardiana del agua.- Continuó. -Ella es Ethné, guardiana de la tierra.

-Luces raro.- Dijo Ethné curiosamente.

Era obvio. Estaba en traumatizado, sorprendido por todo lo que estaba ocurriendo.

-Déjenme un momento sólo.- Fue lo único que pude decir.

La tristeza me embargaba; el dolor e impotencia por la perdida de mi abuela me consumía. Necesite varias horas, no se cuantas, para poder tranquilizarme y entender la escabrosa situación por la que estaba pasando. Cuando decidí regresar al campamento donde se encontraba el grupo, uno de los chicos que estuvieron en casa, se acerco rápidamente con un sobre en sus manos.

-Señor.- Dijo con voz grave. -Esta carta me la entregó su abuela la noche anterior. Ella dio la orden de ser entregada al momento de que todos los guardianes se conocieran.

-Pero, ¿dónde está el o la guardiana del fuego?.- Interrumpí.

-Él..- Su voz quebró. Después de varios segundos prosiguió: Parece que fue alcanzado por los Fomorianos.

-¿Fomorianos?

-Si. Nuestros enemigos. Están buscando los guardianes de los elementos a como de lugar. Necesitan los cuatro para poder crear el elemento base: el Erbarum. Si lo consiguieran sería nuestro fin. Todo sería dolor y destrucción. Crearían un imperio sobre cadáveres de inocentes.  Es por eso que debemos ponerlos a salvo. ¿Ves esa montaña que sobresale en el horizonte?-

-Si.-

-Allá está el templo de los cuatro elementos. Pronto iremos allá y considero lo mejor sería con su ayuda mi señor para evitar contratiempos. Con permiso.-

Se alejó lentamente y me dejó sólo con la carta arrugada en mis manos. El dolor por la muerte de mi abuela seguía latente por lo que la doble y la guardé delicadamente en mi bolsillo. No la abriría hasta estar reunidos los cuatro guardianes. Me levanté me dirigí al grupo.

-¿Nos vamos?- Fue lo único que pude decir.

-Por supuesto mi señor.- El grupo se dividió en dos y se ubicaron a mi derecha e izquierda respectivamente.  Levanté mis brazos e hice movimientos para poder levantar a mis compañeros y emprendimos el viaje a la montaña.


EL ELEGIDO DEL AIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora